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Odiaba cuando era el centro de atención, lo odiaba lo suficiente como para querer dejar los anillos a mitad de camino y salir corriendo a otro lado.

Pero, al final, el único motivo por el cual estaba ahí caminando hacia el altar apesar de que todos estaban mirandola era para cumplir su sueño frustrado.

Dio un paso adelante sin importarle las miradas de los demás, otro y otro más al menos hasta llegar a trompicones hasta el artar en donde se quedó quita con los brazos extendidos y sosteniendo los anillos.

Ni siquiera había practicado este tipo de cosas no más de una vez por obligación y valla que lo odiaba.

Miro como Lian se burlaba de ella por el rabillo del ojo y sintio la tentación de tirarle el cojin a la cara para luego desaparecer entre la multitud y no hacerse cargo de nada.

Pero no lo hiso, cuando ambos tomaron los respectivos anillos La chica hiso una reverencia y de hiso al lado de lian.

Sonrio con delicadeza mientras le daba un discreto pisotón al mayor quien ahogo un grito ante el susto y el dolor generado.

Lian la miro mal por varios segundos pero luego volvió a ver a su madre en su momento especial, cuando ambos se besaron todos aplaudieron menos mikeyla quien cerró los ojos ante la escena.

No le gustaba ese tipo de cosas, y además, no hace menos de dos semanas había presenciado en primer plano un divorcio, y ahora una boda.

Que poco increíble.

Tomó una bocanada de aire cuando el mundo grito en celebración a los recién casados.

Ella solo abrió los ojos luego de varios segundos y se preguntó si ya era muy tarde para perder algún anillo.

No sabía y ya no le importaba, solo se acomodo en su lugar cuando los casados pasaron por delante de ella con una sonrisa que le bronocaba envidia.

Pero más asco al recordar la noche de bodas que tendrían lugar en su casa cuando ella está, o tal vez tendría la desencia de enviarlos a alguna parte ¿Verdad?

No lo sabía y suponía que ya no había nada más que hacer además de disfrutar la boda o en dado caso escabullirse entre la multitud y desaparecer por cualquier lugar que no fuera esa boda.

Tomó la segunda opción y se despacio entre la multitud que aplaudía o seguía a la novia para recibir el ramo.

Logró desaserse de la celebración en cuestión de segundos llegando a los jardines que estaban detrás de la casa de celebración.

No conocía el lugar, pero como siempre hacia abriría puertas al azar hasta encontrar un lugar que reconociera, y eso hiso.

Abrió un montón de puertas para saber en donde se encontraba, hasta abrir la puerta correcta que le presentaba los pasillos de la casa.

Se metió en ella y ya conociendo mejor la casa busco su habitación.

Tenía que ponerle un cartel a su habitación o algo si quería encontrarlo más rapido posible.

Con mucha suerte, a sus ojos, logró habria la puerta indicada luego de diez intentos y procuró Memorisar el lugar donde estaba ubicada

Al entrar en la habitación cerró la puerta detrás de ella y se tiro a la cama sin mucho cuidado. 
No era dueño ni mucho menos, era puro cansancio, no estaba feliz de estar en la situación en la que se encontraba.

Y quien lo estaría si no te habían dado un entrenamiento o siquiera te asimila ste con anterioridad, pero el mundo era así no te permitía asimilar las cosas por más pequeñas que fueran.

Y posiblemente ese era el motivo por el que ella estaba sumergida en un mar de frustraciones había cumplido con su parte y más allá de eso no había nada más que hacer o decir.

Por lo que podía estar agusto en su cama con el vestido blanco que le apretaba la cintura y los guantes que le generaban picazon.

Se quiso los guantes y posterior a eso el vestido, desconocía el motivo pero odiaba la tela de ese vestido.

Odiaba la textura y la forma en la que lograba que su cuerpo pícara, y no era alegórica, y valla que lo agradecía, pero era demaciado molesto para ella.

Tiro el vestido al suelo y agarro su sudadera, se la colocó por ensima de la cabeza y la paso por su cuerpo disfrutando la suavidad de la tela.

Las comparaciones no tenían límites.

Logró acurrucarse en la cama y arroparse con una sabana, cerró los ojos esperando con tranquilidad que el sueño la consumiera.

Una verdadera lastima que la vida no fuera lo suficientemente justa como para permitirle dormir con tranquilidad, la puerta se abrió segundos después de que ella cerrará los ojos buscando la paz.

—¡Dios, Mikeyla no puedes desaparecer de la nada! — Habla con un tono alto.

La menor de los dos no se digno a voltear ha ver, ya sabía quien era por la voz.

—¿Quieres ver que si? — Le reto mientras tomaba la sabana y se cubría por completo, una vez más intentando encontrar la paz.

—¿No eres capaz de entender que todos se asustaron? — Pregunto Lian con un tono menos fuerte.

—Oh, claro, ¿No lo dije antes? Mi trabajo era entregar el anillo, no quedarme.

De acurruco con más tranquilidad en la cama, escuchando el Chusquear de lengua de quien ahora era su hermanastro y la puerta cerrándose.

—Por fin un poco de paz — Murmurro por lo bajo cerrando los ojos y olvidando por algunos minutos la nueva vida que vivía.

Y claro que no era mala, era una de las mejores vidas pero... En el fondo, no sabía si lograría acostumbrarse.

No sabría si lograría encargar en una familia de desconocidos, y mucho menos si esos desconocidos verdaderamente la querían ahí.

Solo sabía que tal vez, solo tal vez habria una pequeña posibilidad de ser ella misma, de que le permitiera desaroyarse como ella quería.

Y valla que pedir por eso, aunque mientras cerraba los ojos con sueño, el pensamiento de una mejora no se hiba.

Cartas del misterio| Miya shinen \FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora