1. Entre dos mundos

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| Maca | enero | 2022 |

La espalda me cruje en silencio al enderezarla contra el asiento del Mi-35. Un helicóptero artillado, listo para el ataque y transporte de tropas, pero que parece hecho de papel cuando los vientos de la selva montañosa peruana hacen tintinear al fuselaje. Vuelvo a acomodarme un poco mejor en el horrible y estéril espaldar del asiento, pero mi columna vertebral sigue quejándose de los rezagos de haber dormido las últimas semanas de este mes en el dulce suelo de la Amazonía peruana. 

Mentiría si negara que he pensando más de mil veces en lo que sería de mi vida si hubiese escogido una carrera profesional tan convencional como ser ingeniera, arquitecta, cirujana, abogada o profesora de colegio. Pero yo quería ser parte de la milicia y surcar los cielos del país donde nací, para así poder conocerlo de cabo a rabo, pues pasé demasiados años lejos de aquí.

También mentiría si dijera que en la balanza de lo que "hice" y "no hice", ganara lo que "no hice". Dormir en una cama -algo tan mundano- cada noche, poder recostarme para ver la tele, tener luz eléctrica al solo presionar un botón en la pared, saber que hay una refri llena de todos los alimentos que me gustan... Tantas cosas buenas tendría si fuese de cualquier profesión menos  la militar. Sin embargo, no me sentiría realizada ni contenta conmigo misma por más "comodidades" que tuviese todos los días a la mano.

En verdad que soy feliz con lo que tengo y tendré en el futuro. Eso me coloca varios pisos por encima del resto de personas que viven en la monotonía de los días. Claro, no soy feliz al 100% porque siempre tengo nuevos sueños y desafíos los cuales alcanzar... Pero este dolor de espalda, ya está tentándome a cambiar mis pensamientos. Si quedaran todavía algunas pastillas contra el dolor muscular mis ánimos serían otros.

Pronto atravesamos un chubasco y las gotitas de agua logran atravesar el férreo fuselaje del ave metálica a través de los espacios formados por las puertas entreabiertas. La maldita lluvia de la selva tiene algo que la hace más fría en comparación a la de los Andes. O quizá solo es mi perspectiva, pero lo cierto es que la temperatura en el interior del Mi-35 ha caído varios grados centígrados en cuestión de unos cuantos minutos.

Le echo una mirada al resto del escuadrón, y no soy la única que se aferra con fuerza a los fusiles para evitar temblar de frío. Ya es media tarde. Ello significa que la luz solar se reduce a más del 60%, y el porcentaje subirá exponencialmente con cada minuto extra de vuelo. Lo cual implica que debemos estar atentos y con las malditas puertas abiertas por si vemos alguna colina que serviría perfectamente para una emboscada narcoterrorista.

En este trabajo jamás puedes tener la seguridad de que ya estás "a salvo" por más que hayas recibido la orden de volver a tu casa -allí donde te espera tu cama, tele y refri-. Si a los subversivos no se les ocurre atacarte con un lanzamisiles aquel día en el que está surcando los cielos de la selva, tampoco puedes confiarte en que el viaje por aire será un paseo. El clima es más peligroso que ellos, ya que como piloto confías en que el clima será tu mejor amigo. Pero cuando menos lo esperes, este te traicionará y terminarás perdiendo el control por más décadas de experiencias y vuelos exitosos tengas en tu récord personal. Cuántas cosas pueden suceder en un segundo de descuido, en un pestañeo, en unas palabras que no dijiste y que pudieron cambiar para siempre el curso de las cosas.

El ruidoso pájaro de metal comenzó a agitarse en vertical y un poco hacia los lados. Ahora el viento parecía que te quería cortar el rostro antes de lanzarte hacia el suelo, pero debajo de nosotros no hay suelo sino cientos árboles que erigen frondosas copas de un verde oscuro.

El par de tenientes que habían estado sentados al borde de cada puerta, vigilando el camino, se enderezaron y dieron unos pasos hacia adentro del helicóptero por precaución. En conversaciones de borracheras entre pilotos, siempre ha surgido la pregunta de si preferirías morir en combate o porque que estrellaste. Argumentos van, argumentos vienen, pero yo jamás me he decidido por ninguna. Lo que me gustaría es morir de vieja, una tarde, en la que sinceramente me diga a mí misma que hice todo lo que me dio la gana en la vida. 

María, llena eres de graciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora