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Acrux

Tōru se iba a arrancar la cabeza

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Tōru se iba a arrancar la cabeza.

Con un quejido, se dio vuelta en la cama y escondió su rostro en la almohada.

Estúpido alcohol, estúpido Tetsurō, estúpido él.

De la nada, sonidos afuera de la habitación lo pusieron alerta así que pese a su dolor se sentó rápidamente y observó la puerta cerrada como si estuviera tratando de ver a través de esta.

"¿Será Leche? No, no puede ser. Cada que tengo que quedarme en las instalaciones la dejo con mi hermana. ¿Un ladrón? Que no sea eso, por favor" pensó, mientras observaba a su alrededor buscando algo con lo que pudiera defenderse.

En su inspección, encontró dos cosas fuera de lugar.

¿Una segunda almohada en su cama? Tōru no veía la necesidad de eso, ya que siempre estuvo bien con una única almohada.

¿Un vaso de agua y medicinas listas para que él tome? Aunque apreciaba el gesto de su yo de anoche al dejar preparado todo para la resaca que lo esperaba al día siguiente, Tōru no estaba seguro de si de verdad él tuvo la suficiente capacidad mental como para pensar en eso.

O tal vez no fue él, sino alguien más.

¿Pero quién?

¡Iwa-chan!

Tomándose las pastas de un solo trago, Tōru se levantó lo más rápido que su dolor de cabeza le permitía y salió de la habitación encontrándose con el susodicho parado en toda su gloriosa forma en su cocina.

— ¿Iwa-chan? —pregunta Tōru.

Con una sartén en la mano, Hajime se dio la vuelta para poder observar al castaño.

—Pensé que te habías muerto. El almuerzo ya casi está listo ¿Si te tomaste los medicamentos que te dejé?

Después de dar una respuesta afirmativa Tōru procedió a sentarse en el comedor y desde allí, apreciar como Hajime se movía por la cocina terminando de preparar los alimentos. Una hermosa vista para empezar el día.

Una vez ambos estuvieron frente a frente y con los platos a su disposición para ser consumidos, Tōru no pudo evitar preguntar.

—Así que un piloto, ¿eh?

—Al final me terminó gustando la profesión. No es lo que quería pero tan poco resultó ser tan horrible —respondió, para luego mirar al otro hombre a los ojos y hacer su propia observación—. ¿Al fina tu mamá cedió con la medicina?

—Nop, yo me salí por voluntad propia y con ayuda de mi hermana me pagué la carrera. ¿Sabías que Tetsurō también estaba estudiando conmigo?

Y así se fue la tarde entre relatos, risas, añoranza y algunas lágrimas. Las dos almas que estaban destinadas por fin volvieron a reencontrarse.

Los dos habían cambiado, habían crecido y madurado.

Pero como dice el dicho, "perro viejo no aprende trucos nuevos".

Sus sentimientos quedaron guardados. De eso no se habló y ninguno de los dos preguntó.

La diferencia, es que ahora sabían que había algo. Eran un poco más atrevidos, más confiados.

Dedos rozándose.

Toques más firmes.

Sonrisas sin reprimir.

La tarde cayó y el momento favorito de Tōru llegó.

El reloj marcaba las once de la noche y allí se encontraban, Tōru y Hajime, acostados en el tejado de la casa del castaño observando las estrellas.

— ¿Y estuviste en Latinoamérica? —preguntó Hajime muy asombrado.

— ¡Sí! Fue maravilloso, allí obtuve mi especialización y aproveché para visitar varios países. Estuve en Argentina, Colombia, Brasil y creo que Chile también. Comí tanto que en una ocasión terminé en el médico. La música es fantástica y ni hablar de las personas. Allá hice varios amigos y ellos me llevaban a todas las discotecas que conocían.

— ¿Entonces hablas más idiomas aparte de japones e inglés? —inquirió, sin dejar de mirar a Tōru, quien tenía su vista fijada en las estrellas con una gran sonrisa.

—Español casi a la perfección, principalmente para mis estudios pero con eso llegó el plus de poder entender las canciones. —Rió un poco—. De portugués solo sé cómo decir "Hola", "Adiós" y "Gracias". No mucho. —El muchacho terminó de decir con una leve risa, recordando sus pobres intentos de comunicarse en Brasil.

— ¿Y allí fue donde aprendiste a bailar? Porque no lo haces nada mal —comentó con una sonrisa burlona en sus labios.

Toda respuesta que Hajime pudo haber buscado con ese comentario, la obtuvo al ver el rubor que se esparció por el rostro de Tōru, quien se rehusaba a mirarlo a la cara.

—Si, allá aprendí y al parecer a ti te encantó —contraatacó pese a su vergüenza.

—Nunca dije que no.

Entre bromas —que tienen su verdad oculta— ambos pasaron la noche, acostados el uno al lado del otro y sintiéndose en un sueño eterno del que ninguno quisiera despertar.

Sol de Media Noche [IwaOi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora