Un día
Yo en realidad no sé nada.
Me da un poco de vergüenza no aprender rápido. Nunca fui a la escuela y no escribo nada porque no sé agarrar el lápiz. En mi país nada de eso importaba, por eso mamá no me mandaba. Y pensé que iba a estar bien así, pero en el país libre todo el mundo estudia. Y en realidad a mí no me importa aprender a dividir, ni las tablas de multiplicar, que a mí me basta contar con los dedos.
Al único que le preocupa eso es a Mark. A él todo le hace como ruido. Que me manda con tutores, que me manda a terapia, para mí él no quiere pasar tiempo conmigo. Eso pensé al principio. Hasta que me preguntó un día, por la noche, qué quería ser en el futuro.
Yo no entendí la pregunta. Yo quería seguir siendo Eliazar y también quería estar ahí con él, en la cama, desnudo y acurrucado. Quería ser su Omega en el futuro y en el presente. Y tal vez era lo único a lo que aspiraba.
—Tu Omega —confesé, mirándolo a los ojos. Mark sonrió y toqueteó suavemente los dedos de mis manos. Me sonrojé leve, aún sentía el cosquilleo de su presencia en mi vientre.
—Pero eso ya eres.
Me quedé pensando unos segundos. Sonreí bobo y oculté mi rostro en el hueco de su hombro y su cuello. Mark me abrazó y sentí su latido fuerte contra el pecho. Su mano acarició mi cintura y volví a sentir el cosquilleo en mi estómago.
—Quiero ser mamá —dije. Esta vez Mark no respondió con rapidez. Sus latidos se volvieron más fuertes y su aroma me envolvió. Elevé la mirada, ese Omega tenía los ojos cristalizados. Traté de no sonreír, habíamos hablado de esto mucho tiempo. Muchos meses en los que se la pasó explicándome que él no podía darme un cachorro. Ambos éramos Omegas y aunque él terminara dentro mío, ningún cachorrito aparecía después. Yo anhelaba algo que él no podía darme de forma natural.
—Eli... —negué con la cabeza.
—Ya sé... quiero tener un cachorro... pero más me gustaría ser tu Omega para siempre —me puse rojo desde la frente hasta los hombros. Me subí sobre él una vez más. Mis muslos gruesos quedaron lado a lado de sus caderas, lo sentí sobre mi entrada húmeda. Lo habíamos hecho una vez, y estaba cubierto de sudor, feromonas y semen. Los ojos de Mark se dilataron, tomando mi cintura con sus manos. Sonreí, olvidándome poco a poco de la idea de ser madre. Me froté lentamente sobre su miembro, él empezó a tocar el mío y ya empezaba a calentarme una vez más.
Así me gustaba estar, siempre. No sé qué me pasa, pero cuando lo veo algo se retuerce dentro mío y empiezo a lubricar y a pensar cosas extrañas. A Mark no le molesta que me sienta así siempre, que lo quiera dentro, que me llene hasta gotear. Simplemente lo quería. Su aroma, sus feromonas, toda su belleza para mí. Había algo en su rostro y en él que me gustaba cuando yo le daba placer. Mark se ponía rojo, su mirada se volvía cristalina y gemía roncamente. Era un Omega, lubricaba como yo, pero su cuerpo me tomaba como un Alfa lo haría. Me gustaba que me mordiera el cuello, los muslos.
A mi Omega le gustaba sentir lo territorial que Mark podía ser. Había veces en las que él llegaba del trabajo y su aroma me enloquecía. Me volvía bobo, rojizo, me nacía la necesidad de arrodillarme frente a él y sentirlo en mi boca.
Mark me abrazó y me empujó contra la cama, quedé debajo de él y esta vez lo presioné contra mí con la ayuda de mis piernas. Abracé su espalda y lo miré, jadeante, sonrojado. Mis facciones se fruncieron en dolor y placer cuando me penetró una vez más. Mark me acarició la cintura, besó mis pezones, mi cuello. Todo su calor me envolvió y yo gemí gustoso del momento. Me sentía ahogado por él, por sus feromonas fuertes, me volvía bobo y caliente. Le pedí que fuera lento y profundo, él presionó con su mano mi vientre, ahí, donde su miembro se aventuraba a darme un calor jugoso y delicioso.
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Llanto de cachorro
WerewolfEl derecho a decidir por su cuerpo y vida acabó en el instante que él lo miró a los ojos. Su aroma, su presencia, toda su dominación eran fuertes bofetadas contra la piel y eso le gustaba. No había tantas explicaciones. Le gustaba. Le encantaba. ¿E...