Capítulo 5

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-______, tú eres mi destino.



¿Qué podía hacer para dejar de pensar de una vez por todas en aquellas cinco palabras?

Quería arrancar con todas sus fuerzas los largos cabellos rubios que cubrían su pequeña cabeza. No estaba bien, claro que no, no lo estaba, y había hecho lo correcto después de haber escuchado esas palabras. Nunca antes había huido de alguien, pero en aquella ocasión le tocó hacerlo. Al recordar lo que Primavera había dicho, sentía que se le venía encima toda esa desesperación que sintió en ese preciso momento, es por eso que sin saber que hacer o decir, corrió y corrió, dejando atrás a la joven pelirroja, tratando de procesar lo que eso significaba para ella. Témpano corrió tan rápido como pudo, que incluso sintió que su tan inservible corazón se saldría de su pecho. Más confundida que nunca, buscó mil maneras para poder excusar las palabras de la pelirroja, pero no encontró algo que pudiese hacerlo. Tal vez Roseanne se había equivocado al mencionar lo cierto, pero eso no lo sabría nunca, ya que había preferido huir antes que quedarse a afrontar la verdad.

Todavía estaba oscuro, pero _____ sabía que muy pronto todo se aclararía a su alrededor. No había podido pegar un ojo en lo que restaba de la noche, no había conciliado el sueño desde tres noches atrás, ya que durante todo el día pensaba en sus palabras. Roseanne la había confundido demasiado, y por alguna extraña razón, _______ sentía miedo al pensar que ella era ese destino que la pelirroja tanto buscaba cambiar. Pero, ¿Acaso sería tan malo que ella estuviera interfiriendo en su vida? No lo sabía, y si se lo preguntaba a su padres, ellos no responderían. Quedarse con la duda, era lo único que le quedaba. Sabía que pronto averiguaría todo, con o sin ayuda de alguien, cueste lo que le cueste, sabría de una vez por todas absolutamente toda la verdad.



-Las mariposas de cristal.


Si quería una respuesta, debía buscar a diestra y siniestra el famoso lugar en donde estas habitaban en su actualidad. Aún se preguntaba en dónde podría estar cierto lugar, pero no obtenía respuesta alguna. Conocía cada rincón de sus tierras y era algo ilógico no saber en dónde estaba ubicada tan famosa piedra en la cual estaba escrito su Oráculo. 

-No sé cómo voy a hacer esto, pero lo haré, voy a encontrar esa piedra y la haré trizas. No me importa cuánto daño puedan hacer esas mariposas, soy la Princesa de Invierno, nadie puede lastimarme.- con una última inspección a su reflejo, acomodó su diadema de flores azules sobre su cabeza y sonrió forzadamente, tratando de lucir lo más normal posible al momento de hacerlo.

El cambio de estación ya había comenzado, y eso quería decir que todo aquello que estuviese congelado, volvería por completo a su anterior estado. Témpano había planeado un día divertido, o al menos esperaba que así fuese. Había planeado observar los árboles, solo para saber cómo lucían estos sin toda esa nieve encima, también quería mirar a los animales y claro, si su día no se veía interrumpido por algo o alguien, deseaba poder visitar los ríos y lagunas de la zona para así poder ver el deshielo. No iba a ser fácil, porque todo aquello que quería observar estaba situado entre las cuatro estaciones, en las cuales su presencia no era bienvenida. _____ resopló y a paso firme se dirigió hacia la puerta de su alcoba. Con movimientos delicados y sensuales, caminó por los largos pasillos del castillo, moviendo sus caderas al compás de cada una de sus pisadas, haciendo lucir su escultural cuerpo muy deseable para aquellos que llevaban dentro de sí, esa pequeña chispa de perversidad. Poco le importó el saber que todos la observarían, ella se sentía muy cómoda al salir vestida de esa manera. Su vestido no era pulcro como los demás, este era todo lo contrario, ya que la transparencia de la tela azul, dejaba a la vista su blanquecina piel. No mostraba mucho, solo lo necesario, aún así, sabía que a su madre le daría un ataque al enterarse que su joven hija, se paseaba por el castillo con una vestidura muy inapropiada. _____ sonrió maliciosa al visualizar el rostro afligido de su madre, pudiendo así escuchar su voz gruñona dentro de su cabeza, diciéndole que no podía caminar por ahí estando semidesnuda. Siguió su camino aún con su gran sonrisa, pasando por alto todo aquello por lo cual sería regañada más tarde. 

Gardenia (Rosé y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora