Un inocente niño se paseaba con gran alegría por inmensos pasillos de un gigantesco palacio, sus cortas piernas lo llevan tan lejos como pueden con la máxima velocidad posible, sus risillas encantadoras resuenan por todo el palacio como una orquesta de angelicales melodías, aquellos que logran verlo se sienten bendecidos por su presencia y su magnífica aura pacífica. Los suspiros de almas encantadas secundan el tronar delicado de su calzado y su floral perfume los vuelve locos de ternura y amor.
Anthony Overland es un precioso muchachito de grises cabellos y verdes ojos, tiene las mejillas infestadas de diminutas pecas rosadas y, cuando se le ve bajo la luz del sol, solo uno de sus orbes parece obtener maravillosas tonalidades azules, haciendo parecer que sus ojos reflejan la mirada de su padre y de su madre. Nacido en tierras americanas el muchacho cumplió su segundo año de vida en las tierras alemanas, donde las más cercanas amistades de su madre se encontraban en ese preciso momento.
Las princesas de noruegas con la futura soberana inglesa caminaban pasos detrás de la, nuevamente embaraza, señora de Overland, contrario a todo lo que las normas y el dichoso protocolo dictaban. La bella condesa alemana caminaba con gran tranquilidad, con las manos entrelazadas frente a su vientre levemente abultado y los ojos clavados en su inquieto pero precioso primogénito mientras escuchaba las nuevas provenientes de las bocas extranjeras.
–La guerra vikinga cada día se endurece más –anunciaba tristemente la futura reina noruega mientras entrelazaba los brazos con su tierna hermana menor–, ha llegado a mis oídos que ha habido demasiadas bajas en cuanto a los soldados que nuestras tierras han enviado.
Se escuchó el gruñido de la inglesa. –Del ejercito inglés, más que ninguno otro.
–No parece que vaya a terminar pronto esta desgracia –interrumpió la marquesa alemana a la disputa de miradas que comenzaba entre las futuras monarcas. Acto seguido, la mujer se persignó lentamente y las doncellas la imitaron–. Dios esconda a nuestras tierras de tal altercado.
–Preferiría que Dios escondiese a nuestros hombres de tal altercado –murmulló dolorosamente la princesa de Noruega, ganándose una rápida mirada de reproche de su hermana mayor, pero la princesa Anna decidió ignorar tal cosa–. Creí haber oído a nuestros señores decir que esta disputa sería una minuciosa, una guerrilla que pronto encontraría su final.
Una sonrisa melancólica surcó el rostro alemán. –Dicen lo mismo de cada guerra, su alteza –dio una vuelta en sus talones entonces, mirando los bellos rostros de sus acompañantes y deseó fuertemente que el bebé en su vientre, si llegase a ser una dulce niña, fuese tan hermosa como aquellos miembros de la realeza–. Pero dejemos de lado tales temas, os lo ruego, os invité porque no contengo mi emoción, me encantaría que me contaseis los planes que tenéis para vuestro gran día, princesa Mérida y, si ya tenéis algo en mente, también me gustaría oír los vuestros, princesa Elsa.
Las mejillas de la inglesa se macharon de tonos rojizos que resaltaron cómicamente sus pecas mientras que la princesa noruega reacción bajando la cabeza en un inútil intento de esconder la sonrisa enamorada que empezaba a dibujarse en su cara. A la princesa Anna se le escapó una risilla mientras se retiraba del brazo de su hermana para poder colocarse al lado de la marquesa alemana.
ESTÁS LEYENDO
Huyendo del destino [HiccElsa]
FanficLa historia avanza, los imperios se alzan y se derriban. Nada durará para siempre. Pero ni Berk ni sus aliados quieren aceptarlo, quieren seguir incluso si la lógica dice que debieron de caer décadas atrás. Habrán de romper sus tradiciones para cons...