ADIÓS PAPÁ, ADIÓS MAMÁ
Recuerdo cuando las guerrillas islámicas llegaron a Trípoli y el caos comenzó a expandirse y como los gritos de mis padres resonaban en nuestro pequeño piso junto con los llantos de miedo de mi hermano. También recuerdo como mi padre salió dando un portazo y como mi madre nos abrazó entre lágrimas ese día 14 de Abril diciéndonos que nos quería y que nos reuniríamos pronto.
Ni una hora después nos encontrábamos en una vieja furgoneta que conducía a toda velocidad por un camino mal asfaltado. Debíamos tener cara de bobos, con los ojos rojos, mirada confundida y una mueca de incomprensión, todavía intentando ver a nuestros progenitores, a la familia que estábamos dejando atrás.
El sol en nuestra cara, el olor a sal y los gritos de un hombre barbudo nos hicieron abrir los ojos y salir del vehículo trastabillándonos para luego ser encerrados con una multitud más en un angosto granero que olía a excrementos y desesperación.
EL CACAHUETE FLOTANTE
Días más tarde las puertas se abrieron y aparecieron unos hombres más grandes que armarios que se colocaron para proteger la salida antes de que la gran cantidad de gente intentara escapar de esa prisión. Y fueron diciendo nombres de una gran lista, entre ellos, los nuestros.
Nos llevaron ante una gran barca que se encontraba totalmente desconchada e inestable y nos hicieron subir a ella, fue entonces cuando me separaron de mi hermano y lo metieron junto a muchas personas más en la bodega.
Antes de soltar mi camiseta me murmuró que iba a estar bien, que nunca había montado en un fruto seco que viajaba por el agua. No sería yo el que le sacaría de su inocencia, él solo tenía seis años y poco más.
Cuando desapareció de mi vista me explicaron que yo era fuerte y aguantaría en la inestable proa los embistes del viento y el agua. Y así, sin darnos más explicaciones soltaron amarras y nos dejaron a merecer de las olas.
ESTRELLAS Y AGUA
En cuanto dejé de ver la tierra perdí el sentido de la orientación, del tiempo, de mí mismo; solo tenía claro que era 19 de Abril. Me aletargué contra la madera carcomida de la embarcación y me dormí sobre el hombro de la mujer a mi lado, al ritmo del vaivén del Mediterráneo.
Fue por la noche cuando oímos un silbato rasgar el aire y todos nos pusimos de pie escrutando la oscuridad, buscando el fin de esta pesadilla que no dejaba de moverse, viendo a lo lejos unas luces que se reconocían como las de un barco pesquero.
Fue entonces cuando el caos se desató en la cubierta, gente moviéndose de lado a lado, gente gritando y aplastando a la que no habían sido tan rápida en levantarse, gente haciendo escorar peligrosamente el barco, gente empujando, gente cayendo, agua.
Antes de hundirme alcancé a ver como la embarcación daba una vuelta y todos los que antes celebraban eran tragados por el mar.
No sé qué pasó en los siguientes segundos o minutos que se hicieron horas, solo intenté impulsarme hacia la superficie y mantenerme flotando, buscando con la vista a mi hermano o alguna cara conocida, pero solo alcanzaba a ver cuerpos, ropa y trozos de madera.
Poco después la parte delantera del barco emergió entre espuma para volverse a introducir en el agua y desaparecer por completo.
Esperé y esperé a que algo pasara, mirando al cielo y preguntando a las estrellas si así iba a morir, entre cadáveres y restos de lo que antes había podido llamar mi ticket a la libertad y la felicidad, con mi ser como alimento de los peces.
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Relato ficticio basado en la crónica del diario EL MUNDO del 26/04/2015.
Primera parte.
#NONAUFRAGAR
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When stars don't sleep
Short StoryEllas se esconden detrás de las nubes sin saber de su brillo no se agota. Ríen sin conocer su belleza, juegan sin que el Sol las vea. Pero temen a apagarse o a que sea siempre de día, temen a dejar de titilar o ser demasiado viejas. Y la Luna sonríe...