Tempestad II

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Notas: la canción que toca Catra es la misma del episodio anterior.

CAPÍTULO XVI – Tempestad II

Martes 14 de diciembre

Un sonido estridente la despertó. Saltó de su posición incómoda en el suelo y buscó de inmediato la fuente del sonido. Vio un poco asombrada como era Melog el que se paseaba por las teclas del piano. Catra gruñó un poco por eso y se acercó al felino.

— Basta de juegos Melog —Ahuyentó al gato y después se quedó viendo el instrumento.

«Ayer había acompañado a Finn a que le quitaran el yeso. Todo habría salido bien si no fuera porque encontró algo en el piso. Tomó el sobre y cuando leyó el destinatario su sangre se heló. No solo esa misteriosa carta tenía escrito su nombre, sino también reconoció la letra a la perfección.

Finn pareció notar el repentino cambio en su rostro, porque preguntó un poco preocupado:

— ¿Estas bien?

Catra entonces salió de su trance y asintió apresurada.

— Sí, es solo que no esperaba encontrar algo —Y mientras decía aquello guardó el sobre en su chamarra— ¿Por qué no vamos con Razz? Seguro que ella preparó ese pay que te gusta tanto.

El chico saltó emocionado y ambos salieron del edificio. Llegaron al automóvil donde Finn entró en seguida, pero Catra se quedó un momento pensando antes de entrar. Sacó de nuevo el sobre de su chamarra y susurró: "¿Qué es esto?"

El resto del día estuvo atrapada en la niebla de su mente. Estaba tan distraída que Razz la mandó a casa y dijo que ella se encargaría de llevar a Finn con el señor Nowy. Catra no protestó, sentía como un sabor podrido se estaba formando en el centro de su pecho y este se extendía con cada minuto que pasaba.

Llegó a su casa aun abrumada. Se sentó en el sofá y sacó el sobre que aún estaba cargando. Desde que despertó en el hospital, se mente había bloqueado todo recuerdo de Scorpia en su cabeza. Ella había puesto llave a las memorias y la había arrojado al rio. No obstante, cuando encontró aquella carta fue como romper el dique que contenía la furia del mar (de repente se encontraba luchando contra una fuerza natural descomunal). Su respiración se empezó a acelerar por el pánico que se generaba, y entonces vio lo único que podría salvarla. Se acercó a su salvavidas, su siempre confiable balsa y empezó a tocar "Tempestad".

La canción de Beethoven era tan angustiosa y turbulenta como el nombre que portaba. Catra se había montado a su pequeño navío y había luchado contra las fuertes olas que era su mente. Los vientos y la lluvia amenazaban con hundirla, pero ella se negaba a ceder. Luchó con todo lo que tenía, y por un momento pensó que lo lograría: que vencería al cielo y al mar. Sin embargo, el recordar la carta junto con una cara de dolor y tristeza, la hicieron dudar. Tocó con su mano izquierda el acorde equivocado y pudo ver como ese acto condenó su navío a ceder ante la tempestad: había perdido.

Ante la frustración que sentía golpeo el inútil instrumento y luego el florero que se encontraba encima. Cuando oyó como este se estrellaba contra la pared, fue cuando escuchó un chillido. Giró la cabeza y frunció el ceño al ver a Adora ahí parada.

No sabía que sentir al respecto. La presencia de la rubia era lo que menos necesitaba, pensó. La doctora había tenido la carta que ahora la dejaba con tanta intranquilidad y angustia. Le molesto saber que Adora le había mentido, que había ocultado la existencia de aquel documento de gran relevancia.

— Catra... yo... —La voz de la rubia sonaba vacilante, como si tuviera miedo de la reacción de Catra.

La pianista entonces reconoció que se encontraba furiosa, pero a la vez no quería ser cruel con la doctora, no quería lastimarla. Por lo que se tragó toda esa ira lo mejor que pudo, le dio la espalda y con una voz, que esperara que fuera indiscutible, dijo— Fuera.

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