Deva
Qué coño hacía ahí era lo único que podía preguntarme en ese momento.
No paraba de intentar arreglarme el flequillo, como hago siempre estando nerviosa, hasta que abrió la puerta un chico que no era justamente el que yo venía buscando.
—¡Es una chica! —gritó—. Hola guapa, ¿te ayudo con algo?
Me sonrió con coqueteo y no pude evitar soltar una pequeña risa. A ver, objetivamente el chico no estaba mal. Alto, con músculos, piel morena y el pelo casi rapado, tenía una sonrisa que atrapa y unos ojos de color miel. Pero no encontré ningún tipo de atracción física hacia ese chico. Yo venía buscando unos ojos verdes que me tenían enganchada.
Y tenía que disculparme. Quería hacerlo.
Me crucé de brazos y apoyé mi peso en una sola pierna —Estoy buscando a Nil.
Sus cejas se levantaron con sorpresa y me dio un segundo repaso de abajo a arriba. Él también se cruzó de brazos y miró por encima de su hombro, donde vi que los dos hermanos me miraban, uno con los ojos entrecerrados y el otro con desconfianza.
«¿Qué coño hago aquí?»
La sonrisa se me fue de los labios cuando nos miramos. Yo no quería hacer entre ver lo que pasaba por mi cabeza en ese momento, pero él... ya lo he dicho en otro momento y lo seguiré diciendo, es demasiado transparente, casi podías ver los engranajes funcionando a toda velocidad tras esos ojos verdes. Nil no sabía qué estaba haciendo yo ahí, ni cómo actuar al respecto.
Supongo que su hermano poniéndome mala cara y su amigo sonriéndome descaradamente tampoco ayudaban.
—¿Podemos hablar? —le dije directamente a él.
—¡Oh! ¿Ahora quieres hablar? —vale, me lo merecía—. Pensaba que ni nos conocíamos —y eso también. Suspiró y se acercó a mí, quedándose a la derecha de su amigo—. ¿Qué quieres, Deva?
He de decir que se me hacía difícil entenderlo. Un momento parecía un cachorro asustado y en otro no le importaba decirme cuatro cosas a la cara. Me sigue desconcertando a día de hoy.
Yo también solté un suspiro, sin saber qué hacer —¿Podemos hablar, Nil? A solas —lancé una mirada un poco brusca a su amigo, que levantó los brazos en señal de paz.
—Tranquila, guapa —dijo—. Yo ya me voy.
Nil no apartaba los ojos de mí, así que, cuando salió al pasillo, pasé por su lado para cerrar la puerta. Y así es como por fin nos quedamos solos.
—Quería... disculparme, por lo de hoy. No debería haber dicho lo que dije, no venía a cuento. Estar de malhumor no es razón para decir cosas sin pensar.
No sabía qué más decir. No sabía rendir cuentas a nadie. Tampoco sabía por qué estaba rindiéndole cuentas a él.
«Ni le viene ni le va lo que pasa por mi vida»
Volví a ponerme nerviosa cuando vi que no decía nada, ¿qué se suponía que tenía que decir? La seguridad de siempre se me escapaba de las manos...
—¿Eso es todo? ¿Malhumor? ¿Esa es tú excusa para dejarme en ridículo?
—Yo no te he dejado en ridículo.
—¿Y entonces qué haces aquí? Si no crees que hayas dicho nada mal no tienes razón para venir a decir cualquier cosa.
—Cualq- ¡Estoy intentando disculparme! —dije exasperada—. Y ni siquiera te debo nada, no sé qué hago aquí.
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Dos Almas (en pausa)
RomanceElla ama el ruido porque acalla sus gritos. Él ama el silencio porque así no escucha los del resto. Ella odia leer historias de amor porque le recuerdan a lo que aspira pero no alcanza. Él ama todo tipo de libros porque "si no lo vivo en esta vida l...