Capítulo 23

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Narra Lily

Durante este último mes, hemos estado buscando información sobre estos "sujetos" y gracias a los padres de una chica de mi clase, Brooklyn West, hemos podido encontrar bastantes cosas que nos podrían servir. El hombre que acompañaba a Alberto en la sala, y que hacía de guardia, descubrimos que se llama Omar Assad, de origen árabe, aunque según nos cuenta Abril, en ese momento estaba demasiado ocupada en noquearle y no en mirar sus facciones.

Ha pasado varias temporadas en prisión, la primera fue a la temprana edad de dieciocho años, recién cumplida su mayoría de edad, aunque antes de los dieciocho, estuvo en varios centros de menores. Encerrado por robar bancos, joyerías y el más llamativo, cómplice de asesinato, encerrado durante dieciséis años, ahora tiene cincuenta y siete. Así que hay que tener mucho cuidado con él.

Los padres de Brooklyn, juraron no contárselo a nadie, así que esta es la ayuda que estamos obteniendo por parte de ellos, ya que nosotros no queremos decírselo a los nuestros por miedo a que nos obliguen a quedarnos en casa y no poder vengar a toda esa gentuza.  

—4 de abril – suspiro y giro mi silla hacia Erik que está despatarrado en un sillón de mi habitación. Levanta la cabeza y me mira.

—¿Ya ha pasado tanto tiempo? —pregunta incorporándose por completo. Asiento y se acerca, mira el calendario que tengo pegado al corcho de mi habitación —pero, si hasta hace dos días estábamos en verano – murmura. Me encojo de hombros y miro la hora en el reloj que llevo en la muñeca. Abro los ojos como platos al darme cuenta de la hora.

—Tenemos que prepararnos, es la primera misión después de tanto tiempo, además es perseguir a Assad – digo poniéndome las manos en la cabeza – ¿cómo se nos ha olvidado?

—Se te habrá olvidado a ti, porque yo ya lo tenía muy presente, además eso de perseguir queda bastante mal, es mejor decir, vamos a tener una entretenida persecución detrás de Omar Assad, queda más formalito, ¿no crees? —se burla y yo le doy en la frente con dos dedos, él hace como si se cayera para atrás y se pone una mano en el pecho, haciéndose el ofendido.  

—Venga, vámonos —digo ofreciéndole una mano para que se levante —y deja de hacer el tonto – replico en un tono burlón.

—¿Ahora eres tú la que tiene prisa? —pregunta en el mismo tono que estoy usando. Pongo los ojos en blanco. Voy al baño para ponerme una sudadera y coger la pistola que me la anudo a la camiseta que llevo debajo. Ubico a Erik apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho, veo perfectamente como sus músculos están tensos. Lo reconozco, solo me falta babear.  

Al verme en la puerta del baño, se endereza y extiende el brazo para que coja su mano. Me guía hacia afuera, como si no supiera ir hacia la puerta de la calle, a pesar de ser mi propia casa.

—¿Dónde vais? —es la voz de mi madre desde el salón. Mierda.

—Eh... pues... —intento improvisar algo, pero mi mente está únicamente centrada en el plan.

—A dar una vuelta por el paseo marítimo —dice Erik, y para añadir más valor a sus palabras, le da una sonrisa enigmática, de las que, en el pasado, yo odiaba y que ahora no puedo parar de admirar.

—Vale, no lleguéis muy tarde, ¿entendido? —dice mi madre, devolviéndole la sonrisa.

—Claro, y en el caso de que se nos pase la hora y estemos un poco lejos de aquí, vamos a mi casa y la traigo mañana por la mañana —y, como no, Erik vuelve a dar otra de sus sonrisitas que derriten a cualquiera.

—Perfecto – dice mi madre – ale, ale, divertíos.

Me despido con la mano y ella nos lanza besos desde el sillón.  

Salimos, nos ponemos las capuchas y nos dirigimos hacia el paseo marítimo por callejones, para pasar desapercibidos, como queríamos.

A lo lejos divisamos a nuestra "presa". Omar Assad está saliendo del bar donde trabaja. Erik dirige su mano hacia su cinto y saca lentamente la daga. Al mismo tiempo, saco mi pistola. Ambas armas están bajadas, pegadas a nuestro cuerpo.

Avanzamos hacia él, salimos por una gran avenida y nos mezclamos con una avalancha de gente que viene hacia nosotros, por un segundo pienso que le hemos perdido de vista, por suerte, estoy equivocada, está unos metros delante.

Erik sujeta mi mano más fuerte e intentamos andar lo más despacio que podemos para no llamar la atención.

Rápidamente le alcanzamos, Erik pone una mano en su boca y disimuladamente le arrastramos a un callejón solitario. Él intenta gritar, por supuesto, pero mi novio aprieta tan fuerte contra su boca que, por un segundo, pienso que le va a dejar sin respiración.

Saco una cinta aislante de mi mochila, Erik quita la mano de su boca, pero antes de que pueda producir algún sonido, la vuelvo a tapar con la cinta. Le ato de manos y pies con una cuerda resistente y Erik le revisa de arriba abajo, esperando encontrar algún arma. No tiene y nos sorprende gratamente.

—¿Eres tan imbécil como para pertenecer a una banda y salir sin ningún tipo de protección? —pregunta Erik, escupiendo cada palabra, como si tuviera asco. Él intenta contestar —era una pregunta retórica, capullo – me mira, dándome pie a hablar, así que me agacho y me pongo de cuclillas.

—Te voy a quitar la cinta muy lentamente porque te vamos a hacer unas cuantas preguntas. No quiero ni el más mínimo ruido a no ser que sea para contestar, y espero que sea una respuesta que nos sirva. Cada vez que hagas algún movimiento o ruido que no sea de mi agrado este chico que tengo aquí atrás te va a golpear tan fuerte que, cuando acabe, no vas a recordar ni tu nombre, ¿me has entendido o lo tengo que volver a repetir? —digo con voz siseante, él asiente, con el terror plasmado en el rostro.  

—Genial, ahora, no te muevas —dice Erik, apuntándole con la pistola en la cabeza. Le quito la cinta aislante de un tirón y pone una mueca de dolor a la vez que le brillan los ojos por las lágrimas.

—Dinos, ¿para qué secuestraste a Kate? —pregunto lentamente con una paciencia que no sé de dónde consigo sacar.

—No sé quién es Kate —dice con desprecio. Giro mi cabeza hacia un lado y la apoyo en mi puño.

—Vale —le digo con una calma fingida, me giro hacia Erik y me levanto. Le da un puñetazo en el tabique de la nariz que empieza a sangrar un poco.

—¿Qué te crees que haces? —pregunta con sangre cayendo desde su nariz hasta su boca, entremezclándose con su saliva. Erik se prepara para darle otro puñetazo, pero le pongo una mano en el antebrazo y noto bajo mi toque como sus músculos se relajan.

—Vamos a ver, voy a ser muy clara, o me respondes o te golpea hasta que supliques por vivir —le digo, volviéndome a sentar junto a él —así que, habla, ¿para qué secuestraste a Kate?

—No fui yo solo —dice encogiéndose de hombros. Erik se acerca, pero levanto una mano para pedir calma.

—No te estoy preguntando quién fue, de momento, lo que te estoy preguntando es para qué, ¿con qué propósito? —le pregunto, suspira y empieza a hablar.  

Lily, simplemente ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora