| 0 4 |

497 48 4
                                    

El clima de Grecia era todo lo contrario al de Corea. 

El sol estaba en todo su esplendor, el mar era de un perfecto azul y la arena tenía una tonalidad muy clara al igual que las casas que lo rodeaban. La suave brisa despeinaba mi cabello por completo, disfrutaba por completo incluso el sentir la humedad del mar. 

Giré mi vista encontrándome a mi acompañante el cual veía asqueado aquella postal que teníamos frente a nosotros.

¿Quién en su sano juicio no disfruta de un lugar como este? Claramente Jeon JungKook.

Desde que habíamos puesto un pies en Grecia el mayor había tomado su antigua actitud, era más frío y seco que cuando nos casamos, incluso más que cuando lo conocí por primera vez.  Se quejaba del calor, la humedad, los colores del agua y de que el viento despeinaba su perfecta cabellera azabache.

El hotel en el que nos quedaríamos era una pequeña villa situada en una colina con una perfecta vista del mar y alejado de todo ruido, claro que este escape romántico, según las palabras de la señora Jeon, fueron totalmente patrocinadas por la familia de mi nuevo esposo.

Para hacer nuestra gran entrada JungKook tomó mi mano enredando sus largos dedos entre los míos. Al parecer el personal que laboraba en ese lugar esperaba con ansias la llegada de la nueva pareja, todos estaban formados en una línea casi perfecta en la mera entrada del hotel. Un hombre alto, canoso y con gran parecido a mi padre se acercó a nosotros junto con un joven que sostenía una bandeja plateada entre sus manos con dos bebidas de color azul.

— Señor y señora Jeon, es un honor recibirlos — por la vestimenta del hombre, supongo que es el gerente del lugar.

Doblé mi cuerpo hacia adelante en un pequeña reverencia, claro, sin dejar de lado una pequeña sonrisa. Esperé que Jeon repitiera mi gesto pero al voltear a verlo estaba mirando hacia otro lado, totalmente aislado, como si le importara un rábano la planificada bienvenida que habían planeado los trabajadores del lugar. En un intento desesperado por romper esa situación de incomodidad apreté la mano de JungKook el cual se dedicó a mirarme con un toque de molestia. Por Dios, ¿siempre tenía que ser tan idiota?

— Gracias por la bienvenida — contestó con una, ¿sonrisa?.

— Gracias a ustedes, les aseguro que su luna de miel será inolvidable.

Como si de un chiste se tratara, JungKook y yo nos miramos asqueados.

— Los llevarán a su habitación para que puedan descansar, si necesitan algo no duden en hacérmelo saber.

El botones nos guió a una zona un tanto exclusiva. Se notaba a vista la diferencia entre las dos zonas del hotel, la de mortales comunes como yo común y corriente como cualquier otro hotel, y la zona de las personas que pueden gobernar el mundo como los Jeon. La puerta se abrió dejándome ver una habitación demasiado espaciosa como para dos personas. Caminé hacia el cuarto principal y lo que vi definitivamente no era lo que quería, la cama estaba llena de pétalos.

JungKook entró a la habitación dejando sobre el suelo sus maletas las cuales parecían demasiado pesadas. Sacaba prenda por prenda acomodándolas dentro del closet de aquella habitación compartida, mis maletas aún seguían fuera de la habitación así que supongo que tendría que arreglármelas sola. Maldita sea la hora en que opté por equipaje pesado por sobre el ligero.

Una vez que terminé de acomodar las prendas dentro del clóset, miré a mi alrededor buscando a mi acompañante. La cabellera azabache semi ondulada descansaba sobre uno de los reposa brazos del sillón color tabaco que había en la habitación. A pasos sigilosos y precavidos, me acerque a mi esposo. Sus ojos estaban cerrados dejándome apreciar lo largo de sus pestañas.

S A N T U O K A ; Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora