x. (i/ii)

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— Joder... — murmuré, ya me estaba cansando de caminar en círculos en mi habitación por tanto tiempo.

Bufé y por sexagésima vez miré mi reloj;

11:26 p.m.

Lo que le quería preguntar a Minho la noche anterior era la hora a la que vendría por mí, y vaya que tenía varias razones para preocuparme.

¿Y si mi madre nota mi ausencia en medio de la noche? ¿Y si Minho llegaba normal a tocar la puerta? Sería un desastre si mamá viera que no me junto con el hijo de los Lee, como ella piensa. ¿Y si Minho no viene por mí? ¿Acaso aluciné que tendría una cita? ¿Y si ya no me quiere?

Dejando de lado mis irritantes cuestiones -porque acepto que llego a ser irritante a veces- mientras me rompo la cabeza contra el escritorio estresado: — ¿A quién carajo se le ocurre tener una cita pasadas de las 11.00 p.m?

Todo mal...

Tengo puesto un suéter blanco con un gatito en medio, un pantalón de mezclilla y unas Timberland color negro. Luzco genial, no mentiré.

Sin embargo, mis ánimos bajaban poco a poco mientras los minutos pasan y no había rastro de Lee.

— Idiota— murmuré, no sé si para Minho o para mi mismo.

Siempre pasa esto, me invitan a algún lugar, acepto, me arreglo, me emocionó y luego me dejan plantado o me cambian para ir con otra persona, es tan estúpido que parece anécdota, pero es verdad. Debería dejar de...

Un par de piedritas chocan contra mi ventana, sacándome un buen susto en medio de la antes silenciosa noche, mamá y papá duermen. Rápido me acerco a el objeto del vidrio y desde arriba veo al estúpido de Minho.

¿Merece mis infantiles insultos? Si, su necedad me hace desesperar a veces y creo que si ustedes estuvieran en mi situación tampoco la pasarían bonito.

Abro silenciosamente la ventana y me ve desde abajo, sonriéndome como siempre y mostrando sus casis imperceptibles hoyuelos desde donde estoy yo.

— Baja, Rapunzel — susurra lo suficientemente fuerte para escucharlo. Es consciente que la hora es un desastre y que podría ser descubierto, pero como siempre, le importa una mierda y muestra su sonrisa. Lo admiro tanto.

Me paso por encima de la ventana, la cierro tras de mí y bajo cuidadosamente por las escaleras de emergencia que rechinan hasta cuando el aire choca contra ellas.

— Hola, Nini.

— Hola, idiota— le sonrío falso.

Una vez llego a donde él me abraza por detrás situando su mentón en mi hombro: — No te enojes. Tuve unos inconvenientes, pero aqui estoy.

Su tacto me hace temblar levemente, nunca me habían abrazado de esa manera tan... ¿Íntima? ¿Podría considerarse eso "intimo"? Puede ser, pero no es tanto el propio abrazo, sino quien es el que me lo da. Jamás me imaginé a Minho de esa forma, ya que mi imagen sobre el siempre fue alguien burlón, interesante, infantil y adicto a el tabaco.

— ¿A dónde iremos?

— Oh... Traje una sorpresa. Ven.

Se separa de mí, toma mi mano entrelazándola con la suya y me jala para comenzar a correr por las calles
Realmente me siento como los adolescentes de películas; rebeldes que escapan de casa, corriendo por las frescas calles de la ciudad, en medio de la noche.

Bueno, realmente creo que eso somos.

Avanzamos un par de calles más, y con la respiración agitada, nos paramos frente a un auto color negro, algo viejo a simple vista y con un poco de polvo cubriéndolo. Minho suelta mi mano y se recarga sobre este tratando de mostrarse sexy, mira sus uñas superficialmente y sonrie.

— Te presento a mi bebé. ¿No es lindo?— pregunta simulando limpiarlo con la manga de su suéter negro.

No pude evitar reir bajito: — Por supuesto que lo es.

Me acerqué a la hojalata y lo observé, nada especial, sólo quería entrar en el rol de actuación que estábamos llevando a cabo.

— Oh, señorito Yang. ¿Quisiera dar un paseo en esta belleza? Será gratis y le daré el mejor servicio —mencionó volviendo su voz más gruesa de lo normal mientras posaba sus ojos en mi. Sonreí.

— Sería un gran honor, señor Lee.

Corrió a la puerta del copiloto y la abrió para mí, asentí en forma de agradecimiento y me monté en el auto para sentir la puerta ser cerrada. El interior olía a menta debido a un desodorante que seguramente puso Minho, sonreí ante ese detalle.

Un par de segundos después, ambos nos encontrábamos ya avanzando mientras el contrario me miraba un par de veces para luego sonreir.

— ¿A dónde vamos?— pregunté rompiendo el silencio, que sorpresivamente nunca fue incómodo. Sólo era... Silencio.

— Es sorpresa.

— ¿Cómo se que no me estás secuestrando?

Fingió un rostro de duda: — Mhhh... ¿Te estoy secuestrando? No recuerdo que eso estuviera en mis planes, pero si tu quieres está bien— se encogió de hombros.

Reí un poco: — Tonto.

— Por ti.

Mis mejillas se colorearon de rosado, lo sabía. Entonces volteé a ver por fuera de la ventana, hacía unos segundos salimos de mi fraccionamiento y ahora estábamos dirigiéndonos a una parte de la ciudad que estaba un tanto abandonada. Para ser sincero, no sabía que estaba haciendo, pero tampoco me importaba mucho descubrirlo. Sabía que con Minho estaba seguro.

Saco un par de dulces de café con mantequilla, como los de días atrás, sólo los extendió hacia a mi y tome uno murmurando un "gracias". No lo comí, sólo jugué con el.

No se podía apreciar mucho hacia afuera, estaba tan oscuro que sólo las débiles luces del auto alumbraban un poco. Miré a Minho conducir, como sus huesudas manos se aferraban al volante, como abultaba su labio inferior concentrado en el camino, como su cabello se revoloteaba un poco ya que él tenía la ventana abierta y entraba un poco de viento.

Estaba feliz.

Pero no duró mucho.

El auto comenzó a hacer un par de ruidos extraños provenientes del motor y enseguida dejó de funcionar. Así de simple. La mirada confundida de Minho estaba presente. Sólo le dio un golpe al volante.

— Mierda— susurró. Otro golpe—. Mierda, mierda, mierda...

Comenzaba a alterarse.

Definitivamente no era otra de sus muchas bromas, estaba furioso.

Intenté relajarlo.

— Ya... Minho. No pasa nada. Podemos dejarlo aquí y llamar a una grúa mañana, yo la pago.

— Quería que fuera perfecto...— balbuceo mirando hacia afuera. Sobó el hueso de su nariz y cerró los ojos, frustrado.

— Está bien. No te preocupes— tomé su mano libre y la acaricié.

— Lo lamento, sabía que esta carcacha no duraría mucho. Es tan viejo...

— Es lindo— sonreí.

Me miró al escuchar el sonido que hice al reír y se relajó notoriamente:

— Si quieres, te llevo a tu casa y lo dejamos para otro día.

— No es necesario— murmuré.

— ¿Y qué planeas hacer? ¿Quedarte aquí a platicar?— su tono de burla era leve, estaba decepcionado de sí mismo.

Suspiré, deje su mano y me acomode en el asiento volteando mi cuerpo completamente a él.

— ¡Claro!

     ᥫ᭡ 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐖𝐁𝐄𝐑𝐑𝐈𝐄𝐒 & 𝐂𝐈𝐆𝐀𝐑𝐄𝐓𝐓𝐄𝐒 !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora