CAPÍTULO 18

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MAY

FLASHBACK

Evan y yo vamos en la moto cuando, sin previo aviso, un Camaro SS sale de la nada y va en nuestra misma dirección.
Me agarro a Evan con todas mis fuerzas y cierro los ojos: No quiero ver lo que sucederá a continuación.
Primero escucho cómo el coche se estampa contra nuestra moto, y después noto cómo mi cuerpo se tambalea, tiembla, vuela y cae en una superfície dura y fría: el asfalto.
Abro los ojos y miro mis piernas.
En la derecha me he hecho un corte profundo, por el cual pierdo mucha sangre. Demasiada.
Miro mis manos y mis brazos, y a parte de un par de rasguños y heridas sin importancia, no hay nada más.
La pierna derecha se me empieza a entumecer por la falta de sangre, de modo que me arranco de un tirón la manga de la camisa y la ato fuerte para detener la hemorragia.
Cuando acabo, levanto la vista y una espesa neblina lo cubre todo.
En el suelo, a mi alrededor, hay varios trozos de cristales desperdigados, y a unos nueve metros de mi posición, me parece distinguir fuego.
Me arrastro hasta allí y me encuentro con el Camaro del revés, empezando a arder por la parte del motor.
La puerta del conductor está abierta, de modo que la agarro y me doy impulso para averiguar el estado de éste.
Al asomarme me entran arcadas y aparto la vista por un momento, para después volver a mirar.
El conductor está dentro, sí, pero con un gran hierro atravesándole el pecho, y con una mueca de dolor que se le ha quedado marcada antes de morir.
Debería rondar los 20 años, y seguro que, por su físico, tendría que tener novia o como poco un buen par de admiradoras.
Se notaba en su forma de vestir que el dinero no le faltaba, y sus ojos color miel reflejaban la felicidad de una vida anterior.
Seguramente vendría de liarse con alguien, ya que lleva la corbata mal atada, el pelo revuelto, y varias marcas de carmín por el cuello.
Me aparto del coche, ya que no puedo hacer nada por él, y sigo con mi dolorosa búsqueda. Necesito encontrar a Evan y saber que está bien.
Me arrastro hasta llegar a los restos de la moto, y empiezo a temblar en cuanto no encuentro a Evan.
— Evan... ¡Evan! — Lo llamo a pulmón limpio, pero no hayo respuesta.
Vuelvo a gritar su nombre durante varios segundos, pero nada.
De pronto, escucho un ruido.
El mismo ruido que sería provocado por un puñetazo.
Me dirijo hacia el lugar del que proviene el sonido y me escondo detrás de una de las puertas del Camaro, que debe haber salido volando, ya que el coche ha acabado explotando.
Miro por la ventanilla y la escena que se desarrolla ante mis ojos me petrifica.
Evan está vivo.
Y Álex está con él.

FIN FLASHBACK

EVAN

— Si vuelves a hacerle daño te arrepentirás. — Digo nada más entrar.
Álex se gira, con lo que me permite ver la peor imagen de mi vida: Está extrangulando a May y la deja caer al suelo... Ella no abre los ojos.
La ira se apodera rápidamente de mi ser y noto la sangre arder por mis venas, la adrenalina apoderándose de todo mi cuerpo y la ira poseyendo mi voluntad.
Álex se da cuenta y sonríe mientras, todavía mirándome, le da una patada al cuerpo inherte de May.
— Te dije que me vengaría. — Dice Álex.
— Te voy a matar. Me da igual que sea imposible, hayaré la forma de matarte, aunque con eso tenga que matarme a mí. Sufriré tu dolor como propio si es necesario, pero te mataré. — Rujo agarrándole del cuello.
Él vuelve a sonreír y responde:
— Adelante. Haz lo que quieras. Soy tu hermano lo quieras o no. No puedes matarme. Alianzas de sangre ¿recuerdas? Igual que yo no puedo matar a Sarah, tú no puedes matarme a mí. — Me susurra al oído.
Al escuchar el nombre de Sarah, lo empujo con fuerza hacia la pared y lo acorralo.
— Si tienes lo que hay que tener repítelo. Devuélvemela. ¡Devuélveme a Sarah, hijo de puta!
— No. Todavía puedo hacerte sufrir, y a ella también. Y no dudaré en hacerlo. — Dice riéndose a carcajadas.
— Como tú has dicho, no puedes hacernos daño. Somos tus hermanos.
— No puedo haceros daño físicamente. ¿Quién ha dicho que no pueda heriros emocional y psicológicamente? — Dice volviendo a reírse.
— Nosotros no tenemos la culpa de que Azrael te echara del cielo.
— ¡Sí que la tenéis! Siempre fuisteis los angelitos preferidos de papá. — Exclama con toda su rabia.
— No es mi padre. Ya no.
— Oh, es verdad. A ti también te desterró por gilipollas. Y la perra de tu novia tiene toda la culpa. — Señala a May y añade:
— Está mejor muerta.
Cuando dice eso no puedo evitarlo:
Le aprieto el cuello con todas mis fuerzas y empiezo a quemarme, a sentir fuego en las manos.
Es lo que sucede al intentar herir a un familiar.
Hago caso omiso al dolor y sigo apretando.
El dolor es insoportable y Álex no parece ni inmutarse.
— Eres penoso. — Susurra antes de esfumarse.
— ¡Joder! — Chillo con todas mis fuerzas y me tambaleo hasta caer al suelo.
Pego puñetazos a las baldosas, maldiciendo todo lo sucedido.
Levanto la vista y me encuentro con el cuerpo de May, que yace a pocos metros de mí.
Me acerco a ella y le cojo la mano, mientras paso un dedo por sus mejillas pálidas.
— May, abre los ojos, por favor. No me dejes. No te vayas. — Digo a punto de llorar.
May abre los ojos, con esfuerzo, y apenas respira.
— Evan... — Dice con la voz rota.
— Shhh... Ya estoy aquí preciosa, quédate conmigo ¿vale? No cierres los ojos, por favor... — Derramo una lágrima y me inclino hacia adelante para besar a May.
— Evan... Te quiero... — Dice mientras cierra los ojos.
— No digas eso May. Yo también te quiero. Quédate conmigo por favor. — Pero es tarde.
Su corazón ya no late.

Corazones de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora