Tanner
Aquella mañana se me hizo un poco tarde, ya que la noche anterior bebí un poco y me quedé dormido en el sofá. No me quería levantar y lo único que quería era dormir toda la tarde y no salir de mi departamento todo el día, pero aquí estaba, con frío y un poco de resaca, pero cumpliendo con mi trabajo como debía ser.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron me llevé la desagradable sorpresa de ver a Matthew coqueteando con mi secretaria. Lo odiaba tanto, era un imbécil al que no soportaba nada, pero al que tenía que aguantar porque, para mi desgracia era mi primo, mi familia, sin embargo, para mi buena suerte solo lo veía cada que había una reunión importante o cuando venía a molestar.
—Señorita D, un café por favor. Matthew a mi oficina —dije cuando pasé a su lado. Entré a la oficina, dejé el portafolio encima del escritorio y me quité el saco, ya que dentro no hacía tanto frío como afuera.
Clarisse se puso de pie y fue a preparar mi café. Matthew entró detrás de mí mirando el espacio de hito en hito.
—¿Qué haces aquí, Matthew? —colgué el abrigo en el perchero y me senté en la silla acolchada. Miré a Matthew, y este se limitó a observarme por unos segundos en los que no dijo nada —. Una cosa antes de que hables; deja de coquetear con mi secretaria.
—Es solo tu secretaria, Tanner —dijo como si aquello fuera algo sin importancia.
—Por eso, es mía, tú ya tienes la tuya —llevé mis manos bajo mi barbilla para observar a Matthew.
—Tan posesivo como siempre —tomó asiento frente a mí.
—Apuesto que estás aquí por lo del negocio en México. Veo que Nicolas sigue sin confiar en mí —musité.
—Así es —se desabotonó el saco y movió las solapas con demasiada exageración.
—¿Y qué quieren?
—Queremos ir, saber en qué vas a invertir el dinero de la familia —me reí rascando mi mejilla —. Ya sabes.
—No entiendo por qué siguen sin confiar en mí, ¿acaso no he estado haciendo un buen trabajo todos estos años?
—Te fuiste por meses, Tanner —explicó.
—Eso no va a volver a pasar —me quejé, molesto.
—¿Y si pasa de nuevo? ¿Si un día decides que no vale la pena y que estar solo es la mejor solución, que no quieres saber nada de nadie, que no quieres seguir con esto?
—Ya te dije que eso no va a volver a pasar —zanjé.
Tal vez cometí un error el día que dejé tirado todo por Mabel, porque su recuerdo me atormentaba tanto que no podía seguir con mi vida, tal vez y solo tal vez merecía la desconfianza de mi familia pero no este trato. Estaba roto y me sentía el hombre más infeliz que existía en el mundo, tampoco se me podía culpar cuando amé a esa mujer más que a mi propia vida, cuando seguía pensando en ella y todavía la quería.
—No sé, no confío en ti...—encogió un hombro.
Yo tampoco confío en ti, energúmeno.
—Todo puede pasar, primito —iba a responder, pero para buena suerte de Matthew, Clarisse entró junto con un carrito donde traía café y alguna, peros galletas.
—Gracias, señorita D —fui el primero al que le entregó la taza con café, cosa que no le gustó para nada a Matthew, algo me hizo sentir superior a él, demostrando que por más que se arrastrara ante Clarisse ella era mi empleada, no suya.
—¿Necesitan otra cosa? —preguntó Clarisse.
—Sí —Matthew levantó el dedo llamando la atención de Clarisse y por supuesto la mía.
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Sueños salvajes. (COMPLETO)
Romans¿Qué tienen en común una secretaria y un multimillonario, además del hecho de trabajar juntos y compartir el mismo espacio ocho horas al día, cinco días a la semana? Clarisse fantasea con su jefe las veinticuatro horas del día, y el tiempo que pasa...