34. Detrás del velo

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| Coral | mayo | 2022 |

De encontrarme tan eufórica y predispuesta a pasar la mejor noche de mi vida al lado de la mujer que amo ahora estoy que hiervo de cólera. ¿Hasta cuándo mi madre me tendrá bajo su control?

No me sorprende que mamá haya llamado a Maca apenas la mandé al diablo cuando me preguntó con qué amiga me iba a quedar a dormir esta noche.

¿Qué le importa a mi madre?

Soy mayor de edad, tengo trabajo y solo por unos días más seguiré viviendo en la misma casa. Luego, por fin disfrutaré de una libertad que jamás pedí, pero que siempre necesité. Aunque antes debo de dejar mi velo de virgen María para probar los pecados de María Magdalena.

- Qué divertida es tu mami.

- Prefiero no opinar porque estoy así -exclamo juntando los dedos- de dejar escapar muchísimos adjetivos que pondrán rojísimas a sus orejas.

- No te enojes con ella. Solo está haciendo lo que cualquier mamá haría por sus hijos.

- Mi mamá ya exagera.

- Nena, ya olvídate de eso -suspira, colocándose delante mío-.

Su mano izquierda se posa sobre mi rostro, lo acaricia con extrema ternura, apaciguando la marea de furia que intentaba ahogarme desde adentro. Pronto su otra mano también me toma del rostro y reduce la distancia entre ambas. Sus pulgares tallan un sendero desde sus pómulos hacia las esquinas mis labios.

Suelto lentamente el aire que andaba conteniendo en mi interior cuando sus dedos escapan lejos de mi piel. Sin embargo, mi mano toma a una de las suyas antes que esta se aleje demasiado de mi rostro. Las yemas de sus dedos apenas me rozan, pero es suficiente para provocar que mi corazón vibre de locura.

Mi boca es buscada por la suya en el anhelo de un beso, pero me resisto al girarme un poco hacia el lado opuesto. Hasta hace un rato tenía todas las ganas de que sea mi primera vez durante esta madrugada, pero ahora no lo sé. Lo único cierto es que con un beso todo el infierno se desatará.

El ardor de su respiración penetra a través de los poros de mi cara, sus uñas rasguñan sensualmente mi cuello como si se trataran de una filosa navaja. La punta de su nariz coqueteando con cada centímetro de mi rostro, deslizándose por el puente de mi tabique, sintiendo el caliente aliento que brota de entre sus dientes. Todo es parte del cortejo que buscar desatar un larguísimo beso entre nosotras.

Vuelvo mi rostro al lugar inicial, frente a ella, pero no me atrevo a abrir los ojos. Las puntas de sus dedos tocan a mis orejas mientras que sus palmas aterrizan con suavidad sobre mis tibios pómulos. Suspiro. Nuestra narices se tocan como si fuesen un par de mariposas aleteando una frente a la otra.

Unos centímetros al noreste, ella al noroeste, mi mano derecha trepando por sus cabellos y un tan ansiado beso nace como las flores en la primavera. Mi lengua saboreando a la de ella, los labios se deslizan uno contra otro con cierta hambre, pero esta pronto es asesinada por una furia contenida.

Me olvido de mí misma.

Nada más importa que este momento entre ella y yo.

Sus manos me atrapan la cintura para pegarme más a su cuerpo, mientras que nuestras bocas se funden salvajemente en cada beso que desgarra a nuestras almas de amantes.

Tengo las manos con vida propia: suben y bajan por todo su cuerpo. Estas saltan de su cuello hacia su espalda, ruedan por cada una de sus vértebras clavarse en sus caderas.

Nos damos un respiro y el siguiente beso es distinto al resto por la euforia que lleva encima. Mis manos suben a su cabeza y enredo mis dedos entre sus cabellos. Maca me muerde los labios y me toca los senos sobre la ropa provocando que me ría. Mis carcajada se filtran cada vez que abro la boca para respirar, no me importaría morir asfixiada por sus besos que me comen por completo.

María, llena eres de graciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora