Parte 16

173 21 6
                                    

Me duele la cabeza de tanto llorar. Llevo horas sentada frente al ordenador dela redacción sin haber sido capaz de tocar una sola tecla. Esta mañana necesitaba salir de casa. Necesitaba alejarme de las decenas de fotos despedazadas que contanto esmero y devoción guardaba hasta hace unas horas. Por culpa de estas malditas instantáneas me veo como estoy. Por culpa de ellas he perdido al amor de mi vida. Por culpa de ellas, mi vida ha vuelto a como estaba hace unas semanas, vacía.¿A quién pretendo engañar? La culpa no es de estas fotos, si no de quien las hizo: yo. Es lógico que haya huido al verlas. ¿Quién en su sano juicio tiene semejante colección de fotografías de alguien desconocido? Una loca obsesionada como yo. ¿Por qué no me comporté entonces como una persona adulta y me acerqué a él a hablarle? O, ¿por qué no le conté lo de las fotos cuando tuve la oportunidad? Incluso, ¿por qué narices no las tiré cuando ya no necesitaba mirarlas cada noche porque podía verle en persona, a mi lado en la cama?Por otra parte, me duele en el alma que piense que utilicé a Will para acercarme a él. No puedo creer que me crea tan cruel e insensible como para utilizar a un niño de ocho años para acostarme con un tío. Quiero con locura a ese niño y realmente quiero hacerme cargo de él. Aunque, por otro lado, ¿cuáles son las probabilidades de que te obsesiones con un tío y que resulte ser el profesor del niño que cuidas? Muy pocas en una ciudad normal, ínfimas en una ciudad como Nueva York. Cuando el reloj marca las tres de la tarde, me levanto, me cuelgo el bolso al hombro y me dirijo hacia la puerta de la redacción. —¿Estás bien? —me pregunta mi jefe. —Más o menos... Esbozo una sonrisa de circunstancias y poso la mano en su antebrazo para intentar tranquilizarle. De camino al colegio, compruebo mi teléfono para ver si tengo noticias de Peeta. He intentado contactar con él varias veces desde que se marchó, llamándole y mandándole mensajes. Necesito que me crea. Entiendo su enfado por las fotos. Me comporté como una acosadora obsesiva y no me extrañaría incluso que me denunciara. Pero lo que no puedo permitir es que crea que utilice a Will para llegar a él, y es lo que insisto en explicarle. Cuando llego a la puerta del colegio, no hay ni rastro de Peeta y tampoco de Will, aunque algunos de sus compañeros de clase ya están por aquí fuera. Me apoyo nerviosa en la barandilla, mirando a un lado y a otro a través de mis gafas de sol. ¿Estará hablando con Peeta? ¿Saldrá con él? Poco rato después, aparece Will. Solo.

—Hola, Will —le saludo, intentando simular normalidad.
—Hola. Peeta no va a venir en un tiempo —me dice, dejándome muda. Siento los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos—. Me ha dicho que tiene mucho trabajo y que intentará venir a verme el sábado, si tú quieres. Oficialmente, nos acabamos de convertir en un matrimonio divorciado con la custodia compartido de un hijo.

Al llegar al parque, como es habitual, Will sale corriendo a jugar mientras yo me dejo caer en un banco. Le observo correr, riendo despreocupado. Al principio, barajé no contarle nada, pero sé que acabará sospechando. Además,parece que Peeta ha allanado un poco el terreno y ya le ha dejado caer que por las tardes dejará de venir con nosotros. Totalmente sumida en mis pensamientos, no me doy cuenta de que se ha sentado a mi lado hasta que escucho su voz. —¿Qué haces? ¿No vas a jugar? —Estás triste. —No... No te preocupes. Es solo que he tenido mucho trabajo y tengo muchas cosas en las que pensar.

—Tengo ocho años, pero no soy tonto. Te pasa algo con Peeta.—¿Con Peeta? ¿Por qué dices eso?—Porque él está igual que tú: callado y distraído. Y nunca habíais preferido trabajar a veros. Había olvidado que Will es ese niño que me dejaba alucinada con sus preguntas y ocurrencias, fijándose en cosas que se le escapan a la mayoría.

—Peeta y yo hemos discutido —digo, sin rodeos.—¿Por qué? ¿He hecho algo? —pregunta, realmente preocupado. —No, cariño. Tú no has hecho nada. Verás... ¿Recuerdas que te hablé una vez de un chico que me gustaba antes de conocer a Peeta? —Will asiente con la cabeza—. Era Peeta.
—No... No lo entiendo... Y entonces se lo cuento todo. Empezando por mis paseos por el parque, cámara en mano, continuando por mi incapacidad para entablar conversación con Peeta, para acabar con mi asombro al ver que el chico con el que estaba obsesionada era su profesor. —¿Y entonces, encontró las fotos?—Todas ellas. —¿Cuántas tenías?—No lo sé... Muchas. Cien. No sé.
—¿Y por qué se ha enfadado contigo? —Porque se ha asustado un poco. Yo le perseguía como una espía. En plan... loca.

La Loca De La Camara (everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora