xviii.

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— Por Dios...

Desde su cama, Minho veía asombrado a Jeongin quien le relató lo que había pasado con su madre, este se encogió de hombros.

— Lo último que me dijo fue que no esperaba que me fuera de casa o algo así, simplemente... Simplemente está ofendida por mi supuesta traición y no planea prestarme atención así lo requiera.

— E-Esto es mi culpa, no debí dejar que te quedaras aquí esa noche, yo... — el pelinaranja comenzaba a despeinarse con las manos en un signo de nervios y profundo arrepentimiento —. ¿Entonces?

— ¿Entonces, qué?

— ¿Qué planeas hacer? ¿Dónde vas a dormir? ¿Estarás cómodo viviendo aún ahí? Mierda, esto es mi culpa. Lo siento en verdad, lo sien...

— Minho — sentenció el menor y los ojos del contrario se posaron en los suyos —. Estaré bien, no será muy distinto a mi día a día, creo que lo único que haré será trabajar. Lo he pensado y pediré empleo donde trabajas, no puedo seguir dependiendo de ellos.

— Jeong...

— No te preocupes, ¿está bien?

El menor se levantó de la silla de Minho y le dio un pequeño beso en la mejilla para luego volver a su lugar. Había faltado a la escuela para ir a casa de Minho y contarle la situación. El mayor ofreció su casa para quedarse en ella, pero viéndolo en perspectiva, resultaba aún peor. Podrían ser descubiertos por el padre de Minho y ciertamente no quería problemas con familias ajenas, tenía más que suficiente con la suya.

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Pasaron días, semanas, tal vez casi un mes desde el inconveniente entre Jeongin y su madre. No se dirigían la mirada, si su padre era distante antes, ahora casi no se inmutaba de su existencia. Cenaba en su habitación con comida que financiaba él mismo y solo salía a la escuela y a casa de Minho.

Por su parte, el pelinaranja, también pidió empleo de forma definitiva en la tienda de útiles escolares. Ambos fueron aceptados sin problema alguno y aunque su paga no era la más apropiada, era suficiente para dos personas. Constantemente Minho invitaba a Jeongin a dormir a su casa para evitar que el menor se sintiera incómodo en su propio hogar. 

Hacían bromas sobre que parecían recién casados sosteniéndose con el sueldo mínimo, que, aunque no faltaba mucho para que fuera una realidad, les era cómico el pensar en su forma de vivir anteriormente.

Habían pasado casi cuatro meses desde el día en que se encontraron columpiándose sobre esos juegos rechinantes, tres meses durante los cuales ambos se encontraron y a la vez se perdieron de su sombra interna.

— ¿Quieres ir a cenar a aquel restaurante que vimos el martes? — preguntó Minho jugando con una cartulina mientras veía a Jeongin acomodar la sección de lápices.

— ¿No es muy costoso? — mencionó Jeongin —. Nos pagan la semana que viene...

— Eso no importa, Innie — sonrió el mayor —. Tengo mis ahorros.

Jeongin era fan de la falta de preocupación de parte de Minho, así pudieran estar a punto de morir en un barranco, seguramente le diría que no se preocupara. Aunque a veces no era tan conveniente, la mayoría de las veces era absurdamente atractivo.

Con Minho había aprendido de cierta forma a dejar de pensar en todo, en lo que pudieran decir los demás y estar más consigo mismo. Así como el mayor. A el pelinaranja sinceramente le importaba un comino lo que personas susurraran al verlo sin siquiera conocerlo en lo más mínimo.

Irónicamente, la forma en que estar con el mayor lo hacía sobrepensar las cosas era agotador, pero él siempre creyó que era problema suyo.

— Está bien, vamos — accedió el menor y se ganó una sonrisa de los labios de el pelinaranja —. Pero dame un beso.

Minho sonrió —: Los que quieras.

Se acercó a el área donde estaba el de pelo oscuro y dejó un pico en los belfos de Jeongin. El menor esperaba un beso como los que le daba regularmente, así que Minho al separarse rápido pudo sentir los labios contrarios abalanzarse sobre su mentón. Rió.

— Estamos trabajando, Jeong.

El menor bufó bajito y sonrió levemente para volver a su tarea—: Siempre me dejas queriendo más.

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— Buenas noches, bienvenidos. ¿Qué desean ordenar?— preguntó el mesero que en su gafete tenía de nombre Beomgyu a ambos chicos que se encontraban leyendo el menú. Este los recibió con una amable sonrisa. Cuando ambos chicos ordenaron ayudándose entre ellos, el mesero se retiró dando una reverencia y ambos chicos le sonrieron.

— ¿Se puede saber con qué pagarás estos platillos? — insinuó Jeongin mostrando sus dientes entre su sonrisa.

— ¿Recuerdas que hace unos días trabajé y cubrí el turno de WooYoung? La paga doble siempre es buena.

Jeongin asintió, complacido. Minho dejó un pequeño beso en los labios de Jeongin y volvió a su lugar. El menor tomó la copa con agua que había frente a él y señaló la de el pelinaranja para que también la tomara.

— Quiero hacer un brindis.

— Adelante — dijo y elevaron un poco las copas.

— Brindo por... Brindo por todo. Brindo por haberte conocido, por que nos relacionamos, porque... A pesar de las circunstancias y que es relativamente poco tiempo el que hemos compartido, me hacer ser otra persona. Sacas la mejor versión de mí.

Jeongin sonrió y tras chocar las copas suavemente dieron un trago de la bebida.

— No vayas a embriagarte, cariño — bromeó Minho.

— Para nada, querido — siguió Jeongin.

Sus platillos llegaron y tras agradecer al mesero se dedicaron a comer entre una agradable charla, sonrisas y risas. Fue una agradable cena. Jeongin le agradeció con un beso a Minho y éste lo aceptó totalmente gustoso. Así entonces se levantaron dispuestos a irse a la caja a pagar.

Una mujer solitaria de al menos unos setenta años sentada en su mesa tiró al suelo su plato de comida alegando que era de muy mal gusto tal comida.

En realidad no muchos prestaron atención, pero ambos chicos sí. Ofrecieron ayudar a levantar todo ya que meseros entraron en fase de limpieza inmediata solamente por el berrinche de la clienta. Fue reprendida por otra persona de la siguiente mesa y al verse en situación de que de todas maneras tendría que pagar el platillo, optó por culpar a Minho y Jeongin.

— ¡Fueron ellos! ¡Ellos tiraron mi comida! — agregó victimizándose.

Los dos chicos se miraron rápidamente y en cuestión de segundos, Minho tomó la mano de Jeongin.

Corrieron hacia la salida del restaurante y tras tirar algunos billetes junto con algo de propina a la cajera gritando un lo sentimos
salieron corriendo de aquel lugar.

Lo primero que llegó a la mente de Jeongin entre la adrenalina, el enojo de ser culpado injustamente y la vergüenza de ni siquiera pagar la comida adecuadamente, es que siempre ocurría una desgracia. De verdad tenían mala suerte.

Por otro lado, Minho reía ruidosamente mientras corría tomando la mano del contrario. No sabía porqué le causaba tanta gracia. 

Corrieron y corrieron sin rumbo alguno, solo ellos dos entre las eternas y frías calles de la ciudad. Porque son simples chicos viviendo su vida. Una vida juntos.

     ᥫ᭡ 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐖𝐁𝐄𝐑𝐑𝐈𝐄𝐒 & 𝐂𝐈𝐆𝐀𝐑𝐄𝐓𝐓𝐄𝐒 !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora