CAPÍTULO 14

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MAY

— No lo sé. — Responde Evan.
Noto que mi corazón se acelera cada vez más, a punto de salir de mi pecho, para huír de esta horrible realidad.
Me pellizco varias veces, teniendo la esperanza de que esto no sea nada más que una pesadilla.
— ¡Ay! — Exclamo al pellizcarme con toda mi fuerza.
Evan me mira de forma vacilante.
— Estoy... Estoy comprobando que esto no sea más que una pesadilla. — Explico bajando la vista, mientras una lágrima rueda por mi mejilla.
Evan la seca con un dedo, y el contacto de su piel contra la mía hace que me estremezca.
— Osea que... Sueñas conmigo ¿eh? — Dice, intentando hacerme reír.
Sonrío y dudo por un momento en si debería abrazarle o no. Él parece darse cuenta de lo que me ronda por la mente, y mientras abre los brazos dice:
— Venga, May... Un abrazo a tu novio, ¿no? —  «¿Somos novios?»  Es lo primero que pienso antes de abalanzarme sobre él.
La verdad... La verdad es que no me importa lo que seamos. Lo único que necesito es tenerlo cerca, su presencia me reconforta mucho.
Y estoy segura de que aunque me rompiera el corazón, seguiría necesitando su presencia.
Me pierdo entre sus brazos y paso las manos por su pelo ondulado y sedoso...
Ahora más que nunca lo necesito conmigo. Ahora más que nunca, le quiero.
No sé como, pero me he enamorado de él sin necesidad de conocerle demasiado.

EVAN

Cada vez soy más consciente de mis sentimientos por May, y del riesgo y el peligro que eso conlleva.
La aprieto entre mis brazos, con suavidad, como temiendo que estuviese hecha de polvo y que pudiese desaparecer con un solo soplo.
Y la verdad es que la vida de un mortal es así; basta un mal golpe para acabar con un pie en la tumba.
Un escalofrío me recorre todo el cuerpo y May se da cuenta.
— ¿Que te pasa? — Pregunta tiernamente, acariciandome la mejilla con el dorsal de la mano.
Sonrío, le cojo la mano y se la beso.
— Nada. Pero... — Empiezo a pensar en Álex, en si debería decirle a May todo lo que sucede a su alrededor.
Me levanto de un salto y le tiendo una mano, la cuál ella coge sin vacilar.
— ¿Pero..? — Me incita a hablar.
— Tengo que ir a buscar a Sarah. — Trago saliva con fuerza, temiendo lo peor:
— ¡Yo también voy! — Exclama ella, cual niña pequeña.
— No, tú no vas. Es demasiado peligroso. — Le espeto.
— Por esa misma razón quiero ir. No pienso dejarte solo. No puedo perderte a ti también Evan... Entiendelo, por favor. — Me dice con los ojos encharcados en lágrimas.
Verla así hace que se me parta el alma.
Suspiro fuerte y me paso la mano por el pelo.
— De acuerdo, vendrás. Pero prométeme que no te mantendrás alejada de mí...

MAY

Evan suspira con fuerza y se pasa la mano por el pelo.
Noto cómo me brillan los ojos.
Adoro verle hacer eso... Es un gesto tan... suyo.
— De acuerdo, vendrás. Pero prométeme que no te mantendrás alejada de mí... — Asiento, y pregunto:
— Entonces... ¿Qué hacemos ahora? —
Evan me mira dubitativo, se acerca a mí y me pone un mechón de pelo detrás de la oreja.
— May ¿confías en mí? — Pregunta mirándome a los ojos con dulzura.
— A ti te confiaría mi vida... — Respondo en apenas un susurro.
Evan se acerca a mi oído, y con la voz cargada de sentimiento dice:
— Entonces cierra los ojos. — Los párpados me pesan, y empiezo a ver borroso.
Acabo sumida en un extraño sueño.
Empiezan a aparecer imágenes en mi mente, de las cuales logro captar algunas;
Ángeles y demonios. Evan y yo, agarrados de las manos, con una expresión de dolor marcada en los rostros, rodeados de llamas.
La imagen se mueve lentamente, como si hubieran congelado el tiempo para hacerlo más insoportable.
Noto el calor a mi alrededor, las manos de Evan contra las mías, y experimento un sufrimiento extraño.
Empiezo a llorar interiormente, ya que he perdido el control de mi cuerpo.
Las imágenes cambian cada pocos segundos, y no logro captar demasiados detalles, sólo a veces un rostro, unos ojos perversos, alas, plumas y llamas.
Hasta que de repente todo se calma y empieza a sonar una música.
El típico sonido que emanaría de una cajita de música.
Ahora me veo a mí, en un lugar completamente oscuro, salvo en el centro de lo que parece ser, una sala.
Todo está negro, excepto una pequeña zona donde hay una mesa iluminada, y encima la cajita de música.
Me acerco cautelosamente y rozo el pequeño objeto que tengo ante mis ojos.
Es de plata, y con unas extrañas inscripciones en la tapa.
No sabría decir qué dialecto es.
Abro la cajita y su interior me deja algo confusa.
Por dentro está forrada de terciopelo violeta, y en lugar de haber la típica bailarina, hay un ángel.
Un ángel de alas negras y pelo moreno.
Aunque es una escultura en miniatura, lo reconozco al instante.
Las manos empiezan a temblarme y la cajita se me resbala de las manos, cayendo al suelo y rompiéndose, dejando ver una pluma negra, que deduzco, estaría escondida en un falso fondo.
La respiración se me acelera y quiero salir corriendo, pero para mi horror no hay puertas, ni ventanas.
Ni si quiera un mísero conducto de ventilación.
— No te asustes. — Escucho a mis espaldas.
Me giro y reconozco la silueta de Evan, a pesar de la oscuridad.
Escucho los propios latidos de mi corazón, y no es hasta que apoyo la espalda en la pared, que me doy cuenta de que estaba retrocediendo.
— ¿Qué eres Evan..? — Pregunto casi sin voz.
— Ya lo sabes. Siempre lo has sabido. — Dice acercándose a la cajita rota.
Distingo su expresión, pero soy incapaz de descifrarla.
Parece... ¿Dolido? ¿Frustrado?
Se agacha y veo su torso desnudo, mientras él juega con la pluma.
— Déjate ver. Déjate ver a la luz, y entero. — Digo con el corazón en un puño.
Por primera vez desde que estoy aquí, Evan me mira directamente a los ojos.
Esboza una media sonrisa, se levanta despacio y se deja envolver por la luz.
Un grito se ahoga a medio camino de mi garganta cuando se pasa la mano por el pelo y deja ver dos grandes alas negras que emergen de su espalda.
— Eres un ángel... — Susurro.

Corazones de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora