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Estaba pérdida, era una casa casi más grande que la suya en Japón.

Tenía habitaciones diferentes y no reconocía ninguna de las que estaba enfrente de ella, habría habitaciones al azar indignada.

No había forma de reconocer las habitaciones que tenía enfrente cuando todas eran iguales.

Habría otra puerta al azar pero esta vez era una habitación distinta, habían varios instrumentos en la Sala, y enfrente de todos un piano igual al de su hogar.

Cerró la puerta tan rápido como lo vio, odiaba los pianos gracias a su madre.

Le había enseñado lo malo que resultaba tocar un piano, horas y horas encerrada en esa habitación obligada a tocar cada maldita tecla hasta que los dedos le dolieran.

El único buen recuerdo que tenía de los planos era cuando conoció a Cleo gracias a la la música que llamó la atención de la sirvienta.

Más allá de eso, los odiaba.

Continuó su camino abriendo todas las puertas, algunas estaban cerradas y otras estaban vacías.

En un momento dado abrió la puerta que daba al jardín. Okey, estaba claro que las puertas eran tan iguales que hasta había terminado en un maldito jardín.

—Me rindo — Se quejó entrando al mismo jardín y tirandose de espaldas en el pasto.

Miro las nubes por varios segundos antes de sacar el celular que tenía en los bolsillos del saco.

Miro la pantalla por varios segundos, había varios mensajes.

Entre los cuales estaban los de su madre, los primer mensajes eran de comprencion, perdon, los siguientes fueron insultos y luego el recordatorio de que no se libraria de ella.

Le envió un audio y Mikeyla duro mas de quinse minutos en darle click

—Mikeyla, recuerda que soy tu madre — Empezó el audio —. Solo busco tu éxito, se que no fue lo mejor que eh hecho, pero no tienes a nadie más. Nadie más te ama además de mi. Soy la única que te ha dado atención

—Dime algo que no sepa — Exclamó la chica con burla.

—A tu padre no le importas, el solo quería un varón en su vida, para enseñarle su negocio, por eso se desapareció, solo está buscando tu custodia para alegrarte de mi, el no te quiere, lo más probable es que le herede su empresa a el hijo de Mara y a ti no te de nada.

La chica tomó aire sabiendo que era la mayor posibilidad pero no apartó los ojos del cielo o dejó de escuchar el audio.

—Por eso te entrene para que no te aferraras a lo inútil, por eso te enseñe todo lo que pude para que llegues al éxito, yo soy quien más te ama ¿Por que crees que se fue sin decir nada? ¿Enserio crees que le importas? Por favor Mikeyla, seguramente solo busca venderte al mejor postor y sabes a lo que me refiero, recuerda que tu madre sabe sobre eso.

Cerró los ojos ante la idea, mierda, mierda, mierda, tenía toda la razón, hiba a ser obligada al igual que su madre, viviría esa vida tan miserable, enserio al vendería...

—Recuerda que a él nunca le importaste ¿Quien estubo contigo cuando te enfermabas, cuando estuviste en el hospital? ¿Quien te cuido cuando estuviste con fiebre alta por semanas? ¿Crees que a él le importó? ¡Cuando le dije sabes que me respondió! ¡Me dijo que era mi problema, no el de el!

Parecía una tortura, Mikeyla sabía que era lo que ella diría en el audio pero aún así lo estaba escuchando para torturarse ella misma.

—El ni siquiera estuvo el día en el que naciste, el ni siquiera se molestó en ponerte un nombre y la primera vez que te vio no te cargo, no ha asistido a ninguno de tus cumpleaños y mucho menos te mando algún regalo.

Cartas del misterio| Miya shinen \FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora