Los rugidos de un futuro incierto.

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Hiccup realmente creía que con la presencia de su futura esposa –la preciosa princesa Elsa de Noruega, quien era sencillamente encantadora y lo dejaba sin aliento cada vez que le sonreía– y con la nueva paz entre vikingos y dragones nada podía arr...

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Hiccup realmente creía que con la presencia de su futura esposa –la preciosa princesa Elsa de Noruega, quien era sencillamente encantadora y lo dejaba sin aliento cada vez que le sonreía– y con la nueva paz entre vikingos y dragones nada podía arruinar el bueno humor que tenía desde el día que vio, con una sonrisa boba en la cara y un gran orgullo, a su dulce princesa engañar poco a poco a los guardias que siempre la acompañaban para que estos volviesen a sus hogares, incluso si desde entonces no habían llegado a tener un momento romántico como aquel que tuvieron en esa madrugada en la cual dormitaron juntos en el bosque sin tener que preocuparse constantemente por los minutos y la llegada del soldado alemán, sobre todo porque el teniente Ross ya había empezado a sospechar de sus escapas y por lo tanto la muchacha decidió eliminarlas por completo de su rutina por unos largos y solitarios días haciendo imposible tan si quiera mirarla fijamente por mucho tiempo frente aquel alemán loco. Hiccup estaba contento, orgulloso de su suerte y enamorándose cada día más de su prometida, conociéndola pacientemente y admirando esa belleza angelical suya, que no era solo exterior, sino también interior. Hiccup seguía cuestionándose cómo era posible para dos monstruos del nivel de los reyes noruegos concebir y criar a una persona tan dulce e increíble. Era incomprensible como los padres de su prometida repudiaban tanto todo lo que su cultura y él representaban mientras que Elsa le dedicaba tanto interés a comprender la cultura que tantos tildaban de barbárica y bestial, todo el esfuerzo de la dulce Elsa lo incitaba a esmerarse en conocer la parte buena de aquellas costumbres que intentaron imponerle tantos años atrás. Así que, una vez convencieron ambos a todas las damas de compañía de la princesa, Elsa finalmente pudo añadir el pasar tiempo con su prometido a su atareado día a día. Cuando la muchachita terminaba todas sus costumbres ya establecidas, una vez volvía de los entrenamientos con Astrid, y luego de almorzar con las mujeres noruegas y el soldado alemán, vikingo y princesa se iban a las entradas del bosque para compartir conocimiento. Cada día, él iniciaba contándole a Elsa los más interesantes datos de su religión o de las diferentes razas de dragones, y una vez ella terminaba de hacer todas sus anotaciones en aquel indispensable cuaderno suyo, él se recostaba a escuchar las parábolas de la biblia de ella. Y así, ambos detenían todo lo que tenían que hacer, evidentemente vigilados por el alemán loco, para comprender la cultura del otro.

Tan bellos y preciados eran esos minutos para ellos que ambos, sin querer confesárselo al otro, ya habían empezado a soñar como serían esos momentos de su rutina una vez crecieran. Tal vez en la recamara de la acogedora cabaña en Berk que tendrían una vez casados, tal vez en los maravillosos jardines del palacio de Noruega, tal vez ese placer durase pocos minutos al día, para que nunca se les acabase el que contar, o, posiblemente, serían los días los cuales fuesen pocos por las largas horas diarias que le dedicarían a ello. Tal vez seguirían siendo observados por soldados, o tal vez serían momentos de intimidad pura. Tal vez se besarían, o quizás solo disfrutarían de la voz y la presencia del otro.

Pero los hermosos días de calma y suaves toques terminaron junto con la alegría inquebrantable de Hiccup, todo comenzó en aquella ocasión en la que Elsa, luego de su agotador día, decidió que debería dejarse de religión y empezar con algo que le parecía más importante.

Huyendo del destino [HiccElsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora