i.

246 31 1
                                    

—¡Cariño!—gritó la señora Yang desde la planta baja de aquel acogedor hogar.

—¿Sí, madre?—respondió Jeongin de igual forma desde su habitación.

—¿Podrías sacar la basura? Mañana por la mañana pasará el camión y se la llevará.

Jeongin cerró su laptop donde estaba reproduciendo música en aquella tranquila noche. Hacía unas horas había terminado sus tareas de la escuela y se estaba dando un momento de paz.

Se puso sus tenis y bajó casi corriendo las escaleras, siendo reprendido por su madre.

—¡Yang Jeongin! Te he dicho que no bajes las escaleras así, te vas a tropezar.

—No te preocupes, mami—dijo sonriendo inocentemente y tomando la bolsa un tanto grande, negra que estaba en la cocina—. Sabes que no me pasará nada.

La señora Yang negó con una dulce sonrisa y volvió a limpiar la cocina.

Jeongin salió por la puerta color café y con cuidado bajó los pequeños escalones, caminó por el pasto y botó la basura en el gran contenedor. Sacudió sus manos y se dedicó a ver a su alrededor.

Eran exactamente las 11:00 p.m. según el reloj del castaño. La noche era estrellada, un clima templado, contados autos pasaban por el vecindario de aquel costoso y tranquilo fraccionamiento donde sólo vivían las familias adineradas de Seúl; entre ellas, obviamente la familia Yang. Después de unos segundos que se tomó para admirar lo solitario y callado que lucía su alrededor, respiró un leve viento que amenazaba con golpear los árboles. 

Le gustaba ese ambiente.

Un par de hojas volaron por encima de la cabeza de Jeongin, las miró fascinado mientras se dirigían a un lugar no específico, pero cada vez se alejaban más y más. Entonces, se aseguró de haber cerrado la puerta de su hogar y se dispuso a seguirlas, cual niño pequeño que seguía una mariposa.

Caminó un par de pasos, se aseguró de que no hubiera autos y evitar un accidente innecesario, con la vista y su presencia iba feliz por las aceras, pasando frente a las casas de sus "amigos". No sabía si en realidad llamarlos así, sólo eran chicos mimados, que, aunque estuvieran en la misma posición económica, eran totalmente distintos. 

Como su compañero de asiento en la clase de Historia, Lee Felix; quien se la pasaba invitándolo a las cenas elegantes que llevaban acabo sus "papis". Claramente no era invitados con fines de una amistad sincera y duradera, sino con la intención de unir a sus familias y formar negocios aún más grandes y de donde obtendrían más ganancias.

Sin embargo, Jeongin sólo pronunciaba un "No, gracias." y el australiano salía con el ceño fruncido de ahí.

El mismo Jeongin sabía que toda su familia, desde su abuelo hasta sus primos lejanos, pasando por sus padres y su hermano mayor, simplemente buscaban lo conveniente para las finanzas y negocios familiares. Igual pasaba con el afán de su madre por conseguirle una novia, y, aunque él ya había dejado clara su orientación sexual y su no gusto por las mujeres, la señora Yang insistía, arreglándole citas con las hijas de los millonarios de todo Corea.

Todos unos interesados.

Al haberse perdido en sus pensamientos, Yang había perdido de vista aquellas preciosas hojas color café, producto del otoño. Decepcionado, optó por volver a casa antes de preocupar a su madre, ya que se supone que sólo había salido a "sacar la basura".

El rechinido de los columpios en el parque a su izquierda, del otro lado de la acera, lo hizo temblar. ¿Quién estaría jugando pasando las 11:00PM?

Dirigió su vista hacia aquel parque, ese que con la ayuda de algunos billetes de la cartera de su padre se había logrado arreglar para que los niños residentes en aquel lado adinerado de la ciudad pudieran jugar. En un columpio azul, que se veía más oscuro de lo normal a falta de la luz que provenía del día, se encontraba una persona; un chico para ser precisos.

La poca iluminación de la Luna no ayudaba para poder tratar de identificar a ese chico. 

Tal vez sea Yeonjun hyung, pensó Jeongin, ya que su mayor vivía en la casa frente a ese parque, pero le pareció imposible luego de que, cuando agudizó su vista, no logró ver los cabellos rosa pastel que caracterizaban al Choi mayor.

Acercándose unos pasos y siendo sigiloso, pudo ver que la cabellera de el desconocido era... ¿Naranja? Efectivamente, finalmente pudo mirarlo y concluir que el color era anaranjado. Algo muy "alocado y estúpido" si su madre lo hubiera presenciado.

El desconocido, como Jeongin había decidido llamarle, lucía de su edad, tal vez un poco mayor, llevaba puestos unos jeans negros, un suéter color gris que al parecer le quedaba un par de tallas más grande y unos converse negros, algo desgastados.

Raro, ya que, si fuera su madre o alguna madre de sus amigos no hubiera permitido a el desconocido calzar algo así, y sería sustituido por algunos zapatos costosos y de diseñador.

Y finalmente, algo que logró llamar la atención de Yang completamente, fue el detalle de que el desconocido tenía un cigarro a medias entre sus dedos índice y anular. ¿Alguien de su edad teniendo permitido ese consumo? Muy extraño.

Realmente no podía ver algo más de aquel chico ya que estaba unos pasos más lejos. Miró su reloj nuevamente: 11:29 p.m... Y segundos después marcó las 11:30 p.m.

El sonido de las campanas de una iglesia a lo lejos lo asustó un poco, y se asustó aún más al ver cómo el desconocido apagaba su Marlboro en el suelo y se levantaba de aquel columpio azul.

Tratando de no ser notado, rodeó la calle y al salir de la vista de aquel parque corrió a su casa.

Al llegar, nuevamente fue reprendido por su madre al haberse ausentado durante 30 minutos, y aún más, a esas horas de la noche. Fingió estar arrepentido, y después de dejar un beso de buenas noches en la mejilla de su progenitora y un estrecho de manos con su padre, subió a su habitación.

Durante esa noche, bebiendo una leche de fresa en la oscuridad de su habitación, no paró de pensar en aquel chico que estaba sentado en el columpio azul, fumando un cigarrillo.

     ᥫ᭡ 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐖𝐁𝐄𝐑𝐑𝐈𝐄𝐒 & 𝐂𝐈𝐆𝐀𝐑𝐄𝐓𝐓𝐄𝐒 !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora