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—Oye, viejo...¿qué pasa contigo?

La repentina voz de Shikamaru lo devolvió a la realidad de un momento a otro, provocándole un sobresalto que le hizo lanzar al suelo el lápiz con el que se encontraba jugueteando desde hacía varios minutos, girándolo y dándole golpecitos a su cuaderno, mientras se abstraía en sus pensamientos, con el mentón apoyado sobre la palma de su otra mano.

Era viernes y estaban en el laboratorio, en la última clase del día: Ciencias, a cargo del profesor Kabuto Yakushi, un hombre de aproximadamente 30 años, de ojos oscuros y cabello en tono gris, a quien, en su mayoría, temen por su excesiva exigencia en la materia y sus constantes amonestaciones ante su intolerancia con los adolescentes poco compenetrados con sus deberes. Si él consideraba que debías ser castigado, así lo hacía, sin siquiera darte la posibilidad de justificar nada. Siempre decía que la ciencia merece todo el respeto y la atención que pueda dársele, así que la falta de dedicación y concentración durante el transcurso de su clase es algo intolerable.

Sin duda el hombre se tomaba muy en serio su trabajo.

La sala de laboratorio estaba conformada por varias mesas largas y amplias, lo suficientemente cómodas para dedicarse a trabajar con químicos, y donde podían caber 4 alumnos en cada una; algunas piletas para enjuagar y limpiar los elementos que hayan sido utilizados; ventanas grandes para permitir buena iluminación y corriente de aire si así fuera requerido; una enorme pizarra rectangular en el frente donde el profesor había anotado miles de ecuaciones que los alumnos a penas lograban entender; extensos estantes que ocupaban gran parte del aula, con utensillos y herramientas necesarias para los experimentos; y, por supuesto, una mesa destinada al profesor, delante de la pizarra.

Como era usual, Sasuke estaba sentado junto a Shikamaru, del lado del pasillo central. Los otros dos pertenecientes a su mesa eran Chōji e Ino, quienes se veían realmente perdidos y no tenían idea de lo que debían hacer.

Bueno, el azabache no estaba mucho mejor que ellos. No por falta de conocimiento, sino porque ni siquiera había prestado atención a lo que su profesor había solicitado como tarea momentos antes. Más allá de no ser la asignatura ideal para que Sasuke anduviera con la mente perdida en las nubes, justamente hoy, debían analizar un experimento aparentemente importante, el cual su profesor ya se había encargado de enseñárselos, y que tendría gran peso en sus calificaciones finales.

Pero, en su defensa, la temática de hoy había sido especialmente aburrido. Desde que ingresó al laboratorio y los saludó, el profesor había hablado y hablado de varios temas seguidos, casi sin detenerse, utilizando un tono monótono, como si estuviera repitiendo un mantra, ganándose mayormente miradas desinteresadas y hastiadas a cambio.

Y para cuando empezó a explicarles concretamente la tarea que debían realizar en lo que restaba de la clase, Sasuke prácticamente se encontraba en "otro mundo".

Y ese mundo tenía nombre: Naruto.

Desde hacía unas semanas habían estado más juntos y cerca que nunca, aprovechando cada momento del día para verse.

De hecho, Naruto empezó a permanecer más tiempo en la casa los fines de semana para pasar las tardes juntos, viendo películas o series, compartiendo comidas con él, jugando videojuegos en su habitación, y, claro, teniendo sexo a escondidas de sus padres y de Menma.

No lo iba a negar, disfrutaba demasiado de acostarse con él, quien en cada encuentro le brindaba una grandiosa satisfacción sexual y le hacía sentirse verdaderamente deseado. En medio de las penetraciones y los manoseos, Naruto le susurraba palabras coquetas, algunas subidas de tono, pero mayormente halagando su belleza. Como si acabara de descubrir lo precioso que es, cosa que antes claramente ignoraba por la mala relación que habían llevado. Y con esas palabras, sumado a los movimientos descenfrenados de sus caderas que le hacía temblar y gemir sin control, Sasuke terminaba viniéndose casi al instante. Y su hermanastro, ante el disfrute de su canal resbaladizo y sus paredes apretadas, llegaba al orgasmo poco después. La mayoría de las veces lo hacían en la habitación de Naruto, pero hubo alguna que otra oportunidad en la que terminaron revolcándose en la suya. Todo dependía de lo urgidos que estaban.

Dilemma [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora