Capítulo 3: ¿Te acuerdas de mí?

79 45 21
                                    

El día Jueves como era de esperarse, Robert llegó con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, tomo su pupitre justo al lado de Aria, pero hubo algo que lo sorprendió tanto.

Sofía estaba detrás de él platicando muy calmadamente con Aria, mientras a el nadie le hablaba.

Se giró hacia el lugar de Laurent y comenzaron a charlar, Aria no lo podía creer,

—Que mala amiga soy, ni siquiera lo acompañé al funeral—. Pensó.

Mientras Laurent le daba un abrazo a Robert y le decía que parara de llorar, la maestra de Inglés llegó y se preparó a dar su clase.

—Espero que todos hayan hecho su tarea.

—Claro—. Sonrió Laurent.

A la hora de recreo Laurent se quedó a comer, mientras reía, puesto que llevaban presa a la encargada del comedor, los padres de los alumnos intoxicados le habían denunciado.

Robert entró al cubículo más alejado de la escuela, el del maestro de Historia, el, era el encargado de las cámaras, y justo en ese momento, comenzaron a fallar

—Maestro, quiero hablar con usted—. Entró Robert.

—Me enteré que usted tiene dos grabaciones mías.

—No se de que estás hablando, sal de mi cubículo por favor.

—Si sabe, solo demelos, le pagaré por eso.

—Fuiste un monstruo, no se por que no pusimos cámaras en la dirección.

—Por la misma razón de que no haya puesto cámaras aquí en su cubículo.

Robert se acercó por detrás de su silla, se colocó sus guantes en tacto piel color chocolate, con su nombre bordado en seda de oro.

—No se ponga arrogante, usted lo necesita—. Volvió a reír.

—Voy a denunciarte, tu tutor recortó digitalmente la parte en donde te lavas las manos—. Intento voltear.

—Le dí una oportunidad, pudo haber ganado mucho dinero, lo desaprovechó.

En ese momento toma un cutter del escritorio, el maestro lo empuja contra la pared, y cae sobre un ordenador.

—Voy a llamar a la policía—. Dijo
asustado. —Eres solo un niño, te gano en fuerza.

—Exacto, nadie va a creer eso, usted me aventó, voy a decir que trataba abusar de mí.

—¿Qué?, No puedo creer hasta donde puedes llegar.

Robert se levantó lo más rápido que pudo, golpeó las piernas del maestro lanzándole en escritorio, lo que provocó que sus piernas quedarán prensadas y con los huesos rotos.

—¡Pero que pasa!, No se supone que usted me gana en fuerza.

Entonces con fuerza, Robert gira su cabeza y le quiebra el cuello al maestro, mientras se roba el disco duro que contenía todas las grabaciones, y cuando ve al conserje le ofrece dinero.

—¿Que sería usted capaz por 5 millones de pesos?.

—Lo que sea hijo, realmente me hacen mucha falta.

—Buena elección, ahora haremos lo siguiente, usted va a decir que derramó agua, y profesor se cayó, usted intento tomarlo pero ocasionó que su cuello se quebrara.

—Me parece justo, ¿Le das el dinero a mis hijos?, Me voy a echar la culpa, seguramente iré a la cárcel, pero vale la pena—. El señor queda muy agradecido con Robert.

—Le prometo que en tanto yo tenga vida, a sus hijos no les faltará nada—. Lo toma del hombro.

Robert solo desapareció, se dirigía justo al área de licenciaturas, vió a un chico alto, moreno, de pelo negro semi rizado, extrañamente le tomó la mano y le dijo:

—¿Te acuerdas de mí?—. Su rostro reflejaba enojo.

—Hum, no tengo ni la menor idea ¿Nos conocemos?—. Exclamó con extrañeza y voz delicada

—Soy Robert—. Su rostro volvió a cambiar.
—¿Recuerdas que te ayude a llenar la hoja de registro el día de las inscripciones?, ven, te invito un café, vamos a platicar un poco.

Aquel chico accedió, no sin antes preguntar si sabía su nombre, si realmente sabía quien es.

—Eres Alejandro Cázares Sosa, te repito, te ayude a llenar el formato de registro, obvio que me sé tú nombre, me tomé el atrevimiento de venir a verte, no tengo amigos, supongo que podría llevarme bien contigo, es feo y pésimo soportar el bulling de mis compañeros por el tema de mi quemadura.

—¿Y de qué fue tu quemadura?—. Preguntó esperando una detallada explicación.

—No me gusta hablar de eso, me pone muy triste, es muy feo para mí recordar lo que me pasó—. Agachó la cabeza.

—Entiendo, no te preocupes, de ahora en adelante yo voy a ser tu protector, odio ver esos casos, aún así no me acuerdo de ti, pero te voy a ayudar.

—Todo mundo merece ayuda—. Exclamó medio sarcástico.

Lo fue a dejar a su salón, y lo abrazó, le dijo que cualquier cosa le avisara.
Al entrar al salón, ahí estaba Laurent, pálida del susto.

—Perdí el documento—. Le susurró al oído.

Robert inmediatamente fingió un desmayo repentino, lo llevaron a la enfermería por qué supuestamente se le había bajado la presión.

Inmediatamente llegó Tom y se llevó a Robert a casa, Laurent se fue con ellos y se saltaron dos clases, ya en casa Laurent se sentó cómodamente en el sofa

Admirada de aquella mansión tan elegante y bonita, una mansión de los mismos Dioses, no tenía palabras para describir todos sus espacios modernos y aquellos elegantes candelabros, tenía un buen sistema de SmartHome y ella se sentía en los cielos.

Tom le dijo que pasará a su recámara, ella al entrar estaba extasiada, todos los elementos de una recámara perfecta, una pantalla curva 8K de 120 pulgadas complementaba a la recámara perfecta.

—¡Pero que diablos hiciste!, eres una estúpida, ahora ¿qué vamos a hacer?—. Estaba furioso

—Oye oye, no te permito que me hables así, y cálmate, osea, el documento lo podemos rastrear tengo la inteligencia artificial conectada a un microchip que podemos seguir.

—Esta bien, ahora, ¿Tienes idea de dónde está?

—Bueno, no sé si este fallando, pero, parece que está.......NO......¡en casa de Aria!— Replicó muy asustada.

Mientras Tom preparaba todo para ir a casa de Aria, Robert corre hacia el cuarto de servicio y saca un arma de fuego con su respectivo silenciador.

Tom entra a interrumpirlo y le pregunta:

—¿Se acuerda de ti?

—No, pero yo me encargo de que ese desgraciado recuerde mi rostro de por vida, voy a hacer lo que tenga para que hagamos cuentas, yo voy a cobrar venganza, van a saludar sus deudas.

En otra habitación se encuentran Jorge el Mayordomo, y Nora, la encargada de la limpieza está llorando.

—¿Qué tienes Nora?—. Pregunta indignado.

—Odio ver en lo que Robert se convirtió—. Se traga una lágrima.

—Pues si, pero nosotros estamos aquí solo para ver, no para opinar—. Levanta una ceja.

—Voy a detenerlo, no soporto ver que nadie hace nada.

—Nora con todo respeto, si Tom no hace nada, y si lo hiciera no le haría el mínimo caso, ¿Qué te hace pensar que va a hacer lo que diga una sirvienta?.

—Si, pero, bueno, tienes razón, Yo no soy nadie para él.

Nora se queda sola en su habitación llorando toda la noche, mientras Robert planea el principio de su venganza.

Niños Diabólicos Vol.1: Cunas perdidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora