El ojo del huracán

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Notas: Realmente no es importante oír esta canción, pero se las dejo por si acaso

CAPITULO XIII- El ojo del huracán

Miércoles 24 de noviembre

Su furia no la dejaba ver más allá de que tenía que salir de ahí. Así que se dirigió al estacionamiento, encendió su motocicleta y pisó el acelerador para salir disparada hacia las calles de la ciudad.

Se maldijo mil veces por haber aceptado la entrevista de DT. Por lo regular podía mantener a raya los intentos de la reportera, pero en esta ocasión algo le impidió hacerlo. Tal parecía que su subconsciente quería torturarla, por lo que dejó que la periodista continuara hasta que fue suficiente para su paciencia.

Gruñó para sí misma y empujó el vehículo a máxima velocidad. Pudo sentir el aire en su rostro y moviendo su cabello. Olvidó ponerse el casco, pero en ese momento era lo que menos le importaba.

Tomó una carretera que se dirigía al puerto de Seaworth, con el pretexto de poder acelerar a más de 200 km/hr. Durante su camino de carretera, pensó en las palabras de la periodista. Ella había corrido de Etheria por Adora, hoy corría de Varsovia por Scorpia. En ambos casos sabía que fue porque ella no había sido suficiente para la persona que amaba.

Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando unas palabras hicieron eco en su mente: «simplemente no quería perderte». Adora la había perdonado y aceptado de nuevo en su vida. Gracias a ella se había recuperado de alguna forma. Y ella había prometido hacer todo lo posible por no perderla de nuevo. Tenía que regresar.

Cuando llegó a esa conclusión, también se dio cuenta de que cometió un error: la primera regla al conducir es tener toda tu atención en la carretera.

Un bache la sorprendió en medio de la noche. La duda de su mente fue suficiente para que el vehículo lo sintiera. La motocicleta se empezó a tambalear hasta que fue demasiado tarde. Perdió el control. Y no pudo hacer nada más que ver como se la tragaba la oscuridad de la noche.

«Se había escabullido hasta una sala grande y luminosa. Esa habitación no era muy común, por lo regular estaba cerrada, mas, hoy sus puertas estaban abiertas. Tal vez no lo hubiera notado, sino hubiera oído desde su cuarto un sonido dulce y seductor como el olor de un pastel.

Así fue como caminó hasta esa habitación, donde vio cómo su mamá estaba pisando, muy efusiva, las teclas de un mueble grande y negro. Ella entonces intentó acercarse más, pero, tropezó con una mesa provocando un ruido.

Su error hizo que la música se parara y su mamá giró la cabeza y la vio.

—Catra, cariño, no tienes que esconderte.

Esto la animó a acercarse y como pudo se sentó en el banco al lado de su mamá.

— Viniste por el sonido del piano, ¿no es así?

¿Piano? Así es como se llamaba ese enorme mueble. Ella asintió un poco cautelosa y avergonzada. Su mamá entonces sonrió y continuó diciendo:

— Es hermoso ¿no lo crees?

La mujer entonces tocó las mismas notas que escuchó en un inicio.

— Tu abuelo me enseñó a tocar cuando tenía tu edad ¿sabes?

Catra la vio con asombro, ¿eso significaba que ella también podría tocar ese instrumento? Queriendo probarlo, empezó a tocar las teclas blancas, con sus pequeñas manos. Recreando así el sonido que, minutos antes, había hecho su mamá.

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