Fiestas del Verano Bendito.

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Hace diez años, cuando Noruega entera seguía en celebración por el nacimiento de su amada y sana princesa, los reyes bendijeron el futuro de su reino con la llegada de una nueva infanta, una dulce niña de cabellos anaranjados como las hojas que ca...

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Hace diez años, cuando Noruega entera seguía en celebración por el nacimiento de su amada y sana princesa, los reyes bendijeron el futuro de su reino con la llegada de una nueva infanta, una dulce niña de cabellos anaranjados como las hojas que caían de los árboles en otoño, con las mejillas sonrosadas y el cuerpo entero repleto de tiernas pecas, una preciosa futura soberana que tomaría el puesto de gobernadora suprema de los territorios noruegos una vez su preciada hermana mayor partiera a las fronteras de su prometido. Claro que en algún momento podría ocurrir que la forzada alianza con los vikingos se desquebrajara, pero para ello los reyes ya tenían su segunda, tercer, cuarta, quinta e incluso sexta opción por si alguna de las anteriores fallaba estrepitosamente, haciendo que lo más lógico fuese instruir a su hija menor para el día que tomase el trono de sus tierras. La vida de Anna, desde aquel entonces, se basó en comprender cada mínimo detalle de las costumbres de su pueblo, los modales de su clase social y la historia de Europa entera a la máxima perfección, cada minucia, cada problema y cada posible contratiempo tenía que ser controlado, esperado y conocido para la futura soberana de uno de los territorios escandinavos. A diferencia del trato que hermana mayor, sus padres se negaron rotundamente a comprometerla o entregarla a ningún hombre, por muy buena que fuese la oferta o por mucho que les beneficiase, incluso pasaban por alto lo mucho que Anna pareciera estar maravillada por tal prometido, ellos estaban esperando a que el candidato perfecto llegase, tal vez el heredero o, con suerte, joven gobernante de una poderosa patria, tal vez el primogénito de algún líder americano, puede que un joven hombre sabio de gran renombre, la cuestión era, sin duda, que fuese perfecto en cada aspecto concebible, pero ningún hombre parecía brindar esa imagen.

Pero lo más probable es que todo llegase a cambiar esa magnífica noche, en ese mágico baile, bajo las luces de los hermosos candelabros decorados con oro, alrededor de brillo y glamur... todo cambiaría finalmente para la joven princesa Anna, la Bendecida. El baile de esa noche sería el aquel en el que llevarían a cabo su presentación formal a la sociedad. Llegarían personas de todo el mundo: reyes, presidentes, emperadores, filósofos, artistas, burgueses, políticos, príncipes y herederos, llegarían con ellos reinas, princesas, emperatrices, escritoras, revolucionarias y herederas de grandes naciones. Solo la gente más importante, solo la mejor gente posible, entre todos ellos, seguramente llegaría aquella persona por la cual el corazón noruego había estado esperando tantos años de su corta vida.

–Tal vez llegue él –susurraba ilusionada la princesa mientras su hermana le cepillaba el cabello y ella se miraba a sí misma en el espejo decorado con piedras preciosas. Elsa alzó una ceja mientras sonreía, ocultando lo mejor que pudo su confusión.

–¿Él? –repitió acercándose a su hermanita para luego rodearle los hombros pecosos con sus finos brazos–. ¿Quién es él, dulce hermana? ¿Y cómo es que no estás segura de su presencia en tu cumpleaños más importante?

–Habló del hombre con el que me casaré lo más pronto posible –respondió con la misma ilusión de antes, su hermana mayor contestó con la más dulce de las risillas.

Huyendo del destino [HiccElsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora