Capítulo final: Maldición rota

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No hubo mucho tiempo, pues la enfermedad de Subaru estaba muy avanzada y era ya casi seguro que moriría definitivamente esa noche, pero Astrid, aquella que era como la luz de la salvación del vampiro, no iba a dejar que él muriera. Ella sabía que lo que estaba pasando no era su culpa, pero lo sería si no hacía algo antes de que su amado se fuera para siempre. La capanadas habían empezado a sonar, lo que se sentía que si no se hacía algo al respecto, sería el adiós. Astrid se separó del beso y puso su cuello en los labios de Subaru, apartando su cabello rubio. - Subaru... bebe mi sangre, sólo así te salvarás.-

-No, nunca te haría daño.- dijo Subaru ya bastante débil, pero sientiendo el delicioso aroma de la samgre de su amada, la cual ya había probado antes. Sin embargo, Astrid insistió, por lo que el vamiro albino al final no pudo resistise y la mordió, comenzando a succionar su sangre. La chica se quejó del dolor, pero dejó que siguiera, con tal de que él se salvara. Las campanadas seguían sonando, por lo que Astrid simplemente sonrió con la acción, porque su amado iba a salvarse, ella lo sabía desde el fondo de su corazón. Subaru hizo esfuerzo por no tomar toda su sangre, pero no podía evitar el delicioso sabor que lo volvía loco era algo que quitaba sus sentidos, pero lo único que lo mantenía bien era que justamebte bebía de su prometida que aún era humana y no quería matarla. Siguió hasta la última campanada y Subaru, segundos después, se detuvo, lamiendo la sangre de sus labios y la herida de su prometida, sin embargo, a pesar de beber lo que necesitaba, sintió una carga de carga de adrenalina, por lo que terminó desmayandose.

Pasó el tiempo y estaba a punto de amanecer, muy apenas se empezaban a notar los colores en el cielo. Subaru abrió sus ojos lentamente y sintió un pequeño bulto encima de él. Vio algo borroso pero reconoció el techo y lo que se veía del ataúd, pero después vio claro y notó algo dorado encima de él y lo supo de inmediato, era Astrid, quien estaba inconciente. Rápidamente se incorporó en el ataúd y la abrazó. -¿Astrid? Astrid... ¿Estas bien?- preguntó el chico, zambarreandola suavemente, pero cuando giró el rostro de la chica, observó lo que le dio sentimientos encontrados: Astrid estaba pálida, pero se veía todavía mucho más hermosa que antes. El vampiro le acarició sus labios y notó que de su boca se le notaban sus pequeños y afilados. Una mezcla de felicidad, miedo y culpa se apoderó de Subaru, pues su intención no era convertirla en vampiro, o por lo menos no todavía, pero ahora estaba asegurado que ella sería su esposa por toda la eternidad. -Astrid, vamos, despierta.- después de eso, la besó con mucha ternura.

Al separarse, Astrid empezó a abrir los ojos, los cuales brillaron por segundos a la vez que los abrió. Ella lo miró. -¿Subaru? ¿Estás bien?-

-Yo estoy bien, gracias a ti. Fue accidental pero ahora, somos iguales.- Subaru acarició a su rostro lentamente y le sonrió. Ella también sonrió y acarició la mano de él. -Si... Ahora somos dos bestias hermosas.- comentó Astrid, así ambos dandose ese dulce beso lleno de amor y debilidad por el otro. Ya era seguro que nada ni nadie los iba a separar. En ese mismo cuarto, había alguien mirandolos con mucha ternura y era Christa. No era ella exactamente, era su fantasma. Estaba sonriendo mucho, estando orgullosa de su hijo. Ella pensaba mucho en lo parecido que era Subaru a Karl Heinz, pero a diferencia de su esposo, Subaru logró tener al amor de su vida verdadero de otra manera. Fue una fortuna que su historia no se repitiera. Aunque le desagradara admitirlo, su muerte trajo el bien, en otras palabras, la felicidad de su hijo y de quien era su nuera. Christa después de verlos, se dio media vuelta y se retiró, desapareciendo para siempre, pues su último deseo fue cumplido y ahora podría descansar en paz, dejando lo que era el amor entre su Subaru y Astrid, las dos bellas bestias que se amaban con ternura y locura.

Subaru estaba realmente feliz así como también Astrid, sintió que la maldición de ser una bestia chupasangre triste y solitaria se había roto, pues ahora sabía que nunca mas estaría solo, comtando con el amor de su prometida. La maldición se convirtió en una bendición, la cual dio su inicio al salir los primeros rayos de sol, lo cual era la primera mañana del año nuevo.

Afraid of the Beautiful Beast (Diabolik Fanfics de Romance) Vol.4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora