25. Gruñido I

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Rio al sentir una punzada en la cadera, cubriéndose el rostro para luego carraspear y presionar el botón del elevador.

Otra sonrisa boba se posó en su rostro al verse los puños del suéter, que le iba grande y por ello tuvo que doblarlos, evidentemente no era suyo. Le llamó a su madre para decirle que se quedaría con Reborn por el fin de semana...de improvisto...sin llevarse nada, no tenían planeado que el asunto del collar terminase así.

Tragó saliva al darse cuenta que bajo el cuello de tortuga lo llevaba aun puesto. Al principio se lo dejó porque tenía un mecanismo que no permitía quitarlo hasta que pasaran, al menos, 24 horas o algo así. Aquella había sido su excusa para no regresar a casa, pero al final había tenido otras "ciertas" repercusiones.

Se acomodó el cuello al entrar al elevador, procurando que no se viera lo que llevaba debajo, era solo una ida rápida a la tienda, quería hacer un desayuno decente para ambos mientras Reborn seguía dormido, había estado saqueando su nevera y ambos pidieron comida con la cuenta del ojinegro, quería hacer algo casero para variar y retribuir.

Un pie se metió en pequeño el espacio que quedaba entre las dos puertas, sacándolo de sus pensamientos.

—Buenas— el recién llegado saludó en voz alta, se puso a su lado, con las manos en los bolsillos, sacando una para presionar el botón de cerrado —cada vez te veo más seguido por aquí...— Luzu sintió la necesidad de enderezarse.

—Estoy de visita—

—Visitas largas por lo que veo— dijo el pelirrojo, viéndolo de arriba abajo con una sonrisa socarrona.

Lo reconocía, era vecino del...¿del mismo piso? ¿o de arriba? Supuso que del mismo, de lo contrario no tenía sentido que se encontrasen en el elevador. El trayecto se le hizo demasiado largo, no sabía dónde poner los brazos, al llevar sus manos a los bolsillos se dio cuenta de algo cuando habían llegado a la planta baja y las puertas se abrían.

—¿No vas a bajar? —

—Creo que olvidé mi cartera— sonrió apenado el castaño, presionando de nueva cuenta el botón del cuarto piso.

—Te veo por aquí entonces— se despidió con una sonrisanerviosa, viendo cómo comenzaban a cerrarse las puertas y lo veía por laabertura de las puertas —deberían ventilar, apesta a tabaco rancio...—.

Luzborn ABO monthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora