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—¡Sabía que eras tú! —una voz sobresaltó a Doyoung durante su almuerzo. La escuchaba familiar, pero no recordaba de dónde hasta que se volteó hacia la fuente del sonido—. Soy el gerente interzonal, te vi pasar mientras estaba en una reunión y logré encontrarte. ¿Me recuerdas?

—Claro que sí —asintió, poniéndose en pie y haciendo una reverencia.

—No seas tan formal, nos conocemos de hace tiempo. ¿Puedo sentarme? —Doyoung le dio un lugar a su lado—. ¿Qué tal el trabajo aquí? ¿Tienes quejas? Puedo ascenderte si quieres.

—Taeyong como gerente es igual a Taeyong como presidente del consejo estudiantil —rió Doyoung—. Estoy mejor de lo que podría imaginar, es una buena empresa para un beta como yo.

Taeyong bufó y estaba por hablar cuando el jefe lo llamó. Se despidió de Doyoung, prometiendo volver a verse y desapareció del lugar. Doyoung rió, recordándolo tan enérgico como siempre. Era uno de los pocos alfas a los que le tenía aprecio, de buen corazón y amable con cualquiera que se le cruzara. Habían estado juntos unos meses, solo por diversión, hasta que se graduaron del instituto y comenzaron la universidad tomando caminos separados. Recordaba que era un romántico con respecto a las parejas destinadas y el anillo en su dedo le indicó que logró encontrar a su omega.

La extraña molestia que sentía días atrás se intensificó esa tarde cuando, después de recoger a Sungchan, encontró a alguien en la puerta del departamento. Hacía mucho tiempo que vivía con Jungwoo, así que no podía esconderse en su antiguo apartamento, y la persona frente a la puerta no le daba buena vibra. Le sonrió a Sungchan y le propuso ir a visitar a Jungwoo a la pastelería, a lo que él saltó de felicidad.

En su antiguo trabajo los recibieron con alegría y algo de confusión, cosa que preocupó aún más a Doyoung.

—Jungwoo se fue a casa hace unas horas, no se sentía muy bien —aclaró Yeri.

—¿Puedo encargarles a Sungchan? Debo asegurarme que esté todo bien antes de llevarlo a casa —murmuró Doyoung, para que su pequeño no escuchara.

Los demás asintieron con alegría, y Doyoung se agachó para quedar frente a Sungchan y explicarle brevemente lo que pasaría. Él debía quedarse un momento ahí mientras papá Do se aseguraba que papá Woo esté bien. El niño era muy inteligente y comprendió con rapidez que algo estaba pasando, pero se distrajo con los juguetes y el pequeño Jisung.

Doyoung regresó a casa, y esa persona ya no estaba por ninguna parte. Subió las escaleras de dos en dos con prisa y se adentró al apartamento. El aroma de Jungwoo inundaba el lugar y la mandíbula de Doyoung se comprimió, aun no había pasado un mes de su último celo. Solo había una explicación de la que no quería pensar.

Corrió a la habitación donde el aroma se hacía más denso y ahí lo encontró. Jungwoo en una esquina, escondido entre la pared y el armario, en posición fetal, escondiendo su rostro entre sus rodillas y cubriendo sus oídos.

Doyoung cayó de rodillas a su lado y, cuando acercó su mano, Jungwoo se sobresaltó, alejándose con la mirada aterrada. Pero al reconocerlo, se lanzó hacia él, sujetándolo con fuerza y protegiéndose entre sus brazos.

Estuvo unos largos minutos llorando entre sus brazos hasta que pudo calmarse un poco. Entonces se apartó de Doyoung, sentándose a su lado. Ambos miraban al suelo, no se atrevían a ver al otro.

—¿Dónde está Sungchan? —murmuró Jungwoo, con la voz ronca.

—Lo dejé en la pastelería. Vi a alguien en la puerta cuando llegamos y preferí ir a verte al trabajo, pero no estabas ahí —Doyoung no quería preguntar, sabía la respuesta y no quería escucharla. Pero debía hacerlo—. Esa persona es tu destinado ¿verdad? —Jungwoo asintió y el corazón de Doyoung dolió como nunca.

—Sentí su aroma hace unos días en la pastelería. Estoy en la cocina y no podía asegurar nada. Pero las feromonas se hicieron más fuertes y... me encontró. Él activó mi celo, lo siento, no puedo controlarlo.

—Lo sé —su garganta dolía, pero se esforzaba en que el dolor no se escuchara en su voz—, sabía que esto pasaría algún día. Encontraré un lugar donde quedarme y cuidaré de Sungchan unos días —con su vista periférica, vio a Jungwoo observarlo, pero no se atrevía a devolverle la mirada—. Cuando te sientas bien, contáctame y lo traeré.

—Espera, ¿qué estás diciendo? ¿Por qué te irías? Sabes que para que se termine el celo debo estar contigo.

—Esta vez no me corresponde a mí estar a tu lado —se puso en pie y se dirigió a la salida de la habitación.

—Doyoung, por favor. Deja de ser tan estricto con esa tontería de la pareja destinada. ¡Yo te amo a ti! Tú eres el amor de mi vida, mi alma gemela. ¡Solo tú!

—Yo también te amo —su voz finalmente se rompió cuando cruzó miradas con Jungwoo, sus lágrimas inundaban su mirada y poco a poco comenzaron a caer—, y gracias por estos hermosos dos años juntos, pero sabes que jamás seré suficiente para ti.

Simplemente salió del apartamento, sin escuchar más a Jungwoo. Caminó con prisa lejos de ahí, donde sea. Corrió hasta un callejón donde logró esconderse, el dolor en su pecho lo estaba matando y dejó salir todas las lágrimas y el dolor. Los amaba a ambos y ahora los perdería. Lo supo todo el tiempo, pero se estaba haciendo una realidad, y era peor de lo que había imaginado.

...

Doyoung no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, pero fue el suficiente para no verse tan roto. Aun así, aunque logró engañar a todos los adultos con su sonrisa, Sungchan comenzó a llorar al verlo. En un principio se sintió rechazado y sintió la necesidad de huir, pero el pequeño se puso en pie y corrió hacia él, extendiendo sus brazos. Doyoung lo cargó y el niño pareció calmar un poco su llanto cuando se sintió protegido.

Se despidió de todos, intentando que se despreocupen sobre lo que acababa de pasar, pero en cuanto se alejó unos metros de la pastelería, Doyoung también comenzó a llorar.

—¿Qué pasa con papá? —el pequeño hizo un puchero que le rompió más el corazón, lo extrañaría tanto.

—Jungwoo está algo enfermo, así que para no contagiarnos, iremos a otro lugar por esta noche, ¿está bien? —el niño asintió, pero volvió a preguntar.

—¿Qué pasa con papá Do? —colocó sus manitos en las mejillas del adulto, que volvían a mojarse por las lágrimas.

—Estoy feliz de que estés creciendo tan bien —sonrió y lo abrazó con más fuerza—. Te amo y te extrañé mucho esta mañana.

El pequeño no volvió a preguntar y poco a poco logró calmarse y distraerse, mientras le contaba a su papá lo que había hecho en el jardín. Esa noche durmieron en un hotel, en la misma cama y abrazados. Sungchan se durmió rápidamente, pero Doyoung estuvo muchas horas observando al niño, intentando grabar en su mente cada detalle de su rostro.

You saved me •°• DoWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora