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Para leer esto tened en cuenta el aviso, porfa.

Deva

Me despedí de Nil y después de saludar a la sra. Sparks, empecé a subir las escaleras hacia mi piso.

Hay que ser sinceros; no quería subir. Para empezar, no sabía si mi madre seguiría ahí. Había dos opciones, y ambas eran horribles e iban a acabar mal. Podría haber salido y en las condiciones en las que estaba cuando la dejé, seguramente no volvería en unos días. La segunda opción era que se hubiera quedado en casa. Esa era, en parte, la que más miedo me daba.

Sabía que me gritaría y diríamos ambas cosas de las que yo luego me arrepentiría. Siempre era igual, y esa noche no fue una excepción.

Que se repitiera no lo hacía más fácil.

Entré por la puerta y solo escuché el sonido de la televisión. Me adentré más en la sala con precaución y visualicé a una mujer sentada frente a ella.

Tenía una coleta mal hecha con a saber qué en el pelo, se podría decir que tenemos el mismo tipo de melena, pero obviamente no estaba en las mismas condiciones. Con la poca luz que proporcionaba el televisor, vi las ojeras que estaban bajo sus ojos. Sus manos temblaban pero parecía que no se daba cuenta, estaba mirando fijamente el documental de leones, y gotas de sudor le caían por los lados de la cara.

Me acerqué con cautela y me saqué la sudadera por al cabeza. Ella aún no levantaba la mirada. La dejé sobre el sofá y me alejé en busca de un baso de agua en la cocina.

Cuando volví seguía igual.

No supe qué hacer así que me fui a mi cuarto y le mandé un mensaje a Jordan. Quería que estuviera al tanto de lo que pasaba, igual él podía ayudarme en algo al fin y al cabo.

Me cambié, me puse unos pantalones de chándal que no eran de mi talla pero que me había prestado un chico cuando rompí mi vestido en una fiesta. Me puse una camiseta cualquiera y volví a el salón. Todo esto lo hice en silencio e intentando tomarme mi tiempo.

Quería que mamá reaccionara.

Pero no lo hizo. Cuando salí de mi habitación ella seguía en la misma postura.

Noté mi corazón empezar a latir con más fuerza cuando me acerqué a el sofá en el que estaba sentada. Cuando llegué a ella, con cuidado, coloqué una mano sobre su hombro y me agaché en frente suyo para que me mirara.

Tampoco lo hizo.

—¿Mamá? —no contestó— Mamá, ¿me escuchas?

Su respiración agitada fue el único cambio notable cuando dije eso.

»¿Te traigo algo?

—Aparta.

Lo hice.

Mi madre apartó la vista del programa y la fijó en mí. Ella tenía una mirada inquieta mientras yo me alejaba poco a poco de donde estaba.

Había reaccionado, eso era bueno, ¿no?

En todo este tiempo que llevaba metida en las drogas, en ningún momento intenté informarme sobre ello. Lo sé, es algo que debería haber hecho, pero también es un tema que no me gustaba tocar.

Quizá era mala hija por ello. Quizá lo mejor habría sido llamar a la ambulancia o policía y que se la llevaran, porque yo sola estaba claro que no podía. Pero también sé que me iba a odiar más de lo que ya lo hacía, y esa no era mi intención.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó.

—Es... Estaba fuera y y-ya es tarde.

—Fuera —todo lo decía en un tono calmado, como si no pasara nada.

Dos Almas (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora