| Mademoiselle | marzo | 2022 |
Antes que me carcoman los pensamientos relacionados al inminente regreso al trabajo, prefiero divertirme un poco como la persona en quien verdad soy: una dómina.
Puedo poner de rodillas y con el estúpido rostro pegado al suelo a cualquier hombre. Sin embargo, eso es demasiado aburrido. No hay nada de divertido en las cosas fáciles y sencillas de la vida para una guapísima mujer de excelente clase social como yo.
Así que siempre he anhelado ir por lo imposible, lo prohibido, todo eso que para la hipócrita sociedad está mal visto. Romper con todo tipo de reglas y tabúes es lo que más me excita. El solo pensar que lo que quiero, lo obtengo me provoca un orgasmo más profundo que un arnés penetrándome con violencia.
La casa ya se encuentra vacía por completo a las 16:00 horas. Me encantaría pasar todo el fin de semana con ella. Ni siquiera saldríamos de la cama para comer, después de todo, ella está acostumbrada a mi entrenamiento. Disfrutaríamos tanto un par de días solo nosotras dos, pero hay fiesta en casa de los Herrera y ello imposibilita a nuestros deseos.
Maca no tarda en llegar. Siempre puntual. O se enfrentaría a uno de mis castigos. Y ganas no me faltan para dejarle su piel ardiendo de dolor para luego besar ese calorcito bajo mi serpenteante y húmeda lengua de sirena.
El pelo castaño de Maca siempre me ha encantado. Me encanta que haya decidido dejar esa tontería de teñirse de rubio. Su atractivo está en lo natural de su cuerpo. Todo es perfecto en ella. Cómo no haberme enamorado de ella desde el internado en Italia. Lo cual provocó que me doliese hasta lo más profundo el separarnos cuando tuve que irme a Francia y ella se quedaba en la desolada Italia. Pero dejé en su alma esa semilla de la perversidad para que se cultivase durante algunos años. Los suficientes para que rompiese sin querer queriendo la vida de Marie. Pobre de esa chica. Solo fue un daño colateral que definió la huida de ma chérie lejos de mi lado. Recién allí se dio cuenta que yo le hacía mal a su vida, pero la vida es tan deliciosa que ha vuelto hasta mí casi rogando que le aconseje qué hacer con su corazón.
Inocente de ti.
Me has dado las llaves para llegar a tu alma y así confundirte hasta que no sepas quién en verdad soy.
Te devoro con la mirada apenas apareces en la puerta. El uniforme azul marino de saco y falda con botones y galones dorados en las solapas. Tu cabello moreno sigue atado en una coleta, delicioso, pero se queda corto con tus sabrosas orejas decoradas por pequeños aretes de oro.
Quizá lo único que desentona con mis gustos es que te atrevas a mirarme con tanta altanería en este momento. Supongo que estar vestida así te otorga aires de superioridad por ser militar, pero ladrarás como una buena perrita cuando me encargue de quitar prenda por prenda.
Nuestro saludo se da de manera silenciosa en medio de miradas desafiantes. Mejor dicho: ella desafía a la pasividad de la mía. Le pregunto si desea beber algo. No se niega. Whisky doble con hielo, por supuesto, yo también me decido por el mismo trago.
Nos sentamos en los sofás que están cerca del jardín. Ella deja su gorra azulina sobre el reposabrazos del mueble y al pie de este coloca su maletín ejecutivo. Agradece como una buena damita cuando le entrego su frío vaso de licor y espera a que yo ocupe el sitio contrario para recién darle un trago.
Charlamos sobre nuestra semana entre sorbo y sorbo. Esto sería de lo más normal entre un par de familiares, a excepción de la relación que hemos tenido por años. Agudizo mis ojos sobre sus delicadas facciones que intentan tornarse ariscas, pero no lo logra. Al menos, contra mí no puede mostrarse como la persona que no es. Quizá engañe al resto, pero conmigo no puedes, Maca.
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María, llena eres de gracia
RomanceElla es Coral: veinteañera, 130+ de IQ, cristiana -obligada- y embriagada del tedio de tener que vivir otro aburrido día. Esto último era cierto hasta que una tragedia la arrastrará a alterar su vida al lado de la efusiva Maca. Charlar de la iglesia...