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La dulce melodía del piano sonaba por toda la casa, desde la habitación de música hasta el último rincón del patio.

Una melodía dulce y calmada, con notas simples pero armónicas, melodías que para muchas personas podían ser simples pero hermosas, pero que para la joven que las tocaba complicadas y tristes.

Las emociones se expresaba en la forma de tocar, cantar incluso bailar. Los ojos, la sonrisa, y las palabras pueden engañar muy fácilmente.

Pero las melodías no tienen esa habilidad de mentir, no se les fue concedida la mentira, solo son melodías que expresan las emociones de quien las compone o de quien las toca.

Y valla que la joven Mikeyla estaba destrozada.

—Eso fue hermoso — Felicito una joven mucama.

La chica le volteó a ver, no había escuchado su entrar, se levantó y camino con pasos firmes hacia la nueva mucaba que tenía al frente.

—¿Cúal es tu nombre? — Preguntó directamente con las manos cruzadas debajo del pecho.

—Mi nombre es Cleo — Dijo la mucama con una sonrisa de lado —. Encantada en conocerla señorita.

La chica la miro de arriba abajo por varios segundos y luego se dio la vuelta volviendo a si asiento.

—Cleo, cuando se entra a un lugar se toca la puerta — Le recalcó la chica volviendo con su melodía.

La joven mucaba de unos veinte años asintió con la cabeza pero no se movió del lugar se quedó quieta escuchando la dulce, triste y efímera melodía.

Hasta que una vez más la canción término. Lo primero que hiso Mikeyla fue salir de la habitación de música, seguida le ella estaba Cleo.

Quien al parecer no conocía las reglas del lugar, solo pasaron dos o cuatro pasos adelante para encontrarse con la ama de llaves.

—Cleo, que estas haciendo — Regaño la mujer a la joven mucama.

—A bueno yo — Tartamudeo

—Esta conmigo — Intervino Mike —. ¿Tirnes algun problema con eso? — Pregunto mirando a la mayor.

La dama de llaves negó con la cabeza y se despidio de ambas chicas.

Cleo miro como la dama se hiba y luego volteo a ver a la joven Mike que ya había retomado su andar, generando que Cleo corriera un poco para alcanzarla.

—Gracias

—No lo volveré ha hacer — Recalcó —. Así que no le des más excusas a la dama de llaves para regañarte

La chica asintió con la cabeza con una sonrisa dulce en los labios, por otra parte la chica de ojos carmil la ignoro y se metió a su dormitorio.

Cerró la puerta en la cara de Cleo y le puso pasador para que nadie entrara, se tiró a la cama por varios minutos antes de levantarse.

Tomó los papeles que estaban en el escritorio al lado de la cama y los miro con cuidado, cada uno tenía su propio propósito más allá de molestarla y irritarla.

Cuando eres rechazada por tu familia, aprendes que tienes que tener más conocimientos que tu familia, aprendes a esmerarte y alcanzar lo que otros no pueden.

Y eso era lo que Mike hacia, y debía agrederselo a su madre, que al final le habia enseñado que rendirse no era una opción y que en el mundo o eres alguien importante o no eres nada.

Aunque en el fondo sabia que el mundo no era tan simple de llevar.

Al menos no como le gustaría que lo fuera.

—Desechar — Repitió mientras dejaba los papeles en su lugar y se tiraba a la cama —. Solo es cuestión de desechar.

Cerró los ojos a duras penas y se profundizó en un sueño, una pesadilla más que todo.

Ante el dulce color del fuego, la madera que se hiba quemando y siendo consumida por la cenizas.

El color de rojo vivo que amenazaba con espanderse más allá de la madera y quemar la piel, el pelo, y las esperanzas.

El susurro repitente en sus oídos, los ojos de miles de personas observando el quemar de la madera y el llorar de la niña que miraba la escena.

Palabras sin sentido que amenazaban con invadirla y destruirla.

Y al último minuto un vacío sin fondo en donde caería en algún punto de la vida.

Abrió los ojos, tomó una bocanada de aire y se limpio las mejillas húmedas.

Una dulce pesadilla la había invadido, miro a los lados de la habitación, sus ojos se detuvieron en el reloj que iluminaba la mesa de noche.

5:27 am

Tomó más aire para calmarse, faltaban unos treinta minutos para despertarse.

Aun así se levantó de la cama y se metió en la baño, se desiso de la ropa del día anterior, al parecer ni siquiera se había colocado la pijama.

Se metió en el agua fría, duro así un tiempo asta que el agua consiguió un grado medio de calor.

Duro así por varios minutos hasta escuchar el sonar de su alarma.

Salió del baño tomando la toalla y tapando su cuerpo, se acercó a el despertador y lo apagó.

Prendió las luces y una vez más se alistó para ir al colegio, lista para un nuevo día desastroso.

Que mala pasada le había jugado el destino, que mala suerte no ser lo suficientemente fuerte o capaz para afrontar las consecuencias.

El mayor trabajo que tuvo que hacer fue salir de su habitación y pasar al comedor, su madre estaba ahí con su sonrisa falsa de amabilidad.

—Madre — Saludo la joven niña.

Solo habían pasado dos días desde que la joven Mikeyla escucho el gran amor que su madre le tenía.

Por lo que no fue de estrañar que la chica quisiera mantenerse lo más alegada posible de una mente codiciosa y horrible como la de la mujer que se así llamar "Mamá"

Prefería no comer nada a tener que estar más segundos mirando a su madre.

—Me tengo que ir — Declaró la joven Mikeyla —. Llegare tarde al colegio.

—¿Y no planeas comer? — Preguntó señalando en plato de comida enfrente de ella.

—Compraré algo en el camino.

No dejó que la mayor protestara, salió corriendo del comedor hacia la puerta.

Al salir, el carro que la llevaba al colegio no estaba, seguramente por que no era la hora acostumbrada.

La chica despidió caminar por su cuenta hasta la institución.

Era una de la primeras veces que caminaba tanto, pero no le molestaba, le resultaba relajante escuchar el cantar de los pájaros y el hablar de algunos niños que al igual que ella hiban a sus respectivos colegios.

Se detuvó en una de las esquinas al ver a Miya Shinen caminar de igual forma para el Colegio.

Apretó las cuerdas de la maleta que colgaba en su espalda y no continuo caminando.

Lo que menos quería era pelear con el, o si quiera compartir un espacio con el después de lo sucedido.

Cuando el joven Miya ya no estaba en su Mirad continuo con su camino a pasos lentos.

Suspiro al ver el portón de la escuela y se adentró a un nuevo día en peleas, enemistades o quien sabe que más le depara en el día.


Cartas del misterio| Miya shinen \FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora