Parte 12

211 21 3
                                    

Abro los ojos, acostumbrándome poco a poco a la luz que entra por la ventana. Empiezo a recuperar la conciencia y la memoria. Lo de ayer no fue un sueño, ¿verdad? No, no lo fue. Este brazo que rodea mi cintura, el torso desnudo contra mi espalda, su pierna enredada entre las mías o su aliento haciendo cosquillas en mi cuello, son prueba de ello. Me giro lentamente, intentando no despertarle. Permanece en la misma postura, así que puedo verle dormir. Es, simplemente, perfecto, con sus rasgos marcados y esa barbita de varios días. Bajo la vista, levantando un poco la sabana, relamiéndome en silencio. No me culpéis, llevaba meses observándole de lejos, soñando con su cuerpo sudoroso, y anoche le tenía encima de mí. Y debajo. Y a mi lado. Ayer, en mitad de nuestro... escarceo amoroso, me dijo que me quería. No lo imaginé, estoy segura de ello. ¿Fue un acto reflejo, producto del calentón del momento, o realmente lo siente?Me gustaría tocarle el pecho y cada uno de los músculos, pero se le ve tan relajado... A la mierda, es mío y haré con él lo que quiera. Así que mi mano cobra vida propia y empiezo a dibujar una línea imaginaria, pasando de sus hombros hasta el cuello, bajando por el pecho y acabando por todos y cada uno de sus abdominales marcados. Acerco la nariz a su pecho para que su olor corporal me invada por completo. Cuando reposo mi mano en su cintura, se remueve y abre la boca levemente. Tengo que besarle. No me puedo resistir. Al principio, no me lo devuelve, pero pasados unos segundos, abre un ojo y, sonriendo de medio lado, me agarra por la nuca e introduce su lengua en mi boca. Después de unos maravillosos minutos, se separa de mí, dejándome los labios enrojecidos. Los acaricia con el pulgar y yo aprovecho para metérmelo en la boca, chupándoselo provocativamente.

—Buenos días a ti también —dice entonces, sonriendo.
—Hola —contesto—. ¿Has dormido bien? —Ni te lo imaginas.—Necesito una ducha. ¿Haces café? La cafetera está al lado del microondas.—¿Y me dejas así? —me pregunta, echando rápidos vistazos a su entrepierna.

—No me creo que tengas tan poco autocontrol... —le contesto mientras me levanto de la cama y, desnuda y contoneándome de forma algo exagerada, camino hacia el baño. No es mi estilo ser así. De hecho, creo que nunca me las he dado de provocadora, pero ahora sí. Me apetece y, por lo que puedo comprobar, funciona. Abro el grifo del agua y, mientras espero a que salga caliente, enciendo el reproductor de música. Cuando me coloco bajo el chorro, paso mis manos por el pelo, peinándomelo hacia atrás, y empiezo a tararear las canciones, hasta que acabo cantándolas a pleno pulmón pocos minutos después. Estoy a punto de finalizar una de mis actuaciones más memorables cuando se abre la mampara. Al girarme, encuentro a Peeta mirándome fijamente a los ojos. Se acerca a mí, quedándose justo bajo el chorro de agua. Toda la escena en conjunto parece sacada de uno de esos anuncios de colonia en los que un tipo se tira desde un acantilado y nada desnudo hasta la modelo protagonista. Pues bien,no tengo acantilado, pero sí a un tío sexy desnudo dentro de mi ducha y no, no soy modelo ni mucho menos, pero, por primera vez en mi vida, soy la protagonista. Peeta me agarra por la cintura y me acerca a él, con firmeza, mirandome muy serio. Me besa con rudeza, como si realmente me necesitara. Producto de su pasión, la cabeza me da vueltas y mis rodillas empiezan a flaquear, así que me rindo a él. Da un par de pasos, obligándome a mí a retroceder hasta que mi espalda toca contra la pared de frías baldosas, haciéndome estremecer. Atrapa mis manos contra la pared, a ambos lados de mi cuerpo. El contraste entre la fría pared de la ducha y su cuerpo caliente y mojado contra el mío es maravilloso y excitante. Siento sus labios y sus dientes en mi cuello y luego en los hombros, trazando un camino que está siendo mi perdición, hasta que, de repente, siento mucho frío. Descolocada, abro los ojos y me encuentro sola en la ducha mientras el, totalmente empapado, guiñándome un ojo y con una sonrisa de suficiencia en la cara, se aleja con una toalla en las manos.—¡¿Perdona?! ¡¿A dónde te piensas que vas?! —A prepararte un café, como me has pedido.
—¡Ni se te ocurra salir por esa puerta! —le amenazo.—¿Por qué? ¿En qué quedamos, quieres un café o no?—¡¿Y me dejas así?!—Espera... ¿cómo era la frase? No me creo que tengas tan poco autocontrol... Y, sin más, sale del baño, dejándome con cara de tonta.

La Loca De La Camara (everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora