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Deva

Ya volvía a ser fin de semana y me encontraba de nuevo en la discoteca bailando, esta vez con una amiga, cuando recibí una llamada de mi vecina.

—¿Señora Sparks?

—Deva, cariño, acabo de encontrar a una mujer en mi puerta pegando golpes —me dijo a través de la linea.

—¿Y que pasa con eso? ¿Quiere que vaya a ayudarle? —pobre ignorante de mí que no quería entender.

—Dice que es tu madre, Deva —no escuché nada más porque el teléfono, muy oportunamente, se quedó sin batería.

En resumidas cuentas: estaba borracha en una discoteca y había perdido a Logan hacía ya un tiempo, mi vecina me acababa de llamar diciendo que mi madre estaba aporreando su puerta, seguramente colocada, y no podía decirle a nadie qué pasaba.

Así que con pocas neuronas en funcionamiento, conseguí salir de donde estaba e intenté hacer sola el camino de vuelta a mi casa. No soy tonta, una chica a las cinco de la mañana, con mini vestido y bebida, no era ni es buena combinación, pero no pensé en eso.

Caminé recto por la misma acera que recorría siempre con Logan después de cada fiesta, medio tambaleante y con un frío de la hostia. Pero tenia que ir a buscar a mi madre, sobretodo sabiendo en las condiciones en las que estaba.

La primera vez que me pitaron he de decir que me asusté, fue de un coche que pasaba por al lado, pero no pararon, siguieron adelante en dirección contraria. Cuando iba con mi amigo nunca pasaba eso, supongo que él impone lo suficiente como para que no lo intenten.

El segundo coche no paró, pero si desaceleró, llego un momento en el que yo ya estaba intentando correr para llegar cuanto antes a mi barrio, donde ya todos me conocían. No me di cuenta de el chico que venía distraído andando en dirección contraria.

Chocamos y yo caí al suelo de bruces, mientras él se quedo quieto. Nil, con una mochila y ropa de deporte, se quitó los auriculares de las orejas y me miró, primero con confusión y después con preocupación.

Iba tan mal que no pude levantarme sola. Cuando se dio cuenta, se puso a mi lado y pasó su brazo por mi cintura para levantarme y ayudar a sostenerme.

—Joder, que hostia me he metido —arrastraba las palabras y tuve que levantar una mano a mi frente porque no conseguía enfocar bien.

—Deva, ¿estas bien? —preguntó. Luego, por lo bajo, murmuro—: Que pregunta más tonta.

—Niiil, amigo, ¿a que me ayudas con algo?

—Ehh... s-sí —tartamudeó, que mono era.

—Tengo que volver a cassa.

—No sé dond-

—Sigue recto —lo interrumpí. Pase mi brazo yo también por su cintura y caminamos en silencio. Cuanto más caminaba y más aire frío me daba directo en la cara, más me di cuenta de el ridículo que estaba haciendo.

Ya casi llegando, decidí disculparme.

—Perdóname, Nil, no sé ni que estoy haciendo.

Mantuvo el silencio y poco después hablo, pero no fue una respuesta hacia mi disculpa:

—¿Siempre bebes tanto?

Me desconcertó la pregunta, más que nada porque nunca me habían hecho una parecida, ni mucho menos en ese tono de reproche.

—No... bueno sí, pero no —contesté—. Sí bebo, pero han sido días jodidos, ¿sabes? Es mi escape —no sé ni porqué le decía esto a alguien con quien apenas había mantenido una conversación. Pero me transmitía seguridad y confianza, bueno, eso y que aún no iba cuerda del todo—, como el tuyo son los libros, ¿no?

Dos Almas (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora