Tanner
La cocina olía a pancakes, café recién hecho y tocino crujiente. La música se escuchaba a un volumen bajo, que inundaba todo el lugar con esa melodía suave y melancólica. Hace tanto que no había música en este lugar, hace tanto que no cocinaba en esta estufa que seguía nueva, pero ahora que mi Clarisse dormía plácidamente en mi cama quería preparar algo rico para desayunar, para que cuando abriera los ojos se llevara la sorpresa de ver un rico desayuno frente a sus ojos.
El móvil sonaba una y otra vez, una y otra vez, desde temprano estaba así y podía jurar que era Mabel y ese maldito afán de joder mi vida ahora que ya la había olvidado por completo. Miré la pantalla y era otro número porque el anterior lo tuve que bloquear para no saber nada de ella. No quería verla, no quería que arruinara mi vida ahora que era tan feliz junto a Clarisse.
Estaba tan bien sin ti.
Cogí el aparato y lo estrellé contra el mármol de la encimera, harto de que solo estuviera vibrando y sonando todo el rato.
—Deja de joder —espeté sin importarme que la pantalla se estrellara y se pusiera todo negro. Ya compraría otro después, solo así Mabel iba a dejar de molestarme.
El teléfono del departamento empezó a sonar, me retiré de la estufa y cogí el aparato, al mirar la pequeña pantalla me di cuenta de que era el doctor que vino esa noche a revisar a Clarisse.
—Buenos días, doctor, ¿cómo se encuentra?
—Estoy bien, Tanner, ¿cómo sigue Clarisse? ¿Todo está bien?
—Ella está bien, gracias por preguntar —me rasqué la mejilla.
—Te llamo para decirte que las pruebas han arrojado lo que tanto temíamos, Clarisse fue drogada. Tienes que dar aviso a la policía, vamos a seguir haciendo más pruebas para tener todas juntas y saber que tipo de droga usaron, si quieren poner una demanda van a tener con que demostrar que fue drogada —tragué grueso y solté un suspiro.
—Voy a hablar con ella para convencerla.
—Hazlo, Tanner, las cosas no se pueden quedar así, todo pudo ser diferente —asentí aunque no me estaba mirando.
—Lo haré —fue todo lo que dije.
—Te sigo manteniendo informado —colgamos al mismo tiempo y dejé el teléfono en su lugar. Regresé a la cocina para terminar de preparar el desayuno, para cuando Clarisse despertara estuviera todo listo.
Al terminar había quedado un desastre en la cocina, pero eso era lo de menos en este momento, ya después me haría cargo de todos los platos que ensucié. Empujé la puerta con cuidado, pero Clarisse ya estaba despierta mirando a través de la ventana, sentada en la cama con la espalda recargada en el respaldo.
—Buenos días —giró la cabeza y me sonrió.
—Buenos días —se quiso poner de pie pero la detuve. Dejé la bandeja con el desayuno encima de la mesita de noche.
—¿Cómo te sientes? —me senté a su lado. Su mirada triste me lo dijo todo, se me apachurró el corazón al verla así.
—No sé —encogió un hombro, apenada, confundida —. No sé cómo llegué aquí, qué pasó —sus ojos se llenaron de lágrimas. Me acerqué un poco más para abrazarla cuando empezó a llorar.
—Todo está bien —dejé un beso en su sien —. No pasó nada malo, ya estás aquí a mi lado —mis brazos rodearon su cintura y la apreté con cuidado.
—¿Cómo llegué aquí? —se apartó unos centímetros para poder mirarnos a los ojos —. Dime —sus manos ascendieron al cuello de mi camiseta, enredó la tela entre sus delgados dedos. Su mirada me suplicaba con dolor que le dijera lo que pasó, como es que terminó en mi departamento con las rodillas raspadas y en un golpe en la mejilla que seguía hinchada.
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Sueños salvajes. (COMPLETO)
Romance¿Qué tienen en común una secretaria y un multimillonario, además del hecho de trabajar juntos y compartir el mismo espacio ocho horas al día, cinco días a la semana? Clarisse fantasea con su jefe las veinticuatro horas del día, y el tiempo que pasa...