Ventana

Muerte anunciada (XVI)

Abrí los ojos.

La luna se encontraba en todo su esplendor. Bajo ella, mi habitación se extendía inmensa y solitaria, con una oscuridad indescriptible ocultando cada rastro de mi sombra. La atmósfera era espesa y la sensación del tiempo ralentizada. Me levanté al instante de mi desordenada cama. Mareado y perdiendo un poco el equilibrio por lo repentino de mi movimiento; froté mis ojos en busca de alivio y suspiré. Recordé lo recién estudiado en el texto.

Sin pensar demasiado fijé mi mirada en mis manos. Una extraña y nueva sensación recorrió por mi cuerpo acompañada de un leve escalofrió que me hizo temblar. Percibí un influjo de poder y una plena conciencia, esto al asimilar que estaba en el mundo de los sueños. Las dudas fueron disipadas, mi pensamiento era prístino y claro. Miré la ventana, se encontraba cerrada, sus vidrios reflejaban mi imagen borrosa, cual espejo. Aprecie mis ojos, los cuales irradiaban un profundo fulgor encandilante.

Cada minuto era esencial en estas circunstancias, por lo que debía aprovechar al máximo el lapso. Lamentable el hecho de haberme quedado dormido en plena lectura. No me permitió extraer el contenido de la totalidad de los fragmentos de sabiduría plasmada. Estaba a tientas en este viaje astral. Recurrí a antiguas prácticas de concentrar mi pensamiento, apagué mi visión. Para volver a contemplar mi estancia pasada, encontrándome horas previas a quedarme sin aliento.

Nuevamente atisbando a mi segundo yo. Abismado por magno espectáculo y deseoso de resolver el enigma. Sentí una conexión particular momentánea, ya que reviví una vez más como se ausentó mi respiración. Me apresuré para despertarme, a fin de cuenta desencadenar un desenlace distinto. Mi intento se vio frustrado y conducido por la emoción tomé mi cuello con ambas manos y me estrangule. Despertando de forma abrupta empapado en sudor y con la comprensión total de que la remembranza de mi muerte había sido provocada por mi mismo.