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Era viernes por la tarde y Amelia estaba inquieta. Sabía que la visita de su tía no era común, que algo se traía entre manos, y eso la intranquilizaba un poco. Esperaba que no fuera algo relacionado con su padre, porque ya estaba en paz con ese tema y no quería tener nada más que ver con Tomás. Esperaba que no fuera algo relacionado con su madre porque eso sí que la preocuparía y mucho. Sentía un torbellino interno que amenazaba con salir en cualquier momento. Luisita ya estaba de vuelta en Barcelona, y si bien ambas eran fuertes y habían logrado sacar adelante la relación sin importar la distancia, Amelia reconocía que no era capaz de acostumbrarse del todo a su ausencia cada vez que se despedía de ella. Sumado a la falta que le hacía la rubia estaba la universidad, le preocupaba su futuro, tenía en mente hacer aplicar a una beca para hacer un máster en Londres luego de graduarse, pero también quería encontrar un piso para vivir con Luisita en Málaga y no sabía cómo gestionaría ambas cosas. Se sentía algo sobrepasada pero a la vez su fuerza interna, inquebrantable y siempre presente, le hacía saber que podría con todo, no sabía cómo lo haría, pero sabía que podría. Cuando la tía Alicia llegó abrazó fuerte a su sobrina, como nunca lo había hecho hasta ese momento, y la miró fijamente.

- Cariño, he venido aquí para hablar contigo de algo importante – le dijo

Amelia se tensó un poco, pero sabía que su tía era muy directa y de pocas palabras, así que no se estaría con vueltas. Así fue, y la morena se sorprendió cuando vio a Alicia apoyar dos llaves sobre la mesa.

- ¿Y esto? – preguntó

- Son las llaves de la casa del abuelo – respondió su tía

- ¿Y por qué me las estás dando? –

- Porque la casa es tuya, cariño – sonrió Alicia – Con tu madre hemos decidido que no se venderá –

La morena se quedó boquiabierta mirando aquellas llaves, y luego volvió en si para negar el regalo.

- Que no, que no, de ninguna manera tía Alicia, yo no puedo aceptar esto, es dinero vuestro y sé que lo necesitáis, sobre todo tú, mi madre me ha contado lo de tu trabajo... –

- Amelia, puedes aceptarlo y lo harás, no puedes rechazar un regalo hija, lo hemos decidido así, además a la casa hay que hacerle arreglos, pintarla, y ya no tenemos la edad para estar detrás de todo eso, tampoco queremos venderla, ¿sabes?, aún ambas recordamos cuando nuestro padre la construyó sobre un terreno que no tenía ni siquiera árboles... Oye cariño, él estaría feliz de saber que su nieta se la queda, vamos hazme caso, tómalo como mi regalo de graduación – sonrió

Amelia se quedó en silencio por unos segundos y pensó en lo mucho que le encantaría a Luisita vivir en una casa desde la cual se pudiera ver el mar, y con ese pensamiento pudo hilar un recuerdo que hizo que sus ojos brillaran emocionados: el jardín de invierno con ventanas hasta el suelo y un atril de madera rodeado de botes de pintura, el sueño de la rubia, pintar mientras  las olas rompían a lo lejos. Fue en ese momento cuando supo que la decisión que habían tomado su madre y su tía cediéndole la casa no había sido una casualidad, esa casa tenía que ser de ella.

- Cariño, ¿estás bien? – preguntó Alicia tomándole la mano

- Si tía, si -

- Entonces... aceptarás, ¿verdad? – preguntó – Apuesto que Luisita estará feliz con la idea, vosotras sois jóvenes y la sacaran adelante, me ha contado tu madre que estáis buscando piso en Málaga -

- Si... tía, esto de la casa... Luisita no puede enterarse, luego hablaré con mi madre para que no diga palabra –

Alicia la miró algo extrañada, ¿por qué le ocultaría semejante noticia a su novia?, pero a juzgar por la expresión de su sobrina estaba casi segura que tramaba algo. – Mmm que estarás planeando rizos... tranquila, será un secreto -

Te amaré por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora