Epílogo

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-¿Qué? No, no, me rehuso a que ese sea el final.- con sus mejillas llenas de aire y sus brazos cruzados frente a su pecho, Ryujin me observó una vez más, deseando que de mis labios saliera algún relato más. Reí al ver lo tierna que era esta y con mucho cuidado me levanté de la silla mecedora que Kyungsoo había puesto junto a la chimenea. El Invierno en Australia no estaba siendo muy de mi agrado, pero después de haber vivido muchos años en la gran ciudad de los canguros, finalmente me había adaptado a lo ruidosa y calurosa que resultaba ser esta. 

-Hacer una pataleta, no solucionará nada, créeme, lo he intentado cuando tenía tu edad.- sonreí alegre al escuchar la voz de mi hija y como si por poco olvidara que los años ya comenzaban a pasarme factura, me acerqué a ella con prisa.- Mamá, por favor ten cuidado.- jadeó al verme correr hacia ella. Se me hacía imposible no alegrarme tanto de verla. 

-Me alegra tanto tenerte de vuelta.- confesé alegre al tenerla entre mis brazos. 

-También te eché de menos.- susurró.- Ven, no puedes estar mucho tiempo de pie.- sin poder oponerme, dejé que me guiara de vuelta a la mecedora. Odiaba mucho tener que cargar el pie enyesado, pero merecido lo tenía. 

-¿Y tu madre?- pregunté preocupada al no haberla visto entrar a la casa. 

-Kyungsoo la está ayudando a bajar mi equipaje. Ya sabes como es de necia y no ha permitido que la ayude.- al estar frente a la chimenea, dejé caer mi cuerpo sobre la silla de madera y reí una vez más al notar el rostro de mi nieta.

-Ella me recuerda mucho a ti.- susurré melancólica al recordar todos esos bellos momentos que pasé junto a mis dos bellos hijos.

-Tía, la abuela no quiere contarme qué pasó después de que las Princesas huyeron de Gardenia.- bufó aún cruzada de brazos. Wendy rió al verla tan desesperada, y a pesar de que ella no toleraba a los niños, no pudo evitar hincarse frente a su única sobrina para seguido a eso, arreglar el lazo rosa que tenía puesto sobre una de sus coletitas.

-La bruja mala de la historia, terminó devorándose a todas las criaturas que encontró vivas en el Reino y cuándo las Princesas iban a escapar, las mató. Fin.- contó alegre. Negué al oírla y enseguida supe que la pequeña rompería a llorar. 

-¡Papá!- sollozó y con mucha prisa se levantó de la alfombra para poder correr en dirección a la puerta. Antes de atravesar esta, Kyungsoo la tomó entre brazos y nos observó confundido por lo que estaba pasando.

-Wendy, ¿Por qué eres tan cruel hija mía?- pregunté al verla reír por lo que había causado.- Solo tiene cinco años.- le recordé.

-Pero es divertido.- rió. 

-Ya cariño, es solo un cuento.- la tranquilizó su padre, pero Ryujin no dejaba de llorar.- Ven, vamos a ir con la abuela para que te explique mejor el final de la historia ¿De acuerdo?- noté que mi nieta asintió, por lo que me acomodé mejor en la silla para poder mecerla.

-Ella es mala.- sollozó contra mi pecho una vez que estuvo cómoda en mi regazo.

-No cariño, no lo es. Tu tía solo estaba bromeando, ¿Verdad que sí?- le pregunté a la joven pelirroja que tenía de pie frente a mí.

-Sí.- bufó.- El final es diferente, pequeña rata.

-Wendy.- advertí, pero tal parecía que mi hija de treinta años, quería parecer una de seis, debido a que se estaba comportando como tal.

-Lo siento.- susurró.

-Vale, te contaré que pasó después, solo si prometes no llorar más.- musité cerca a la cabellera oscura de mi pequeña.- ¿Prometes no llorar más mi pequeña RyuGing?- pregunté. Sabía que ella dejaría de hacerlo, pero debía ser cuidadosa con ella, ya que después de todo, solo era una niña.

-Lo prometo.- susurró. Con sus manos regordetas limpió sus mejillas e intentó sonreír cuando dejé un tierno beso en su mejilla. 

-Cuando las Princesas abandonaron Gardenia, llegaron a un lugar al cual no sabían cómo nombrar. Todo era diferente a lo que comúnmente estaban acostumbradas. Miles de emociones llenaron cada esquina de su corazón al saber que por fin sus almas eran libres. No fue fácil al principio para ninguna de las dos, peor aún cuando tenían a dos bebés de por medio. La raza humana les resultaba ser muy interesante y nunca antes habían imaginado hasta qué punto podía llegar el cerebro para crear cientos de cosas maravillosas. La magia había quedado atrás y junto a ello el estilo de vida que llevaban en Gardenia. A los pocos meses de haber llegado, Primavera e Invierno tuvieron a su segundo bebé, la cual nació llena de belleza y gracia. Sin duda alguna Primavera estaba muy feliz de ver día a día a sus hijos crecer, porque sí, tal como lo oyes, el pequeño ser que antes habían querido ofrecer, había llenado de alegría sus oscuros días en la tierra. Muchos años comenzaron a pasar, y ambas habían decidido vivir en un campo lleno de cultivos, recordando día a día con melancolía a sus lejanas tierras.- finalicé. Ryujin sonrió alegre y siguió observándome intrigada, queriendo saber aún más de toda la historia.

-Las dos campesinas pronto se mudaron a la ciudad, y eso no fue muy del agrado de Témpano, aún así, tuvo que adaptarse. Sus dos hijos habían crecido con prisa con el pasar del tiempo, y ellas estaban muy felices por eso. A pesar del tiempo ellas aún seguían amándose, y a pesar de todos los obstáculos que tuvieron que esquivar en su camino, lograron formar un hermoso hogar.- sonreí alegre al sentir la voz de mi esposa a mis espaldas y sin poderlo evitar, la observé de reojo. Tanto tiempo había pasado en nuestras vida y a pesar de ello, yo seguía amando con todas mis fuerzas a aquella Princesa valiente de ojos verdes. Mi hermosa Primavera.

-¿Y qué más?- preguntó entusiasta mi pequeña al ver la presencia de su abuela.

-Compraron una enorme casa fuera de la ciudad, y se casaron a solas bajo la luz de la luna. Después de todo, las Diosas habían escuchado sus plegarias y ellas estaban eternamente agradecidas por eso.- terminó de contar.


Sin duda alguna había aprendido un sin fin de cosas al realizar una nueva vida en la tierra.

-¿Y qué más?- las risas de Kyungsoo y Wendy llamaron mi atención, por lo que despegué mi vista de Ryujin y los observé a ambos sentados frente a mí. Ellos escuchaban atentos aquella historia que narré cientos de veces para ellos. No pude evitar sonreír nostálgica al ver reflejado en sus rostros a mis dos pequeños, los cuales se habían encargado de llenarme el corazón de pura felicidad. 

-Vivieron felices para siempre.

Gardenia (Rosé y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora