6. Soles de Siria

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Su vida entera comprimida en una vieja bolsa de deportes mientras sus pies cansados mueven el peso de todos sus sueños incompletos.

Levantando polvo y dejando atrás kilómetros de tierras sucias y ennegrecidas por las cenizas y ciudades en ruinas.

Piel de arena y ojos de chocolate, músculos agarrotados y mirada triste. Bautizada siria para ser perseguida por sus creencias.

Bajo ella el suelo vibra y se sacude mientras fuego y humo se ven a lo lejos.

¿Por qué no debería hacerse costumbre el sonido de las balas cortar el aire, los llantos de terror y los gritos de los que huyen?

Y aun así sigue andando, sin alterarse, como una majestuosa superviviente al horror que la rodea, sujeta por la promesa de una tienda sofocante que la mantendrá segura.

Pero a pesar de todo lo que ha visto, le siguen asustando las aldeas y las sombras que poseen porque nunca sabe que se esconde en ellas.

Por ello intenta evitarlas, siempre siguiendo el recorrido de asfalto caliente con mudos y constantes pasos.

Aunque en ocasiones es imposible no cruzarlas y es cuando su corazón bota descontrolado en su pecho mientras su rostro lucha por mantenerse sereno.

Ese día, al amanecer se pone en pie y su hambriento estómago solo recibe unas galletas rancias. Se cuelga sus pertenencias al hombro y se estira, haciendo crujir sus huesos.

Con seguridad comienza a andar sintiendo sus viejas sandalias rechinar y el sol empezar a calentar. Es una rutina constante y cansina que no se puede cambiar.

La carretera comienza a girar para rodear una pequeña colina de hierba seca y, al final de la curva, un pequeño pueblo de calzadas asfaltadas y casas de cuatro pisos se hace presente.

Ella se detiene y respira, baraja sus posibilidades. No hay un camino para rodearla, no quiere perderse en la nada, continuará hacia delante.

Es entre dos destartalados edificios sin cristales que comienza a oir disparos y gritos e intenta esconderse. Mirando a su alrededor empieza a agitarse y divisa un coche abandonado que puede servirle de escondite.

Pero un hombre de piel aceituna se coloca de un momento a otro cortándole la retirada, apuntándola con un rifle de asalto.

Le tiemblan las manos y grita en un idioma desconocido, a la vez que gesticula y escupe al hablar; su dedo se acerca al gatillo.

Ella sabe que ya no vale la pena correr y mira sin rencor al agujero negro que es el cañón del arma. Clic. Bang.

Cuando cae al suelo, sus ojos se abren una última vez para luego cerrarse y se dibuja la paz y la nostalgia de la fría muerte en su cara.

En el suelo, abriéndose paso entre el polvo y las cenizas de las bombas incendiarias una pequeña flor se alza.

Discordante, como la nota aguda de un piano desafinado. Viva, como un oasis en un desierto. Frágil, como un barco en la tempestad. Esperanzadora, como una sonrisa entre lágrimas.

When stars don't sleepDonde viven las historias. Descúbrelo ahora