xxii.

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Sus largos dedos se pasaron por su pelo mientras lo veía como si fuera lo más interesante del mundo. Pronto las lágrimas inundaron su rostro, no hacía ningún ruido, no sollozaba. Nada. Solamente lloraba y lloraba mientras Jeongin lo apreciaba, asustado.

— ¿Minho...?

— Vámonos de aquí.

Jeongin formó un rostro confundido —. ¿Del parque? Bueno, podemos ir a mi casa y...

— No — lo interrumpió con voz seria a la vez que su llanto era aún más notorio mientras acunaba el rostro del menor entre sus manos —. Escapemos. Vayámonos de aquí, podemos conseguir un lugar con nuestros ahorros y... Salgamos de aquí, de Seúl, del mundo.

Jeongin observaba todo con asombro, cómo Minho le hablaba con súplica en todas y cada una de sus palabras, la inminente e inevitable ruptura de todo lo que construyeron, las ganas de salvarlo a toda costa.

¿Minho sabía a lo que se enfrentarían? La escuela, sus vidas... Sus padres.

— ¿Qué ocurrió, Minho? — pregunté con el último grado de esperanza de conseguir la razón de todo lo que estaba sucediendo, tan rápido que no estaba seguro de haberlo procesado. El corte en la piel de Minho lo alertaba, pero todo quebrándose a sus alrededores lo habían sentir vulnerable.

— No importa lo que haya pasado...
Por favor, vámonos

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—  Esto es una locura — murmuró Jeongin negando con la cabeza mientras metía ropa a una maleta que encontró en casa de forma apresurada y con las manos temblando.

Minho estaba haciendo lo mismo en su casa. Acordaron pasaría por el menor treinta minutos después en el auto de su padre para así poder irse.
Jeongin accedió. Algo llamado sentido común le decía que no estaba bien huir simplemente mientras sus padres no están en casa como cada noche de copas, pero analizando la situación, no supo qué más hacer.

Y es que si veía desde otra perspectiva, su situación actual era una completa mierda. Ninguno de los dos estaba feliz estando con sus familia –o lo que quedaba de ellas–, el ambiente era estúpidamente oscuro y no podían seguir viviendo así.

Aunque si lo veían por otro lado, ¿quién les  asegura que esa era la forma correcta de sobrellevar las cosas? ¿Quién le aseguraba que simplemente estar con Minho estaba bien?

Jeongin no estaba confundido respecto a sus sentimientos, no lo malinterpreten, pero él mismo sabía que las relaciones amorosas no tenían la felicidad asegurada. ¿Qué tal si todo fracasaba?

¿Algo aún peor? Ni siquiera estaban en una relación.

No es que Jeongin no quisiera, por supuesto que no. Simplemente había sido muy tímido en ese aspecto. En cambio, Minho siempre era quien tomaba la iniciativa y siempre lo apoyaba en todo, con esa personalidad extrovertida y sin miedo al qué dirán. Jeongin, por otro lado, demostraba su amor adorando a Minho como adoraba a lo más preciado del mundo. Lo más preciado de su mundo era el pelo naranja, tenía hoyuelos y los ojos más bonitos que había visto nunca antes.

Minho despertaba en él ese sentimiento que para muchos el solo hecho de mencionarlo les causa tristeza, euforia, compasión... Minho despertaba amor.

Pero no. Jeongin era un miedoso y cobarde que le daba miedo dar el siguiente paso por temor a que su boca se secara y terminara tartamudeando estupideces.

Honestamente, entre pensamientos, no sabía qué estaba haciendo ni por qué lo hacía, pero estaba seguro de que también quería seguir a Minho en esta decisión, como en cualquier otra que implique su felicidad.

Guardó prendas importantes, artículos de higiene y un par de zapatos. Sólo le faltaban objetos importantes que estaban sobre la mesa de noche.

Al acercarse a ella observó la leche de fresa que había comprado el día anterior. Sonrió irónicamente y la abrió cuidadosamente. La alzó al aire y dio un trago.

Observé una foto familiar que su madre puso en un portarretratos junto a la lámpara y la tomó entre sus manos para observarla. Todos lucían felices, su papá con una brillante sonrisa mientras lo cargaba a la corta edad de cuatro años, su madre al lado viéndolos con ternura.

La destrucción emocional no nace únicamente de una relación amorosa con otra persona. Jeongin nunca fue maltratado físicamente, pero fue abandonado, desde su infancia hasta cuando más lo necesitó. Sus padres siempre impusieron la importancia de los negocios en ese hogar, dejando claro que eventos como su recital de guitarra en cuarto grado o la vez que se lastimó la rodilla y tuvo que ser enyesado podía esperar, así como que el hecho de no juntar su corazón con alguien a su conveniencia merecía su marginación.

Devolvió la foto a su lugar, sin embargo la acomodó boca abajo de modo que no se viera. Suspiró y tomó lo que le faltaba para cerrar la maleta.
Tras finalmente agarrarla y colocarla en el suelo para comenzar a rodarla, tomó la perilla de la puerta y miró atrás por última vez.

El ver la habitación donde tuvo tantos momentos geniales le hacía querer echar todo por la borda y rechazar huir, pero no, se mantuvo firme ante sus principios.

«Haz lo que creas mejor, Jeongin.»

No podía evitar pensar en su madre, mas la decisión estaba tomada y se aferró a ella tanto como estaba aferrado a Minho.

Bajó las escaleras y se posó frente a la puerta, el pitido de un claxon sonó afuera. No tomó sus llaves puesto que no volvería a utilizarlas, simplemente puso el seguro por dentro y salió sin vacilar.

Observó el auto de Minho quien le esperaba para meter su maleta en la cajuela, le sonrió un tanto débil y subió al auto. Cuando él hizo lo mismo en el asiento de piloto le acarició la mano suavemente y le dio un beso rápido.

— ¿Estás seguro de que quieres hacer esto conmigo?

Suspiró de nuevo.

— Sí.

     ᥫ᭡ 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐖𝐁𝐄𝐑𝐑𝐈𝐄𝐒 & 𝐂𝐈𝐆𝐀𝐑𝐄𝐓𝐓𝐄𝐒 !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora