xv.

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— Oh, por Dios — Jeongin se quejó mientras sobaba su frente en señal de que le dolía fuertemente la cabeza —. Te dije que no debíamos tomar tanto.

Apenas iban unos cuántos tragos y  sentía que todo se movía. El pelinaranja rió y acarició su espalda.

— Eres tan lindo cuando te preocupas.

Jeongin suspiró y trató de sentarse bien en la cama del mayor, pero tener al contrario sobre él acariciándolo no ayudaba mucho.

— Deberíamos dormir ya — dijo Jeongin.

— No quiero — respondió el más alto tumbando al de pelo oscuro sobre la cama mientras él hacía lo mismo—. Quiero verte. Me gusta verte.

— Estás ebrio, Honnie...

— Tú también, Nini...

El menor dirigió su mirada a el chico a su lado, quien se acurrucaba entre sus brazos buscando cariño y mimos.

Yo soy el menor, soy yo quién debería ser mimado, pensó haciendo un pequeño puchero, pero igualmente comenzó a acariciar la piel del pelinaranja.

— ¿Te he dicho que eres lindo?

Minho sonrió con los ojos cerrados —: Sí...

Y es que Jeongin, aunque no era alguien de muchas palabras, sentía esa necesidad interna de adorar a Minho, de decirle lo mucho que lo apreciaba y lo hermoso que era.

Veía las numerosas y ya vacías botellas de soju tiradas en la alfombra, unos vasos de plástico que encontraron en la cocina y lo desolado que lucía el ambiente de esa habitación. Entonces recordó ese pensamiento que tuvo sobre los cambios que tuvo al pasar tiempo con Minho, ese sentimiento de vacío que se apoderaba de él además de lo quebrada que se volvía su vida. No lograba comprender porqué, enserio no lo sabía. Supuso que era algo que le surgió al convivir con Minho. Si realmente era así, era jodido. 

¿No se suponía que al conocer al amor de su vida, su día a día sería mejor y más colorido? ¿Por qué estaba pasando exactamente lo contrario?

¿Por qué mientras más tiempo pasaba con Minho se sentía cada vez más en el fondo de un hoyo sin forma alguna de salir?

Era como si... Como si Minho lo destruyera de forma inconsciente.

Miró al de cabellos naranjas que mantenía esa pequeña sonrisa en labios mientras recibía caricias en su cabeza y abdomen.

Días atrás llegó nuevamente a una conclusión de que lamentablemente él mismo era quien le daba el único que cariño que recibía el mayor. Definitivamente el señor Lee no le daba ningún apoyo ni amor a Minho, tampoco tenía una mamá que le cocinara galletas o al menos estuviera ahí para brindarle apoyo en los momentos necesarios. Minho estaba sólo...

— ¿En qué piensas? — preguntó el más alto mientras veía los ojos de Jeongin.

Pensaba en muchas cosas. Pensaba en todo y a la vez en nada.

— En nada — sonrió el menor —. ¿Ya te sientes mejor?

Minho entrecerró los ojos —: Yo siempre estoy bien.

La boca de Jeongin esbozó una sonrisa —: Lo dice el tipo que hace un rato se cayó de su propia cama cuando solamente estaba sentado.

— ¡Se movió la cama, fue una trampa!

— Acéptalo, no tenemos aguante para el alcohol.

El pelinaranja rodó los ojos divertido —: Me parece impresionante de tu parte, yo pensaba que acostumbrabas a tomar vino y esas cosas en las fiestas elegantes a las que vas con tu familia.

— De hecho no, no soy mucho de tomar. Hice una excepción esta vez.

— Me siento halagado — dijo el mayor y se posicionó sobre Jeongin —. Dame un besito.

El pelinegro accedió y elevó un poco su cabeza para plantar un pequeño y suave beso en los finos labios de Minho. El antes mencionado sonrió y volvió a su lugar acostado junto a Jeongin, esta vez siendo él quien pasaba las yemas de sus largos dedos por la suave piel de el menor y dejando besos de vez en cuando sobre la cabellera ajena.

— ¿Minho? — susurró Jeongin viendo al techo.

— Dime.

El menor suspiró un tanto cansado, definitivamente tenía sueño pero le gustaba estar recibiendo mimos.

— ¿Qué te gusta de mí?

Esa cuestión invadía sus pensamientos muy seguido. ¿Qué era lo que atrajo a Minho? Es decir, ni siquiera era alguien interesante, o una persona que hablara mucho. Simplemente lo que podía ofrecer era ser oyente y si de Minho se trataba, pues claramente su amor. Pero quería oírlo, quería saber exactamente qué es lo que tiene de interesante.

El mayor posó su mano bajo su barbilla simulando pensar a fondo y luego en un rápido y hábil movimiento se volvió a situar sobre Jeongin, posando sus piernas entre la cintura del menor y acorralándolo contra el colchón. Acarició el rostro del pelinegro y miraba con detenimiento a su dongsaeng.

— Me gusta —dejó un beso en su rostro —... Todo de ti. Cuando lo digo es en serio, amo tu bello rostro — besó su mejilla —, tus largas pestañas — besó su párpado con cuidado —, tus bonitos labios — besó suavemente los belfos rosados de Jeongin, haciéndolo suspirar —. Significas mucho para mí; significas la razón de los latidos rápidos de mi corazón aunque simplemente tomes mi mano, la fuerza que tengo para levantarme todos los días de esta horrible vida.

El nudo en la garganta de Jeongin se hizo más estrecho, mas no lloraba, no iba a llorar. Su cuerpo fue recorrido por un escalofrío.

— Honnie...

— No es necesario que digas nada. Ya respondí tu pregunta, querido.

El mayor salió de encima suyo y lo besó antes de apagar la luz y disponerse a dormir abrazando a Jeongin.

Esa noche, Jeongin lloró entre los brazos de Minho, ahogando sus sollozos mientras mordía su labio inferior. No sabía si se encontraba sensible por el alcohol de tan solo un rato atrás o simplemente lo que dijo el mayor lo dejó pensando.

No quería pensar en las cosas malas, pero de pronto llegó a su mente Minho. Esa tendencia que tenía a la autodestrucción, parecía que él mismo se buscaba su final. Fue así como comenzó a sentirse mal de que él no podía hacer nada para detenerlo, no era tan fácil como pedirle que dejara de fumar. A ese paso las cosas empeorarían, algunas veces escuchó al peliazul toser de una forma extrañamente potente, le pidió que al menos en ese rato no fumara otro cigarrillo, pero Minho únicamente le sonrió y dijo:

— Todo está bien, no te preocupes por mí...

     ᥫ᭡ 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐖𝐁𝐄𝐑𝐑𝐈𝐄𝐒 & 𝐂𝐈𝐆𝐀𝐑𝐄𝐓𝐓𝐄𝐒 !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora