36. Le petite morte

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| Maxime | junio | 2022 |

Al fin, supongo... ¿O quizá no?

Zoë retuerce su furiosa lengua entre los pliegues de mi hendidura con frenesí. No se detiene ni para respirar. En cierta manera, me encanta lo que hace con mi cuerpo para sumergirlo en una piscina de placer. Sin embargo, dudo que esta vez se rompa la racha. Una maldita racha de varias semanas en las que no disfruto de algo tan natural como el sexo.

El sexo es mucho más que estímulos físicos. Y quien piense lo contrario, no sabe nada, ni seguro ha experimentado un orgasmo en toda su vida. Innumerables personas tiene sexo solo para desestresarte. Eso no va conmigo. Las ideas no son compatibles en mi naturaleza. Y en esta vida todo te puede estresar y cansar como las larguísimas filas en el metro de Berlín todas las mañanas, el calor del verano, los repentinos viajes por trabajo y la carga laboral inesperada.

No me gusta hablar durante el sexo, pero con ella haría una excepción. Seguro que lo haría.

En cambio... Comienzan sus labios a chupar alrededor de mi clítoris. Me fastidia que lo haga. ¿Qué más juego previo quiere? Ya me cansé. Simplemente, debería de ir al punto y ya. Me mantengo en silencio, pero enredo mis dedos entre sus finos cabellos pelirrojos y halo hacia arriba para que su boquita de fresa se centre en lo importante.

El cuerpo se me estremece antes el húmedo contacto de su ardiente luenga contra mi clítoris. La reacción es inmediata, pero no dura más que un suspiro. Solo espero que no lo note o se pondrá nerviosa. Lo suficiente para que pierda el ritmo. Supongo que no debí confesarle que desde hace unas semanas no tengo un verdadero orgasmo. Por supuesto que me voy a correr tarde o temprano esta mañana por las maravillas que hace su boca, pero no tendré un orgasmo.

Haber tenido mi adolescencia en Francia me afectó más de lo imaginado. Me volví devota a lo que los franceses llamaban en el siglo XVIII "le petite morte" refiriéndose al orgasmo. Aquel limbo cerebral que detona apenas después del orgasmo. Ahogándote en un estado de hipersensibilidad, relajación y somnolencia hasta hacerte perder la conciencia de ti misma.

Eso para mí es un orgasmo. Algo que no he podido tener desde aquella llamada.

Le echo una mirada. En otra situación, el tener a una hermosísima chica a mis pies y con su rostro entre mis piernas es suficiente condimento para encenderme como un millón de soles estallando a la vez. Pero ahora...

Ella pone de su parte. Yo debería hacer lo mismo. Lo intento. No estoy mintiendo. Sin embargo, no puedo...

El cuerpo sí que reacciona con furia contenida cuando su lengua penetra mi hendidura. Sin pensarlo, levanto una pierna y apoyo mi espalda con más fuerza contra la pared. Sus manos me toman por las caderas para poder degustarse con más comodidad de mi néctar.

Conectar mente y cuerpo. Algo tan simple sobre el papel, pero por más que quiero no puedo.

Exhalo como loca los primeros albores de un orgasmo por pura respuesta biológica, no motivado por decisión propia.

Mi mente divaga en mil direcciones. Unas más estresantes que otras. Hace dos días llegaron la colección de obras de arte abstracto del alemán Gerhard Richter: "El Picasso del siglo XX", según lo denominan. Así que anda hecho un manicomio la galería, ya que de esas piezas, una parte serán vendidas y nosotros los marchantes debemos de comercializarlas lo más pronto posible y a los mejores precios. Si el pintor no fuese tan reconocido, la cosa sería sencilla y relajada. Nadie quiere equivocarse en la valorización. Ni mucho menos en no conseguir a los futuros clientes. El arte abstracto siempre es un problema en comercializar si no tienes la habilidad para explicar el valor artístico que se esconde entre esas manchas y trazos imprecisos.

¡Ah! Pero como Maxime es lesbiana, por supuesto, ella tiene el sexto sentido femenino de la intuición que combina a la perfección con las destrezas del hombre para resolver problemas complicadísimos. Seguro que ella nos ayudará con la comercialización. ¿Por qué preocuparnos? Mejor que solo ella se estrese por todo el trabajo que tendrá encima. Salvo por unas cuantas personas, la mayor parte con los que trabajo son unos imbéciles. Claro, Zoë es una de las excepciones.

Llevo casi dos meses saliendo con la pelirroja. Nos conocimos en uno de mis viajes a Ginebra. Yo solo iba de paso, pero ella no me iba a dejar tan fácil. Así que no lo hizo y consiguió que la transfirieran a una galería en París. No somos novias ni nada parecido. Ella lo entiende, pero de todas maneras se esfuerza más que yo en quizá intentar que esto funcione.

A Zoë le puedo decir sin problema que todavía no la he comenzado a amar ni "necesitar", pero jamás me perdonaría si ofendo a su ego sexual. A nadie le gustaría que te digan que no disfrutas del sexo, ya que es algo tan natural y universal que no debes de ir a una escuela para saber cómo hacerlo.

El sexo entre las dos funcionaba como el mismísimo infierno. Fue por eso que no me opuse a que nos siguiéramos viendo. Pero mi actitud durante las últimas semanas ha convertido a nuestro infierno en un Edén del tedio. Al menos, para mí. Pronto Zoë se contagiará de ese tedio y todo habrá terminado de la peor manera.

Eso sucede cuando das un salto de fe. No sabes lo que te espera. Sacrificas todo por una incertidumbre. Cuando menos te lo esperes, esa imposibilidad te terminará cortando la cabeza como a mí me sucedió. O eso creo... Disfruto del dolor. Tomar ese vuelo y ver por mí misma lo que ya me fue contado no cambiará las cosas. Pero de todas maneras quiero hacerlo.

Sus dedos me penetran muy rápido en un infinito vaivén que hace crujir a mis huesos.

Debería de ser mi petite morte justo ahora cuando acabo de correrme con ella entre mis piernas. La respiración se me entrecorta, clavo mis uñas en su cabeza y arqueo la espalda. Pero esas reacciones solo son biológicas como el que tu piel se erice al asustarte o el dormir cuando estás cansada.

Respiro por la boca mientras me dejo caer en el sillón de la oficina. Ella se levanta del suelo agitando su larga melena roja hacia un lado. Sus labios brillan y escurren gotitas de mi interior.

¿Cuándo cambió todo?

No fue con la llamada de mi madre en donde me contó que lo de Coral y Maca iba muy en serio. Ya contaba con esa posibilidad. Lo que me destruyó fue una tarde en la que mientras follaba de lo más embriagada de placer con Zoë, imaginé que hacía el amor con Coral.

Entonces, nada ha vuelto a ser lo de antes.

Zoë se sube al escritorio y me examina desde allí con sus penetrantes ojos azules eléctricos. En ellos leo la pregunta que ma hará. La cuestión es si le miento o le digo la verdad.

Antes de que hable, ella me toma de la mano y la lleva hacia su boca para besarla.

- Dime, ¿experimentaste lo que perdiste?

Susurró al ya estar abrazándome y repartiendo besos por mi cuello.

- Creo que sí... -respondí si decidirme-.

- Eres una mala mentirosa. No te temblaron las piernas cuando te corriste.

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Hola! Sé que es un cap. corto, pero era necesario para mostrar cómo se encuentra Maxime. Ya organicé los capítulos que faltan, así que entre 7 y 10 capítulos son los que nos separan del final :o

María, llena eres de graciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora