Capítulo 15. ❄

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Clarisse

Tanner se estaba portando tan bien conmigo que jamás creí que algo así pudiera pasar entre él y yo. Siempre tuve la idea de que era más del tipo serio al que no le gusta regalar flores ni nada de esas cursilerías a muchas mujeres les gustan, y no digo que esté mal, cada quien tiene gustos diferentes y está bien si te gustan las flores y las cenas románticas. Tanner una vez más me dejó sin palabras cuando me trajo a su departamento y pidió todo esto para nosotros.

Ya habíamos terminado de comer, ahora miraba a través del gran ventanal, la ciudad que estaba cubierta por una espesa capa de frío y nubes, convirtiendo todo en una bonita postal. El invierno tocaba a la puerta y con ello las calles se iban a llenar de luces navideñas, hombres vestidos de Santa Claus, música en cada esquina y el invierno azotaría una vez más a sus habitantes.

—¿En qué tanto piensas? —se acercó y lo miré. Me entregó una copa con vino.

—¿Te gusta la navidad? —le pregunté. Dirigió su mirada hacia la ciudad —. El mes que viene ya es diciembre —le dije para proceder a beber de la copa.

—La verdad no —dijo con melancolía —. Desde que mis padres murieron no le encuentro sentido. Hubo muchas navidades que no las pasé en casa después de que se fueron —aquello me dio un poco de curiosidad.

—¿Puedo saber por qué? —regresó la mirada hacia mi persona.

—Sí puedes saber —sus dedos rozaron los míos, bajé la mirada a estos y cogió mi mano —. Ven —señaló la sala. Le seguí de cerca hasta que nos sentamos en el sofá más grande.

—¿Qué me ibas a decir de tu pasado?

—Todo se relaciona, Clarisse, mi pasado y porque no estuve en casa muchas navidades —musitó con pena. Como si lo que me iba a decir fuera lo peor del mundo, un crimen o algo así y en ese momento temí de sus palabras porque una parte de mí quería saber todo de él, pero otra no, quería mantenerse en la ignorancia, con los ojos vendados. Pero no podía vivir entre mentiras y secretos para siempre.

Eso aplica para mí también.

En algún momento le iba a tener que decir la verdad acerca de mi pasado.

»Después de que mis padres murieron fui a vivir con Nicolas y Margot, Matthew tenía diez años en ese entonces. Los tres me recibieron con los brazos abiertos, me cuidaron y amaron como si fuera su hijo, pero no lo era, al final del día solo era el hijo del hermano de Nicolas, un hermano que se fue dejándoles una gran responsabilidad. No pasó mucho para que empezara a rebelarme, no eran mis padres y por eso pensé que no tenían derecho a decirme nada, cuestionar o negar nada de lo que les pidiera, papá dejó dinero para mí y todo lo que necesitara. En un año me echaron de varios colegios, Nicolas se hartó y me metió a una escuela de gobierno —decía todo esto mirándome a los ojos —. Entonces aquel chico se puso más rebelde, respondía, gritaba, se juntaba con los peores chicos, no entraba a clases, empezó a fumar, conoció a una niña igual de rota y destruida que él y pensó que era su alma gemela.

Asentí y bebí de mi copa.

—Las cosas se salieron de control cuando el pequeño Matthew entró en ese mundo, junto a mí y Hannah lo llevamos a la perdición, no voy a decir que la culpa fue de ella porque sería mentir, yo me dejé llevar, quise probar cosas nuevas, entrar en su mundo que estaba casi colapsado, así que Hannah fue solo una víctima más de todo esto. No sé si en algún momento llegó a sentir cariño por mí y Matthew, pero yo pensaba que sí, que no estaba a nuestro lado por el dinero sino porque en verdad nos quería —encogió un hombro —. Los años pasaban, crecimos, pero íbamos por el mismo camino de perdición y drogas. El juego de niños de besarse a escondidas pasó a ser los tres en la misma cama, follando sin ninguna protección, y los tríos se convirtieron en orgías.

Sueños salvajes. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora