El Traslador

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Mantengo mi vista fija en el penitente. La criatura todavía no se mueve, pero tengo el presentimiento de que está a punto de atacar. Abre sus gigantes fauces y suelta un rugido áspero y desgarrador. Pero es interrumpido por algo, o más bien, alguien.

Edward se desplaza a una velocidad sobrehumana y atraviesa la distancia que lo separa del monstruo en menos de un segundo (literalmente). El vampiro le atesta una patada en el rostro y lo impulsa hacia afuera, haciendo que choque contra el muro que tiene detrás. Acto seguido, comienza a correr en la dirección por la cual habíamos venido.

Demasiado conmocionada por el repentino acontecimiento, necesito que Jace me agarre del brazo para reaccionar y ponerme en marcha. Luego de atravesar el hueco, contemplo al penitente desplomado contra la pared. Claramente no se esperaba la reacción de Edward. Mientras me alejo trotando, alcanzo a ver por encima de mi hombro como Harry extrae su varita y le dispara un hechizo antes de que logre levantarse.

- ¡Petrificus Totalus! - dice, y el cuerpo de la criatura parece congelarse por completo. A continuación, se aleja corriendo para unirse a nosotros.

Edward lleva la delantera y parece ubicarse en el laberinto perfectamente. No vacila ni un segundo antes de doblar en un recodo y se nos hace difícil seguirle el paso. Es como si estuviera buscando algo con desesperación, como si necesitara ese algo y se sintiera terriblemente atraído a ello. Probablemente es Bella. Tratándose de vampiros, quien sabe qué clase de habilidad extraña poseen. O sea, este chico acabó con un penitente en menos de cinco segundos.

Mientras atravesamos los pasillos a toda velocidad, vuelvo a oír los familiares y escalofriantes ruidos que tanto me atormentan, aunque esta vez vienen acompañados de gritos humanos. Gritos de guerra. A medida que nos acercamos, las voces de los demás tributos son cada vez más claras y reconocibles.

Finalmente, doblamos a la derecha en un pasadizo y nos reencontramos con el resto del grupo, que se halla combatiendo contra dos penitentes. A juzgar por el aspecto de los muchachos, podría asegurar que ya habían derrotado a unas cuantas criaturas más antes de que nosotros llegáramos.
No lo dudo ni un segundo y comienzo a disparar flechas a los bichos, que aúllan de dolor cada vez que una bala los alcanza. Contemplo como Edward pega un salto abismal y aterriza en la cabeza de uno de los penitentes. Justo después, Jace hace exactamente lo mismo. Ambos muchachos hunden sus dagas en la piel del enemigo; los monstruos comienzan a perder el equilibrio.

Entre hechizos, balas, cuchillos, flechas, lanzas y espadas, los demás tributos terminan cortándole las extremidades a los penitentes para luego acabar con ellos de una vez por todas. Una vez que las criaturas ceden y se desparraman por el suelo, se instala un incómodo silencio, invadido por las respiraciones entrecortadas de los combatientes.

Unos segundos después, Edward corre a abrazar a Bella, Hermione hace lo mismo con Harry. Siento una pena enorme al observar el rostro hundido de Susan. No hace falta que nadie le diga que acaba de perder a su hermano para que se dé cuenta, por lo que se aleja del grupo, sollozando. Ahora me siento mal por ella. Si yo perdiera a Prim, mi actitud sería igual o seguramente peor. La muchacha ha estado aguantando todo este tiempo, manteniendo su posición firme y desafiante. Pero ahora el vaso se colmó y los sentimientos son demasiados como para dejarlos encerrados adentro. A todos nos ha pasado, siempre terminamos explotando.

Alguien me toca y al darme vuelta descubro que es Peeta, que me mira preocupado.

- ¿Por qué abandonaste el grupo así? - me dice, irritado -. Estuve a punto de salir corriendo a buscarte. Creí que te habían secuestrado los penitentes o algo parecido.

- Estoy bien, solo ayudé a Jace a liberar a los demás tributos - repongo a la defensiva -. Tienes que dejar de preocuparte tanto, yo también puedo manejarme sola.

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