Capítulo XII

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—Hola —habló el más alto con la cabeza agachada. No sabía muy bien cómo había conseguido dar el primer paso de nuevo, pero allí estaba, delante de aquella chica que llevaba una diadema demasiado extravagante y que lo miraba extrañada por su vergüenza.

—¡Hola! —respondió al fin. El silencio que se había formado durante los segundos anteriores se le había hecho a Wonwoo eterno—. Hacía mucho que no venías por aquí, ¿cómo has estado? ¿Sabes qué? El otro día quise invitarte a mi fiesta de cumpleaños, pero no sabía cómo te llamabas y tampoco dónde vivías. Te invitaré la próxima vez, ¿vale?

Wonwoo asintió tratando de procesar toda la información que le estaba transmitiendo.

—Soy Wonwoo —soltó— feliz cumpleaños atrasado —dijo rascando su nuca.

—Muchas gracias, Wonwoo —habló entusiasmada— soy Wendy, por cierto —extendió su mano.

Wonwoo la miró y cogió su mano despacio para después apretarla con delicadeza.

—Ven, dame esto —dijo quitándole el sobre de sus manos—. Es para Mingyu, ¿verdad?

Wonwoo solo asintió.

—Está bien, yo se lo doy, no te preocupes —sonrió.

—Siento que tengas que hacer esto —dijo un poco apagado—. Prometo que esa será la última.

—Tranquilo, hombre, está bien. Además, siempre que voy a su casa su abuela me da una chocolatina, y ¿sabes qué? Amo las chocolatinas. Tú sales ganando y yo también, estamos en paz, trae todas las que quieras cuando quieras.

—D-de verdad... —paró un momento a coger aire y suspiró— digo que esa será la última.

—Oh, bueno, está bien entonces, ¿es porque me quedo yo con las chocolatinas? Puedo decirle que me dé alguna más para ti.

—Puedes quedártelas —se dio la vuelta y comenzó a arrastrar los pies en dirección contraria a la de Wendy.

¿Era esa la mejor decisión que podía tomar? ¿Olvidar todo? Después de todo, llevaba enviándole cartas a Mingyu desde hace años y no había recibido respuesta alguna. Además, dentro de poco se iría de Corea y tampoco sabía cuánto tiempo iba a permanecer fuera, ¿un año? ¿dos? ¿Se iría para siempre? De algún modo pensaba que esa era la mejor opción, pero todo su pecho dolía de sólo pensarlo. Volvía a alejarse de Mingyu cuando lo había encontrado. Joder, en aquellos momentos juraba que odiaba la decisión que había tomado su madre. ¿Por qué tenía que ser ahora? Para él hubiese sido mucho mejor si lo hubiese decidido en el momento que puso un pie fuera del orfanato, ¿por qué siquiera tuvo que insistir en quedarse por aquí?

—Wonwoo —oyó la voz de Chan— ¿estás bien?

Bien, odiaba decir aquello, pero no lo estaba, quería ponerse a llorar justo allí, salir corriendo, perderse y que nadie lo encontrase sólo para no marcharse. No quería enfrentarse de nuevo a una nueva vida, se negaba a hacer nuevos amigos para volver a irse a los pocos meses, pero claro estaba que su madre no iba a mirar por eso. Él tenía que aceptar que no era el importante allí, y que no todo giraba en torno a sus sentimientos hacia Mingyu.

"Ya eres lo suficientemente mayor como para entender lo que quiero decir cuando digo que tienes que ser maduro y afrontar las cosas que vengan nuevas, Wonwoo" le había dicho su madre. Vale, sí, aceptaba que tenía la edad suficiente como para comprenderlo, pero no quería hacerlo, ¿era tanto pedir quedarse cerca de aquello que había perdido durante tanto tiempo?

Levantó la mirada y sonrió tristemente, era obvia la tristeza que cargaba en ese momento, y, aunque podía ocultarla ante cualquier otra persona, no era capaz de hacerlo ante él. Agradecía enormemente que Chan estuviese con él, sobre todo en momentos como aquel, era la única persona a la que Wonwoo había mostrado hasta el hilo más fino que podía llegar a romperse y hundirlo. Wonwoo no era de mostrar sus sentimientos, es más, prefería que las personas pensasen que nada lo hundía, que nada lo hacía llorar; sin embargo, la realidad era totalmente distinta, y una mínima cosa que se tambaleaba, daban lugar a millones de lágrimas y un Wonwoo roto en pedazos por días.

You're my hope [Meanie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora