Epílogo

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–¡Dahyun!

Aquel grito se escuchó por toda la casa. Miró hacia todos lados antes de decidir caminar hacia la voz que la llamaba. Las puertas de las habitaciones de Chaeyoung y Tzuyu estaban abiertas y nadie habitaba en su interior, aquello sólo podía significar una cosa: reunión familiar.

Rápidamente apuró sus pasos y llegó hasta la sala; inhaló antes de entrar, preparándose para cualquier cosa. No alcanzó a saludar cuando la voz que tanto idolatraba le habló.

–¿Qué significa esto? –Jeongyeon con un papel en la mano la miraba expectante.

–Yo... eh...

–Dahyun Yoo Im, tu madre te hizo una pregunta y queremos una respuesta –puntualizó Nayeon mirando lo más duramente posible a su hija más pequeña.

–Timmy estaba hablado mal de mami y yo me molesté –fue todo lo que la castaña dijo, para luego buscar con la mirada el apoyo de sus hermanas.

–Las cosas no se solucionan a golpes –razonó Jeongyeon –. Debiste hablar con algún profesor.

–Le dije a la señorita Stevenson, pero no hizo nada y Timmy seguía diciendo cosas feas de ti, mami –explicó la menor de las presentes.

–Si la profesora es incompetente, no puedes culpar a Dahyun, mamá –dijo Tzuyu mirando a Nayeon, que aún tenía su ceño fruncido.

–Entonces, ¿lo correcto es la violencia? ¿Qué hubiese pasado si Dahyunie salía herida? –bufó molesta la fotógrafa.

–Pero está bien y ese imbécil se llevó su merecido. Ahora sabe que no debe hablar mal de mami –señaló Chaeyoung abrazando a su hermana menor en señal de apoyo.

–Entiendo que quieran defender a su hermana, pero no pueden enseñarle que la violencia está bien –expuso la rubia –. Ya no son unas niñas y Dahyunie sigue su ejemplo. Aunque la profesora sea una incompetente, Dahyun debió esperar hasta el final de la jornada y hablar con nosotras. Yo no necesito que mi hija de siete años me defienda a golpes de los comentarios de un niño de su edad.

–La van a castigar en el colegio, ¿y ustedes pretenden hacer lo mismo? Dahyun hizo lo que correspondía, habló con su profesora y ella no hizo nada. ¿Debía quedarse escuchando las ofensas de ese niño de manos cruzadas? –cuestionó Chaeyoung enojada.

–Tampoco fue nada tan grave, ni siquiera le rompió un hueso, fue un simple empujón que el niño no pudo soportar –agregó Tzuyu restándole importancia.

–Tienes diecisiete años, Chaeyoung y tú tienes veintiuno, Tzuyu ... ¿de verdad pretenden comportarse como niñas? Lo que hizo Dahyun estuvo mal y no lo vamos a celebrar o defender –sentenció Nayeon.

Dahyun odiaba los problemas en su familia. Generalmente era ella quien, con una sonrisa, hacía que sus hermanas se amigaran o evitaba castigos de sus mamás. Por eso, en ese momento, no podía hacer otra cosa que mirar sus pies e intentar contener las lágrimas que se escapaban de sus ojos cafés.

Nayeon fue la primera en notar la actitud de su hija menor y se acercó a abrazarla. En seguida, la pequeña castaña se envolvió en su cuerpo, liberando un ligero sollozo. Cualquier discusión que sus hijas mayores pretendiesen mantener con Jeongyeon murió en ese momento. Todas se acercaron a consolar a la pequeña.

La actriz miró a su esposa y supo que todo castigo quedaba en el olvido. Una charla sería necesaria, era evidente, pero la pequeña ya se sentía notablemente mal, no sería necesario otro castigo.

Jeongyeon, por extraño que pareciese, era la mamá dura cuando se trataba de Dahyun. La menor de sus hijas era la debilidad de sus dos hermanas mayores y de Nayeon. Su esposa justificaba aquello con el parecido que la pequeña Dahyun compartía con la actriz. Ojos idénticos, rasgos faciales casi calcados con excepción de la nariz, algo que Jeongyeon agradecía. La mayor diferencia radicaba en el cabello de Dahyun, que era castaño claro, un tono más oscuro que el castaño de Chaeyoung. Todos suponían que aquello era herencia del donante anónimo que habían escogido.

El extraño caso de Yoo JeongyeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora