Un lucero en la oscuridad

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Notas: La canción del inicio es la que interpreta Catra en este episodio.

CAPÍTULO III – Un lucero en la oscuridad

Lunes 27 de septiembre

Odiaba que Adam tuviera razón. Dos días en su casa, con apenas un puñado de sus cosas, la deprimió y aburrió de la peor manera. Si al menos tuviera su piano podría distraerse un poco tocando. Pero no, su gran piano Yamaha llegaría, junto con el resto de sus cosas, hasta el jueves. Así que buscó algo en que entretenerse ese día.

Decidió que era buen momento para explorar la ciudad que no había visto en una década. A pesar de las múltiples solicitudes de Adam para que visitara Etheria en el pasado, ella se había negado a volver. Nada la ataba a esa tierra: con sus padres y su cuidador muerto, no tenía muchos motivos para querer regresar.

Ella quería empezar una nueva vida, en un lugar donde nadie la conociera. Quería olvidar todo su pasado y enfocarse en el futuro brillante que se abría ante ella. Y así fue: se graduó del instituto de música, a pesar de la constante reprimenda de su instructora; ganó el Concurso Internacional de Piano Fryderyk Chopin; hizo de su pasión su profesión; viajó por todo el mundo en múltiples conciertos y conoció el amor.

Esto último le pinchó el corazón. Ya tenía casi tres semanas desde su separación, pero la herida aún se sentía fresca. Poco después de su pelea con Scorpia, tomó una maleta y huyó a Moscú, donde se hospedó en un hotel por unos días. Se fue sin decirle a nadie donde estaba: quería estar sola.

«Acababa de registrar su entrada en el hotel. No sabía porque escogió Rusia de todos los lugares. Tal vez fue porque pensaba que el frio del norte la adormecería, o tal vez porque fue el primer vuelo que encontró cuando escapó. Tal vez eran ambas o tal vez ninguna. Pero poco le importaba, lo que buscaba en aquel momento, era evitar el gran pesar que se había instalado en su corazón, y dejar que la furia, que aun ardía en su sangre, se desvaneciera de alguna forma.

Se quedó encerrada en su cuarto casi una semana. No quería hablar con nadie. No quería ver a nadie. Lo único que hizo durante esos días fue estar en cama viendo el techo, dejando que su mente divagara por el amplio mar de la desesperación y dolor. Una noche sus pensamientos la hicieron enfurecer tanto que destrozó el espejo de la habitación. No podía verse a sí misma, no podía ver cómo había fallado. Por segunda vez en su vida sintió que no era la compañera indicada, que no era lo suficiente para nadie.

Al día siguiente, Entrapta, su representante, la había localizado. Su estado debió ser muy deplorable para dejar tan silenciosa a la mujer que siempre la inundaba con datos y detalles innecesarios. Ella la ayudó a levantarse, asearse y cambiarse. Le trajo comida y después salieron a respirar el aire fresco de Moscú. Por la noche recibió una llamada de Adam. Él la atrapó con historias y chistes, lo que la distrajo por un rato, sin embargo, la oscuridad que aun tenia apagó rápido ese momento.

No recuerda bien que pasó, pero días después Entrapta le consiguió un boleto con destino a Etheria. Dijo que había encontrado un departamento agradable, que tal vez estar con su viejo amigo pudiera ayudarla. Ella aceptó, insegura de si era lo mejor, pero no queriendo volver a Varsovia donde todo sería más doloroso.

Durante el vuelo, vio como las estrellas anunciaban con su pálido brillar, su regreso; eran las mismas que había visto cuando se fue. Nunca antes le agradó la idea de volver a Etheria, no obstante, cuando vio a Adam en el aeropuerto y se instaló en su nuevo hogar, creyó que no existía mejor opción para empezar que regresar al inicio de todo.»

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