26

1.5K 135 9
                                    


Barcelona, verano 2015

Aquel agosto debería haber sido diferente. Habían decidido ir tres días a Barcelona ya que Luisita añoraba aquella ciudad que había sido su hogar durante tanto tiempo, y así de paso aprovecharía para visitar a algunos amigos de la uni que vivían allí. Tenía pensado pedirle matrimonio a Amelia en la playa de noche, en la misma en donde cinco años atrás se habían besado por primera vez. Estaba inquieta, emocionada, quería que su plan saliera perfecto. Unos días antes, sus padres y abuelo fueron a Málaga y Pelayo, que ya sabía de antemano los planes de su nieta, le hizo un regalo muy especial.


FLASHBACK

- Charrita, ven un momento que quiero hablar contigo – dijo el abuelo desde el jardín mientras apreciaba la gran variedad de flores y colores que había en el terreno

Luisita dejó a sus padres en la sala y fue a verlo.

- Si abuelo, ¿Qué ocurre? – le preguntó

- Ven, siéntate que tengo algo para ti y quiero dártelo antes de que Amelia vuelva del trabajo – dijo Pelayo y sacó una pequeña cajita del bolsillo de su pantalón – Toma –

- ¿Y esto? – preguntó la rubia mirando aquella misteriosa caja de cuero en miniatura

- Ábrelo, es para que le pidas matrimonio a Amelia – 

La rubia abrió los ojos sorprendida, y se sorprendió aun más cuando abrió la cajita y se encontró con el anillo de compromiso de su abuela Marga, aquel anillo de esmeralda que de pequeña se probaba a escondidas de su abuelo, con la ilusión de tenerlo algún día. Ese anillo que siempre le había llamado la atención por su piedra. Era una esmeralda que relucía en forma de gota, rodeada de diminutos diamantes. No podía creer que Pelayo le estuviera obsequiando semejante reliquia familiar.

- Abuelo, yo no puedo aceptar esto, es el único recuerdo que tienes de la abuela – dijo la rubia extendiendo su brazo para devolvérselo

- Charrita, los recuerdos los tengo aquí – dijo Pelayo llevándose una mano al corazón – Como ya sabes, este anillo lo iba a heredar tu tía Luisa, pero no pudo ser... – bajó la mirada triste y Luisita tomó su mano – Anda mi niña, que ya merece ver la luz otra vez, y me haría mucha ilusión que lo coloques en el dedo de la mujer que amas, como hice yo sesenta años atrás – 

- Abuelo, no sé qué decir... Cuando era pequeña lo cogía a escondidas solo para probármelo y jugar a ser mayor, ¿sabes? – dijo la rubia emocionada

- Claro, si varias veces te he visto – dijo Pelayo haciendo un gesto de obviedad ante la mirada sorprendida de su nieta – Muy bien no sabías esconderte – rió – Anda, no seas cabezota y acéptalo, que me harías muy feliz –

- Gracias abuelo – dijo Luisita entre lágrimas emocionada – Y luego pasará a nuestra hija, te lo prometo –

Pelayo abrió los ojos enormes. – Amelia o tú estáis... -

- ¡No! – rió la rubia – Falta tiempo aún para ser madres, pero Amelia está convencida de que tendremos una niña y que será igualita a mi –

- Uf, suerte con eso charrita – bromeó el anciano

- ¡Oye! – se quejó la rubia 

Los dos se pusieron de pie y volvieron a entrar a la casa para juntarse con Manolita y Marcelino que habían presenciado toda la escena desde la sala y los miraban emocionados.

Te amaré por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora