Querido Espejo:
Hace tiempo que no te hago visitas, tampoco es como si te hubiera echado de menos. Todo fue en parte tu culpa, siempre mostrando un reflejo que yo odiaba o quizás fuera mi mente agotada. Si caía en el intento a ti nunca debió importarte.
Refrescaré tu inanimada memoria con mi imagen antes de ser cortada a partes, deteriorada por las penas, dada mil vueltas, manejada al gusto de unos estándares poco creíbles que tiene la sociedad y de las palabras ajenas. Demostrándome tu poder en mí.
Te diré que lo primero que hiciste fue minar poco a poco mi autoestima, no te costó mucho, siempre queriendo demostrarme que valía menos al ponerme al lado de otras personas que parecían ser mejores. Devolviéndome una mirada de ojos tristes, mostrando que solo era del montón, que no había nada que destacar en mí.
Es fácil hacer caer a alguien cuando le quitas aquello que lo hace especial, cuando pones la zancadilla a su sonrisa fácil o a los rizos de su pelo o a sus caderas altas. No es complicado saber que los humanos nos adaptamos si no encajamos en el entorno en el que vivimos, nuevas rutinas, caminos más fáciles para llegar a mismo resultado...
Espejito, espejito, ¿por qué a pesar de que los que me rodeaban me dijeran sobre mi delgadez tú me devolvías la mirada como demostrando que eso no era suficiente? ¿Cuándo me hiciste dependiente de mi figura, de mi aspecto al exterior? ¿Cómo fue que calaste tan dentro de mí que casi me destruiste?
Te he visto en tu máximo esplendor. En salas blancas y camas frías. En sueros y ropa de hospital. En piel pálida, ojos muertos y huesos marcados. En familias y futuros borrosos. En el ir y venir de psicólogos. En charlas en las que las sillas eran más anchas que sus ocupantes.
¿Es esto en lo que nos quieres convertir? ¿En muñecos de papel translúcido que viven en el baño encerrados? ¿Cáscaras vacías, sin vida ni alma? Conmigo cometiste el error de creer que me habías matado tanto como para aislarme, sin contar con que siempre tendría apoyo, en las malas y en las buenas.
Supe que empezaba a ganar la batalla al ver que las cucharadas aumentaban, las sonrisas no se torcían, las costillas no se notaban tanto. Aunque sabía que todavía quedaba trabajo por hacer, había esperanza. He visto lo cruel que eres, no dejas que haya un paso en falso, siempre esperando a un tropiezo.
Las sábanas a mi lado se cambiaron y esperaste a que otra víctima las llenara. No solo nos matas poco a poco sino que eres capaz de crear trampas para el débil corazón del que atacas, se para al no aguantar la presión.
Pero mis pasos temblorosos se hicieron fuertes, se convirtieron en zancadas que hicieron retumbar el suelo y destruyeron lo que construiste en mí. No huía de ti, corría hacia el lado contrario del que te encontrabas.
Solo espero que algún día alguien sea lo suficientemente fuerte como para convertirte en polvo, en esquirlas diminutas, tantas como personas te llevaste. Por mí, por quien fuera que se tumbara en la otra cama de mi habitación desinfectada, por los de las sillas gigantes, por los que pasean con sueros alimentando el alma, por los que resistimos, por los que se quedaron atrás.
Simplemente era eso, espejito, no me esperes, no me llames. No necesito tu reflejo viciado para saber que he recuperado lo que en algún momento me quitaste, que conseguí superarte junto a los que amo y que no te echaré de menos nunca más, solo serás un recuerdo empañado que ahora está lejos y me hizo fuerte.
Atentamente,
Un vencedor

ESTÁS LEYENDO
When stars don't sleep
Short StoryEllas se esconden detrás de las nubes sin saber de su brillo no se agota. Ríen sin conocer su belleza, juegan sin que el Sol las vea. Pero temen a apagarse o a que sea siempre de día, temen a dejar de titilar o ser demasiado viejas. Y la Luna sonríe...