extra

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Mark y Eliazar.

Si hubiese dicho que sí.

Es mentira.

No es real eso de los destinados. Es una historia tonta, pienso yo, de esas que le cuentan a los nenes para que piensen cualquier cosa. Qué me importa a mí el Alfa ese que es mío y que anda por ahí. Que se quede lejos, digo.

Yo nunca soy de enojarme. Porque si me molesto me duele la cabeza y a mí no me gustan las cosas que me lastiman. Nunca me agradó lo complicado, eso que te hace pensar mucho. Mi mamá siempre dijo que los Omegas son buenas personas, y yo le creo. Muy fuerte y buena era mi mamá. Yo quiero ser como ella de grande.

Pero fue mentira. Nunca en mi vida tuve tantas ganas de decirle cosas a una vieja. Tonta esa. Que porque tiene como cien años se cree que sabe todas. Qué me importa a mí si tuviste treinta maridos. Que con tantos divorcios seguro ni eran tan buenos.

—¿Qué vas a saber de la vida, si no tenes a un Alfa a tu lado? —me decía entre risas, mirando a las otras que seguro eran sus amigas. Calladito me quedé, con mi carrito bien al lado mío. De todo quería decirle, pero la palabra se me atoraba en la garganta y se me desbordaba por los ojos. El calor se me subió por toda la cara. Como un tomatito me decía Mark. Pero cuando estaba con él era por placer. No con estas viejas, que me llenaban de angustia y enojo.

Muchas ganas de llorar tenía yo. Lo sentía en la garganta, ahí, haciendo ese ruidito que me daba una fea sensación. A mí no me molestaba tener el olor suavecito de Mark en el cuerpo. Para que me sientas a tu lado me dijo. Claro, porque si me marcaba el cuello nada pasaba. Yo nunca iba a tener de eso, una marca, digo. Y la verdad es que a mí no me importa nada de aquellas cosas. Ni la marca, ni los destinados, ni los Alfas. Esos te matan y te tiran en una bolsa a la basura. A mí me gustaba Mark.

Me hacía sentir bonito. Me reía mucho con él y me cuidaba como mi mamá y Khadir hacía. Con él me olvidaba de todo lo otro, del lazo, los destinados, los cachorritos. Me ponía bien bobo y él lo sabía. A mí me daba vergüenza a veces, porque es grande y sabe mucho. Yo a penas sé leer. Tampoco lo hago bien. Como Tarzan hablo yo, todo al revés.

Mark me gustaba porque no me hacía sentir tonto por ser ignorante. Por venir de la frontera y no sé qué cosa. Si le decía que no sabía sobre algo, iba y me explicaba. No se reía de mí, como esas señoras. Mucha paciencia me tenía. Y él sabe que soy medio bobo, y no le gusta que la gente se aproveche de mí.

—Con todo el respeto del mundo, Señora —repetí las palabras que Mark me dijo—. Cierre la boca.

Una avalancha de gritos me vino. Que soy un maleducado, que quién me creo para decirle eso y otras cosas que no le entendí. Me empujó con su carrito hasta que llegué a la caja. Todo el mundo la miraba, roja como una ballena y gritaba y gritaba. Yo pasaba mis cositas en silencio, asintiendo con una sonrisa, como Mark me había dicho. La cajera levantaba las cejas, atenta al escándalo de una veterana con un tierno Omega como yo. Pobre vieja, me dije, como una loca está quedando. Y bueno, agarré mis bolsitas y me fui.

No es que soy vivo, en realidad yo no entiendo nada. A Mark le copio todo. Él es como yo, un Omega, pero parece más Alfa que otra cosa. Y digo la verdad, en sus celos se lubrica como yo, puede tener crías como todo Omega. Pero es fuerte, como mi mamá. Yo creo que si ellos se conocen se llevarían muy bien.

A él todo el mundo le hace caso. Los Alfas le tienen miedo y eso a mí me sorprende. Hay mucha cosa extraña en el país libre. En el mío nos matan y somos poca cosa, pero acá van y mandan. Ojalá algún día me encuentre con Khadir, para decirle que estoy bien. Que no tengo ni al Alfa ni al cachorrito, pero sí una casita con alguien que me quiere.

Llanto de cachorro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora