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Una semana después, Manolita recibió el alta y la bienvenida en casa fue sobrecogedora. Sentía que no podía pedirle más a la vida. Estaba viva de milagro, sin ninguna secuela importante, y sus dos pequeños y Marcelino la hacían la mujer más feliz del mundo. Realmente se sentía muy afortunada.

Un mes después del nacimiento de Manolín, y con los controles médicos satisfactorios, ya era hora de decirle adiós a Devoción, quien había sido parte del grupo médico partícipe en su tratamiento de fertilidad y la obstetra que siguió sus dos embarazos. No tenía nada más que hacer con Manolita. Así que, en el que fue su último control, llevó un gran táper con croquetas, que eran la especialidad de ''El Asturiano'', como forma de agradecimiento por el gran apoyo profesional y también moral que había recibido de esa increíble doctora durante la última década de su vida. 

- Gracias por todo Devoción, ¿puedo llamarla así, verdad? – sonrió Manolita – Soy madre en gran parte gracias a usted, nunca llegaré a agradecerle del todo –

- ¡Pero si es mi trabajo mujer! Llámame de tú – sonrió Devoción de vuelta – Tienes una gran familia, y estoy orgullosa de ti y de Marcelino porque no han bajado los brazos ni aun cuando todo se ha puesto difícil... pero recuerda, no más niños - la miró seriamente

- Bueno, los Gómez Sanabria somos cabezotas - rió Manolita – No más niños, lo sé. Gracias de verdad, espero disfrutéis las croquetas... a Amelia le gustan, ¿verdad? –

- Mi padre las hacía todo el tiempo cuando íbamos a visitarlo a Málaga y Amelia solía ayudarlo, a cocinarlas ¡y a comerlas por supuesto! – rió Devoción y a los pocos segundos su sonrisa se desdibujó – Fue un gran padre, murió ayer, ¿sabes?, aún no me lo creo que se haya ido -

- ¿Qué me estás contando Devoción? – dijo Manolita sin poder creer su profesionalidad – Si no me lo decías no hubiese adivinado lo mal que debes estar, lo siento mucho – le dijo sintiendo su tristeza

- Sí, por la noche viajaremos a Málaga y nos instalaremos unos meses allí para arreglar todo... Quizás, y si el trabajo me lo permite, nos quedaremos definitivamente. La muerte de mi padre me recordó cuanto extraño mi lugar, tengo ganas de volver a casa –

- Claro que sí, te deseo a ti y a Amelia toda la suerte del mundo, os la merecéis –

- Tú también, cuida bien de esos pequeños, y saluda a Marcelino de mi parte -

Se dieron un gran abrazo y se despidieron. El vínculo profesional - paciente había culminado, pero Manolita sabía que nunca se olvidaría de esa gran mujer y de todo lo que había significado para ella y su familia.

Devoción atendió a un par de pacientes más y corrió a casa para cargar las maletas en el coche. Amelia ya había terminado las suyas. Despidió cálidamente a la señora que cuidaba de la casa y de su hija y quedaron las dos solas.

- ¿Estás lista para volver a Málaga, cariño? – le preguntó sentándose en el borde de la cama junto a la niña

- Si, mamá – contestó Amelia cabizbaja - ¿Tú crees que si le hablo al abuelo, él me escuchará desde dónde está? – la miró con los ojos húmedos

- Yo creo que sí, él te adoraba y siempre estará a tu lado, nunca lo dudes – respondió Devoción acariciando los rizos de la pequeña – Vamos, ven aquí – le dijo haciendo que se sentara en su regazo para luego abrazarla con fuerza – Es hora de irnos, llevo croquetas para el viaje –

- ¡Como las que hacía el abuelo! – respondió Amelia con ilusión

- Claro, pero estas las hizo el abuelo de Luisita. ¿La recuerdas? –

Te amaré por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora